Vaticano

Fortunato Di Noto: “Vigilancia y acción; se lo debemos a los niños”

La Asociación Meter es una de las primeras y más activas organizaciones de lucha contra la pedofilia. Su fundador, el párroco siciliano Fortunato Di Noto, habla para Palabra.

Giovanni Tridente·7 de marzo de 2019·Tiempo de lectura: 3 minutos

Don Fortunato Di Noto es sacerdote des- de 1991, y desde 1995 guía la parroquia de Nuestra Señora del Carmen en su ciudad natal de Avola, en la provincia de Siracusa, en la isla de Sicilia. Algunos años antes, junto a un grupo de personas de buena voluntad fundó la Asociación Meter –del griego “madre”, y de ahí “acogida” y “vientre”– (https://www.associazionemeter.org) que desde el primer momento se aplicó con decisión en el ámbito de la tutela de los minores, en la lucha contra la pedofilia y la pedopornografía online, convirtiéndose en un punto de referencia en Italia, donde colabora también con los órganos investigadores y judiciales. En esta entrevista a Palabra nos explica algunos aspectos de su experiencia y de este triste fenómeno.

—Don Fortunato, hace 30 años fue Usted uno de los pioneros en la lucha contra la triste plaga de los abusos a menores. ¿Cómo nació su misión?
La llegada de internet me ofreció la posibilidad de ver las primeras imágenes (vídeos y fotos de abusos) de niños que sufrían, y así comencé en la parroquia con un empeño que no quería ser sólo ocasional o secundar una moda, sino que muy pronto se habría convertido en permanente.
Al principio estábamos aislados, se reían de nosotros, nos vejaban y condenaban: nadie se creía lo que denunciábamos día tras día. Tampoco había tampoco las leyes ni la sensibilidad que hoy aún tarda en crecer. La primera moción en el mundo, del Parlamento italiano, se remonta al año 1997.
En ese momento dio comienzo un compromiso contras las nuevas formas de esclavitud. La pedofilia y la pedopornografía son un crimen contra la humanidad. Esperemos que todos estén de acuerdo en esto.

—En tantos años de lucha contra la pedocriminalidad, ¿qué idea se ha hecho del trágico fenómeno que afecta, en primer término, a amplios sectores de la sociedad civil?
¿Me creerá si le digo que hemos denunciado que miles de recién nacidos han sido víctimas de abusos? ¿Y si le contase que en los últimos 16 años hemos denunciado alrededor de 30 millones de fotos y vídeos con niños de edades que van desde los pocos días hasta los 12 o 13 años? ¿Y que hemos acogido y acompañado a más de 1600 víctimas? Son 23 las operaciones nacionales e internacionales de policía que entre 2003 y 2018 ha comenzado como fruto de las señalaciones hechas por Meter. 
Los números del fenómeno son impresionantes: 134.222 páginas web correspondientes a enlaces a más de 30 millones de fotos y vídeos; 2.639 personas denunciadas; 1.066 personas investigadas; alrededor de 400 arrestos en Italia y en el mundo. Sin contar que miles de denuncias no han sido proseguidas por las fuerzas la policía. No lo digo por vanidad, sino por recoger la acción concreta para detener todo abominable acto predador contra los pequeños y los débiles. Muchas veces, para ayudar a comprender el fenómeno hemos tenido que mostrar concretamente el trabajo de Meter, que se desarrolla 24 horas al día. Los protocolos oficiales con la Policía Postal Italiana, y con otras en diversas partes del mundo, traen a la luz que el número de niños implicados en este torpe mercado es enorme, con un negocio no cuantificable y por la falta concreta de intercambio y de colaboración internacionales.

—La Iglesia, evidentemente, no ha estado inmune de este drama. ¿Dónde anidan, en su opinión, las raíces de tal horror?
A la Iglesia hay que amarla, porque a pesar de los escándalos –lamentables y condenables según la justicia y la tolerancia cero– es una madre amorosa y acogedora, donde los pequeños han encontrado siempre acogida y protección. La Iglesia no es una multinacional que produce abusadores de pequeños y vulnerables. El abuso es abuso, venga de la parte que venga. Y desde siempre la Iglesia ha afrontado la perversión de sus fieles, sacerdotes y laicos bautizados. Aquel “renuncio a Satanás y a todas sus obras, y a todas sus seducciones” es un combate constante. Y quizá hay que partir de los formadores y de la conciencia del tipo de sacerdote que queremos hoy.

—A finales de febrero el Santo Padre ha reunido en el Vaticano a todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo para reflexionar sobre esta tragedia. Por su parte, ¿qué considera fundamental para derrotar a este “monstruo”, como alguien lo ha definido?
La suerte es que no estamos en el año cero. Los monstruos se reconocen, y es posible conocer concretamente el fenómeno. Los actos de abuso sexual parten de la seducción de un amor enfermo y perverso, seductivo y manipulador, que en lugar de dar vida ofrece la muerte y un trauma devastador. Hay que escuchar a las víctimas, devastadas y con señales permanentes del daño sufrido. No venceremos, pero tenemos que combatir. No salvaremos a todos los niños, pero por alguno tenemos que hacerlo. Vigilar y actuar: vigilar y actuar sobre la normalización de la pedofilia y del consumo de la pedopornografía, y en el aceptar que en el amor no hay edad. También en la Iglesia.

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