“Hace 800 años del pesebre viviente que san Francisco de Asís realizó en la localidad italiana de Greccio. Su intención fue representar la escena del nacimiento de Jesús, pudiendo revivir así por medio de los sentidos la sencillez evangélica, la pobreza y la humildad de la Sagrada Familia en la gruta de Belén. Y aquí nacieron los pesebres vivientes”, ha comenzado la Audiencia en el Aula Pablo VI el Papa Francisco.
Durante estos días cercanos a las fiestas navideñas, ha proseguido su meditación, “podemos correr el riesgo de descuidar lo esencial, atraídos por las numerosas ofertas del consumismo y el bienestar mundano. En este contexto, los personajes de Belén nos muestran cómo celebrar verdaderamente la Navidad, con sobriedad y alegría evangélica”.
El Belén y la auténtica Navidad
“Contemplemos el pesebre, en familia, en comunidad. que nos ayuda a centrarnos en lo más importante de nuestra vida, la relación con Dios, con los demás, y con la creación.
Cultivemos en nuestros ambientes un clima de armonía, de gozo y de paz”, ha alentado el Santo Padre en estas vísperas de la Navidad, en las que ha centrado su meditación en el tema: “El pesebre de Greccio, escuela de sobriedad y alegría” (Lc 2,10-12 ).
Francisco, ha señalado el Pontífice refiriéndose al santo de Asís, no quiere realizar una preciosa obra de arte, sino suscitar, a través del pesebre, “el asombro ante la extrema humildad del Señor, ante las privaciones que sufrió, por amor a nosotros, en la pobre gruta de Belén. De hecho, el biógrafo del Santo de Asís apunta: “En esa conmovedora escena brilla la sencillez evangélica, se alaba la pobreza, se recomienda la humildad. Greccio se ha convertido como en una nueva Belén”.
Aquí está la primera característica, ha subrayado de nuevo el Papa. “La Navidad se ha convertido para tantos sólo en una ocasión para hacerse regalos. El Señor mismo nos ha prevenido contra esto, diciendo que la tentación más insidiosa para la fe es la “disipación del corazón» (cfr. Lc 21, 34), el ajetreo del bienestar mundano que anestesia el alma”.
Reconducirnos a lo importante
Y el belén nace para “reconducirnos a lo que realmente es importante”, ha añadido el Papa, “a Dios, que viene a habitar entre nosotros, pero también a las otras relaciones esenciales, como la familia, presente en Jesús, José y María, y los seres queridos, representados por los pastores”
En este punto, Francisco ha querido destacar: “Las personas antes que las cosas, las personas tal como son: observamos que los personajes del belén son sencillos, pobres; y están en armonía con la creación: en el belén, el paisaje ocupa el mayor espacio y ¡nunca faltan el buey y el asno! Hace bien, entonces, pararse frente al pesebre para reordenar la vida volviendo a lo esencial. Es como entrar en un oasis para alejarse del ajetreo cotidiano, para encontrar la paz en la oración y el silencio, en una ternura no contaminada”.
“Pienso en los niños y los jóvenes, que corren el riesgo de una indigestión de imágenes virtuales y violentas: en el belén pueden redescubrir la genuinidad y la creatividad. ¡Qué hermoso es que permanezcan allí juntos con sus abuelos, haciéndose bien unos a otros!”ha exclamado en sus palabras.
El belén, un Evangelio doméstico
Pero el belén de Greccio no sólo habla de sobriedad, sino también de alegría. Pero, ¿de dónde procede esa extraordinaria alegría navideña?, se ha preguntado. “Ciertamente no de haber traído regalos a casa o de haber vivido suntuosas celebraciones. No, era la alegría que desborda del corazón cuando se toca con la propia mano la cercanía de Jesús, la ternura de Dios, que no deja solo, sino que consuela”.
Esta es la experiencia del pesebre, ha señalado. “Percibir la cercanía de Dios de manera concreta. Representa la realidad tal como es: hay vida cotidiana, con pastores y otros oficios; hay maldad, representada por el castillo de Herodes; hay, en fin, belleza y miseria del mundo. Pero todo está habitado por la Novedad: Dios está en medio de nosotros y abraza nuestra existencia”.
Para sintetizar su mensaje, el Papa ha manifestado que “el belén es como un pequeño pozo del que extraer la cercanía de Dios, fuente de esperanza y alegría. Es como un Evangelio vivo, un Evangelio doméstico. Como el pozo de la Biblia, es el lugar del encuentro, donde llevamos a Jesús, como hicieron los pastores de Belén y la gente de Greccio, las expectativas y las preocupaciones de la vida. Si, ante el pesebre, confiamos a Jesús todo lo que nos es querido, también nosotros experimentaremos “una gran alegría”, citando a San Mateo en su capítulo 2.
China, pueblos en guerra
Al concluir, el Papa ha dirigido su pensamiento a las víctimas y a los heridos causados “por el devastador terremoto que ha golpeado el lunes pasado la provincia china de Gansu. Estoy cercano con el afecto y la oración a las poblaciones que están sufriendo”.
Asimismo, ha solicitado no olvidar “a los pueblos que sufren el mal de la guerra, las guerras siempre son una derrota, no lo olvidemos, Solo ganan los fabricantes de armas”. El Santo Padre rogó fijar la atención “en Palestina, Israel, en la atormentada Ucrania, que sufre tanto. Está aquí presente el Sr. Embajador. Pensemos en los niños en guerra. Vayamos al pesebre y pidamos a Jesús la paz. Él es el Príncipe de la paz”.
Y como es habitual, saludó de modo especial a los ancianos, los enfermos, los recién casados y a los jóvenes, antes de rezar el Padre Nuestro y dar la Bendición.