Vaticano

¿En qué se ha gastado el dinero del Óbolo de San Pedro?

Cada año, el 29 de junio, se recogen las ofrendas de los fieles en las parroquias y se destinan a la misión del Papa. Se trata del Obolo di San Pietro (Ofrenda de San Pedro), una antiquísima institución de apoyo de los fieles a la labor de la Iglesia.

Andrea Gagliarducci·17 de junio de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos

El Óbolo de San Pedro se ha convertido en un verdadero soporte para la Santa Sede desde el siglo XIX, cuando el Papa perdió los Estados Pontificios y los católicos de todo el mundo se organizaron para financiar su misión. Por lo tanto, no debe sorprender que la gran mayoría de los fondos del Óbolo se dediquen a las actividades de la Santa Sede: cubrir el presupuesto de la Curia, los gastos de las nunciaturas y otros gastos institucionales. Sólo una pequeña parte del óbolo de San Pedro se destina a obras de caridad, con proyectos concretos.

Las cifras se publicaron el 16 de junio, en la declaración anual que se empezó a hacer el año pasado, pues las últimas cifras eran de 2015. Para entender qué es el Óbolo y cómo se utiliza, empecemos por los números y vayamos a la historia.

Los números

En 2021, se destinaron 55,5 millones para apoyar las actividades promovidas por la Santa Sede en el cumplimiento de la misión apostólica del Santo Padre. Otros 9,8 millones fueron a parar a proyectos de asistencia directa a los necesitados.

El total de 65,3 millones de euros no salió de la recaudación, puesto que el año pasado la colecta alcanzó los 46,9 millones. El Obolo está, en definitiva, en números rojos. Sin embargo, las cifras dicen que ha ido mejor de lo esperado.

El padre Antonio Guerrero Alves, prefecto de la Secretaría para la Economía, hablando del «presupuesto de la misión» de la Curia Romana para 2021, había expresado precisamente su preocupación por la recaudación del Óbolo.

«A grandes rasgos -subrayó el prefecto de la Secretaría de Economía-, puedo decir que en 2021 volvió a haber una caída respecto al año anterior, que me atrevería a cuantificar en no menos del 15%. Si en 2020 la recaudación total del Óbolo fue de 44 millones de euros, en 2021 no creo que sea de 37 millones. El descenso en 2021 se suma al del 23% entre 2015 y 2019 y al del 18% en 2020, el primer año de la pandemia.

¿Cómo se cubrió el agujero?

La Santa Sede donó más de 35 millones de euros, con las que se cubrieron algunas necesidades. De este modo, el Óbolo dio directamente fondos a 157 proyectos diferentes en 67 países distintos. En total, 9,8 millones, que deben incluirse en los 35 millones mencionados. El 41,8% de los proyectos se financiaron en África, el 23,5% en América, el 25,5% en Asia, el 8,2% en Europa y el 1% en Oceanía.

Entre los proyectos financiados están la construcción de un edificio para jóvenes en Saint Bertin (Haití); una contribución a la construcción de una escuela en Zimbabue, un proyecto en Filipinas para ayudar a acabar con la explotación sexual y el tráfico de niños; dormitorios en Sudán del Sur e Indonesia; la reconstrucción de un monasterio en Ecuador o la construcción de una parroquia en la India.

A esto se añade el apoyo a la misión del Papa, es decir, el gasto destinado a mantener los dicasterios. Los 55 millones dados por el Óbolo han ayudado a financiar los 237,7 millones de gastos de los dicasterios el año pasado.

Los países que más contribuyen al Óbolo son Alemania, Estados Unidos, Italia, Francia, España, Filipinas, América Latina y Polonia.

Cómo funciona el Óbolo

El Óbolo tiene una página web en la que se puede encontrar toda la información sobre los proyectos que apoya. Sin embargo, no hay que olvidar que el objetivo principal es ayudar a la Santa Sede en su misión. Por ello, no es de extrañar que se utilice con fines institucionales.

La cuestión del Óbolo ha pasado a primer plano en el proceso vaticano sobre la gestión de los fondos de la Secretaría de Estado. Se dijo que la Secretaría de Estado había invertido dinero del Óbolo quitándoselo a los pobres.

La realidad, tal y como reveló el juicio, es muy diferente. Hasta los años 90, era la Secretaría de Estado la que gestionaba el flujo de donaciones del Óbolo de San Pedro. Para ello, la Secretaría de Estado había abierto una Cuenta del Óbolo, al tiempo que abría cuentas para cada proyecto, en el IOR o en otras entidades de crédito (sólo en el llamado banco del Vaticano, a mediados de los 90, había unas 80 cuentas abiertas para necesidades específicas).

Se decidió entonces racionalizar los gastos y el control, cerrando las cuentas y transfiriendo la gestión del Óbolo a la Secretaría de Estado. Sin embargo, la Secretaría de Estado mantuvo la cuenta «Óbolo». Sin embargo, esa cuenta sólo tenía del Óbolo el nombre, mientras que otros recursos de la Secretaría de Estado se habían conducido hacia ella. De allí es de donde se había sacado el dinero de las inversiones de la Secretaría de Estado. Si hubiera utilizado el Óbolo, lo habría hecho en todo caso de acuerdo con su misión. Y de hecho, no ha tocado el patrimonio del Óbolo de San Pedro.

La historia del Óbolo de San Pedro

La práctica del óbolo tiene orígenes muy antiguos, ya que desde el principio los cristianos han apoyado las obras de los Apóstoles.

A finales del siglo VIII, los anglosajones, tras su conversión, se sintieron tan unidos al obispo de Roma que decidieron enviar un contribución anual al Santo Padre. La iniciativa tomó el nombre de Denarius Sancti Petri (la Limosna a San Pedro), y pronto se extendió a los países europeos. El Papa Pío IX, con la Encíclica Saepe venerabilis del 5 de agosto de 1871, institucionalizó la práctica a raíz de un movimiento de fieles a su favor.

De hecho, parece que Charles Forbes René, Conde de Montalembert, molesto por la huida de Pío IX a Gaeta en noviembre de 1848 en tiempos de Garibaldi, creó un comité para acudir en ayuda del Papa fugitivo, y para apoyar al Estado Vaticano que, según dijo el secretario de Estado vaticano Giacomo Antonelli, se estaba encogiendo en «un cuerpo de niño con aliento cada vez más asmático».

En 1870, Roma, que ya no estaba protegida por los franceses que participaban en la guerra franco-prusiana, fue tomada y anexionada por el Reino de Italia. Pío IX se refugió en el Vaticano, rechazó la oferta del Estado italiano de una indemnización anual, porque la ley se planteaba de modo unilateral, dando el territorio en uso y no en propiedad.

Aislada, sin más territorio, la Santa Sede depende cada vez más de las ofrendas de los fieles. Y estas ofrendas continuaron incluso después de que se reconstituyera un estado territorial tras los Pactos de Letrán, en 1929.

El Óbolo con los últimos Papas

Las ofrendas dependen tanto de la coyuntura económica en las distintas regiones como de la simpatía del Papa. En los años ochenta, una serie de escándalos -entre ellos el del Instituto para las Obras de Religión- estuvieron a punto de provocar el colapso del Óbolo, que se desplomó hasta los 17 millones de dólares en 1985.

El déficit, sin embargo, también fue causado por los numerosos gastos, en particular los de las nunciaturas, por lo que Juan Pablo II realizó una drástica contención del gasto. Comenzó también mayor transparencia haciendo públicos los presupuestos y estableció el Consejo de 15 Cardenales para los problemas organizativos y económicos de la Santa Sede.

Con Benedicto XVI y Francisco, las finanzas del Vaticano aspiran a una mayor transparencia. A partir de 2016, la Santa Sede decide hacer más accesible el Óbolo y establece un diálogo con los fieles de todo el mundo sobre la necesidad y los efectos de la caridad hacia los más necesitados. Por eso se crea la página web para facilitar más información.

El autorAndrea Gagliarducci

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