Vaticano

Francisco: «Existe el riesgo de que la piedad popular se limite a aspectos externos, sin llevar al encuentro con Cristo»

El Papa Francisco visitó la ciudad de Ajaccio, en la isla de Córcega, como parte de su misión pastoral en el Mediterráneo. Durante su breve estancia, el Santo Padre pronunció un poderoso mensaje centrado en la fe, el cuidado mutuo y la esperanza.

Javier García Herrería·15 de diciembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
Papa

@CNS photo/Lola Gomez

Este domingo, 15 de diciembre, el Papa Francisco ha realizado una significativa visita pastoral a la ciudad de Ajaccio, en Córcega, donde ha tenido un intenso programa de actividades. Tras la recepción oficial en el Aeropuerto a primera hora de la mañana, el Papa ha clausurado el Congreso «La religiosidad popular en el Mediterráneo».

Al mediodía ha rezado el Ángelus en la catedral y se ha reunido con obispos, sacerdotes, religiosos y seminaristas para brindarles palabras de aliento en su misión pastoral. Tras el almuerzo, a primera hora de la tarde ha celebrado la Santa Misa en la Place d’Austerlitz, una Eucaristía al aire libre donde miles de fieles se han congregado para acompañar al Papa.

Palabras en el Ángelus

Al dirigirse a los religiosos y consagrados en la Catedral de Santa María Assunta, el Papa expresó: “Me encuentro aquí, en su hermosa tierra, sólo por un día, pero quise que hubiera al menos un breve momento para reunirme con ustedes y poder saludarlos. Esto me da la oportunidad, en primer lugar, de decirles gracias. Gracias porque están aquí, con su vida entregada; gracias por su trabajo, por el compromiso cotidiano; gracias por ser signo del amor misericordioso de Dios y testigos del Evangelio”.

El Santo Padre destacó la importancia de reconocer la fragilidad como una fortaleza espiritual. En un contexto europeo lleno de desafíos para la transmisión de la fe, instó a no perder de vista el papel central de Dios: “No olvidemos esto: en el centro está el Señor. No estoy yo en el centro, sino Dios”. Asimismo, recordó a los consagrados la necesidad de mantenerse en constante discernimiento y renovación espiritual, subrayando que “la vida sacerdotal o religiosa no es un ‘sí’ que hemos pronunciado una vez y para siempre”.

El Papa ofreció dos invitaciones clave: “cuidar de sí mismos y cuidar de los demás”. Insistió en la importancia de la oración diaria, la reflexión personal y la fraternidad entre religiosos como pilares para una vida espiritual sólida y un ministerio eficaz. También destacó la urgencia de encontrar nuevas formas pastorales para llevar el Evangelio a los corazones necesitados: “No tengan miedo de cambiar, de revisar los viejos esquemas, de renovar el lenguaje de la fe”.

Clausura del congreso

Durante el congreso, se destacó que la piedad popular tiene la capacidad de transmitir la fe a través de gestos simples y lenguajes simbólicos, enraizados en la cultura de los pueblos. Se resaltó su importancia en contextos donde la práctica religiosa está en declive: “La piedad popular atrae e involucra también a personas que están en el umbral de la fe, permitiéndoles descubrir en ella experiencia, raíces y valores útiles para la vida”.

Sin embargo, también se subrayaron los riesgos que pueden surgir, como su reducción a aspectos externos o folclóricos, y se hizo un llamado al discernimiento pastoral: “Existe el riesgo de que las manifestaciones de piedad popular no lleven al encuentro con Cristo; o que se contaminen con aspectos y «creencias fatalistas o supersticiosas». Otro riesgo es que la piedad popular sea utilizada o instrumentalizada por grupos que pretenden fortalecer su propia identidad de manera polémica, alimentando particularismos, antagonismos y posturas o actitudes excluyentes. Todo esto no responde al espíritu cristiano de la piedad popular y nos interpela a todos, en particular a los pastores, para vigilar, discernir y promover una atención continua hacia las formas populares de la vida religiosa”.

Laicidad sin laicismo

Otro de los ejes de la intervención fue la relación entre fe y sociedad. Se destacó que, en el contexto actual, la apertura entre creyentes y no creyentes es fundamental: “Los creyentes se abren a vivir la fe sin imponerla, mientras que los no creyentes portan en el corazón una sed grande de verdad y valores fundamentales”. Este diálogo, se dijo, es esencial para construir una “ciudadanía constructiva” que promueva el bien común.

También se abogó por una “sana laicidad”, como la planteó Benedicto XVI, donde religión y política colaboren sin instrumentalizaciones ni prejuicios: “Una sana laicidad garantiza que la política no instrumentalice la religión, y que la religión pueda vivirse libremente sin interferencias políticas”.

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