Lunes, 13 de septiembre de 2021. El Santo Padre Francisco llega a visitar a las Misioneras de la Caridad, que trabajan en el barrio de Petržalka, en Bratislava. Actualmente hay seis religiosas que trabajan en el Centro Bethlehem, en medio de los bloques de apartamentos. Pronto se les unirá una séptima monja, de la India. Durante la semana atienden a una treintena de personas sin hogar, o en otras situaciones difíciles. Durante el fin de semana, el número aumenta hasta entre 130 y 150. Las hermanas les preparan paquetes de comida, y hablan con ellos.
«Puedes ser santo»
El Papa Francisco saluda a los fieles y entra en la planta baja del edificio. Fuera, los niños cantan: “No importa si eres grande, no importa si eres pequeño: puedes ser santo”. Dentro, lejos de las cámaras, es el momento del encuentro. Durante esos instantes las televisiones hablan de la vida y la obra de la Madre Teresa, que abría su primera casa en Calcuta precisamente cuando en Eslovaquia se producía la liquidación forzosa de las órdenes y congregaciones religiosas (en 1950). En Eslovaquia, el régimen comunista de finales de los años 80 presuponía que todas las monjas se extinguirían pronto y el proceso de ateización continuaría. No ocurrió así, entre otras cosas gracias a la admisión ilegal de religiosos y religiosas en el camino de la vida consagrada. En 1987, la Madre Teresa vino a Eslovaquia, donde quería instalar su casa, pero en ese momento, cuando sus hermanas ya estaban trabajando en Cuba o en la Unión Soviética, no se le permitió ayudar a los más débiles en Checoslovaquia.
¿Qué pasa detrás de las puertas cerradas del Centro Bethlehem? El Papa se reúne con las personas atendidas en el centro y con las religiosas. “Puso su mano en mi cabeza y me bendijo. Le deseé mucha salud”, me cuenta su experiencia Juan. José todavía se siente atraído por las palabras del Santo Padre. “Nos dijo: ‘¡Miradme!’. Y todos lo miramos…, pero no entendimos lo que quería decir. Nos señalaba su sonrisa. Quería decirnos que mantuviéramos en la cara una sonrisa a pesar del dolor y el sufrimiento”. José también concedió una entrevista a la televisión. “Cuando hablé de lo que viví cuando murió mi padre, mi hermano… vi que al camarógrafo se le caían las lágrimas”, añadió emocionado.
«Tengo sed»
Una religiosa de Polonia de la Congregación de las Misioneras de la Caridad, que lleva varios años trabajando en Eslovaquia, me guió por las salas donde estaba el Santo Padre. “Sabe, no es que nosotras necesitáramos tanto esta visita; pero para las personas a las que el mundo no considera nadie, significa mucho”. Hablamos de la situación en Eslovaquia antes de 1989, y de cómo san Padre Pío tuvo estigmas visibles durante 50 años y la santa Madre Teresa experimentó los estigmas de un vacío obligado, de la soledad, del estigma de Cristo crucificado en la cruz, que clama: “¡Tengo sed!” también durante 50 años.
En la comunidad de las Misioneras de la Caridad en Petržalka no hay ninguna eslovaca, pero durante la visita del Santo Padre sí había entre ellas una mujer eslovaca: una doctora, Maria Sládkovičová, que tiene el nombre religioso de Juan María. Durante el régimen comunista, introducía de contrabando literatura religiosa, y participaba de la Iglesia secreta. Conoció a la Madre Teresa durante su visita a Eslovaquia en mayo de 1990 y más tarde se convirtió en una de sus hermanas. Durante muchos años, se dedicó a los niños enfermos de sida. Hoy experimenta la presencia de una grave enfermedad en su vida. Estaba sentada en una silla de ruedas. El Papa Francisco le dirigió unas palabras especiales…