Las cifras publicadas son importantes para comprender el estado de las finanzas vaticanas, que atravesaban un momento de crisis incluso antes de la pandemia que afectó a la economía del pequeño Estado. Entre finales de mayo y finales de junio se publicaron los balances del Instituto para las Obras de Religión y del Óbolo de San Pedro. Se trata de balances que pueden leerse conjuntamente, cruzando los datos, para tener una visión más completa de la situación.
Qué son el Óbolo di San Pedro y el Instituto para las Obras de Religión
Antes de entrar en detalles, sin embargo, es necesario dar algunas explicaciones. El Instituto para las Obras de Religión, o IOR, es una institución financiera de la Santa Sede. Se la describe erróneamente como el “banco del Vaticano”, pero en realidad no dispone de todos los servicios de un banco y, sobre todo, no tiene sucursales fuera del estado de la Ciudad del Vaticano. Su finalidad es custodiar los depósitos financieros de determinadas categorías específicas de personas -desde los empleados del Vaticano hasta las embajadas de la Santa Sede y las congregaciones religiosas- y garantizar la protección y el buen uso de estos depósitos.
El Óbolo de San Pedro, en cambio, tiene orígenes más antiguos, que se remontan incluso a los Hechos de los Apóstoles. Pero en realidad fueron los anglosajones, en el siglo VIII, quienes comenzaron a enviar permanentemente una contribución al Santo Padre, el Denarius Sancti Petri, que pronto se extendió a los países europeos. Pío IX bendijo esta práctica, que luego se extendió a varios países europeos, con la encíclica Saepe Venerabilis del 5 de agosto de 1871. Era una práctica necesaria, porque servía de apoyo a la Santa Sede, que había quedado sin bienes tras la toma de Roma en 1870. Aunque el uso del Óbolo se ha diversificado con el tiempo, el apoyo a la Santa Sede sigue siendo el principal objetivo de la recaudación.
El balance del IOR
Lo más interesante del balance del IOR tiene que ver con el dato TIER 1, es decir, el principal componente del capital de un banco. Según una lectura común, el IOR se empobreció a causa de ciertas operaciones financieras, entre las que destaca la inversión de la Secretaría de Estado en un edificio en Londres. En aquella ocasión, la Secretaría de Estado había solicitado un préstamo al IOR, que se lo había denegado. Era 2019, y el TIER 1 estaba al 82,40 %. Pero el último balance, el de 2022, habla de un TIER del 46,14 %. En 2021, estaba en el 38 %. Una cifra mejorada, sin duda. Pero sigue mostrando una reducción del capital a la mitad.
En comparación con 2021, hay más empleados (había 112), pero muchos menos clientes: en 2021, el IOR tenía 14.519 clientes. Dado que la selección de cuentas consideradas no compatibles con la misión del IOR ha finalizado hace tiempo, la primera impresión es que el IOR ya no es un lugar atractivo para sus primeros clientes, a saber, las instituciones religiosas.
En 2022, el IOR obtuvo 29,6 millones de beneficios netos. Un aumento significativo con respecto al año pasado, aunque la tendencia a la baja parece prolongarse desde 2012, cuando los beneficios alcanzaron los 86,6 millones. En 2013, los beneficios habían sido de 66,9 millones, en 2014 de 69,3 millones, y eran los años en los que todavía se estaban utilizando las reservas de ahorro. Luego, en 2015, el informe mostró un beneficio de solo 16,1 millones de euros. Todo se estabilizó entonces en un umbral de beneficios en torno a los 30 millones: 33 millones en 2016, 31,9 millones en 2017, una caída a 17,5 millones en 2018, una vuelta a los 38 millones en 2019 y 36,4 millones en 2020. En 2021, el primer año pospandémico, los beneficios fueron de solo 18,2 millones.
Los beneficios en 2022, sin embargo, deberían incluir también los 17,2 millones de euros embargados al expresidente del IOR Angelo Caloia y a Gabriele Liuzzo, que debían responder por malversación y autoblanqueo cometidos en relación con el proceso de desinversión de los ingentes activos inmobiliarios propiedad del Instituto y de sus filiales, SGIR y LE PALME. Las condenas de Caloia y Liuzzo son firmes a partir de julio de 2022, y, si se hubieran presupuestado sus indemnizaciones, aún estaríamos hablando de un beneficio real inferior a 20 millones de euros.
No es una situación muy próspera, la verdad. De estos beneficios, se distribuyeron 5,2 millones de euros: 3 millones para las obras religiosas del Papa, 2 millones para las actividades caritativas de la Comisión Cardenalicia, 200.000 euros para actividades caritativas coordinadas por el prelado del Instituto.
Los fondos para las obras de caridad fluctúan: el Fondo para las Santas Misas asciende a 1347 millones de euros en 2022, mientras que en 2021 era de 2219 millones de euros, registrando una drástica caída; el Fondo para las Obras Misionales, por su parte, pasa de 89 millones en 2021 a 278 en 2022.
Estas son las principales cifras de un balance que debe hacer frente a las crisis internacionales, pero que también paga la desinversión de antiguas inversiones. La justificación es que ahora el criterio “ético” es preponderante en las elecciones de la institución, y que solo invierte en fondos llamados “católicos”. Sin embargo, no se puede decir que las inversiones anteriores no fueran católicas o fueran excesivamente especulativas.
De hecho, para ser justos, ha habido un aumento de la inversión especulativa desde 2013, al inicio de lo que se ha caracterizado como la gestión del IOR bajo el Papa Francisco.
Óbolo de San Pedro
El Óbolo de San Pedro tampoco está en muy buenas condiciones, y esto se debe también a que la crisis internacional está impactando en las ofrendas que los fieles envían a Roma. Además, hay campañas mediáticas que sugieren que el dinero del Óbolo se ha utilizado para actividades especulativas, especialmente por parte de la Secretaría de Estado.
La verdad es que el Óbolo se creó precisamente para sostener la Curia, es decir, la misión del Papa, y que solo se destina secundariamente a la caridad directa del Papa.
Los detalles de este informe anual recientemente publicado son interesantes.
Algunos números de la divulgación anual, presentados solo con los números para 2022, pero sin posibilidad de comparación con los de 2021: el fondo Óbolo desembolsó 93,8 millones de euros en 2022. De ellos, 43,5 millones procedían de las ofrendas recibidas en 2022, mientras que los otros 50,3 millones procedían de la gestión inmobiliaria. En la práctica, se hizo caja vendiendo algunos inmuebles propiedad del Óbolo.
Los ingresos del Óbolo en 2022 fueron de 107 millones de euros, y solo 43,5 millones procedían de donaciones, que procedían de la colecta del día de San Pedro y San Pablo, pero también de donaciones directas y herencias. Como se ha dicho, 77,6 millones se destinaron a apoyar las actividades de la Santa Sede (70 dicasterios, organismos y organizaciones), y no es de extrañar, porque este fue el destino inicial de la colecta, que tiene orígenes muy antiguos y se revitalizó en el siglo XIX, tras la caída de los Estados Pontificios, precisamente para apoyar al Santo Padre. Los 16,2 millones restantes, en cambio, se destinaron a proyectos de ayuda directa a los más necesitados.
La cifra más interesante, sin embargo, se obtiene observando los datos de 2021. La divulgación anual de 2021 afirmaba que el Óbolo contribuyó con 55 millones a los 237,7 millones de gastos de los dicasterios vaticanos. En 2022, sin embargo, el Óbolo contribuyó con el 20% de los gastos de los dicasterios, enviando 77,6 millones. Los gastos de los dicasterios, por tanto, ascienden a 383,9 millones, casi 150 millones más que el año pasado.
Un cuadro más completo
Para tener una imagen más completa de la situación económica del Vaticano, habrá que esperar al balance de la Administración de la Sede Apostólica (APSA), el llamado “banco central” vaticano que ahora gestiona todos los fondos, y luego al de la Curia, el llamado “presupuesto de misiones”. Habrá que ver, en particular, cómo se ha ahorrado o recortado, y si ha habido nuevas consultorías que han aumentado los costes.
También hay mucha expectación por conocer el presupuesto de las gobernaciones, que no se publica desde hace tiempo. El presupuesto también incluye los ingresos de los Museos Vaticanos. Estos se han visto muy afectados por el cierre debido a la pandemia, pero siguen siendo la mayor fuente directa de ingresos de la Santa Sede.
Ciertamente, la situación financiera no es florida, pero es difícil, en este baile de números, entender cuánto se debe a los errores de la gestión anterior, que también fue objeto de algunas demandas en el Vaticano. Sobre todo porque la gestión anterior, números en mano, generó más beneficios.
Se necesitará tiempo para tener una definición precisa del estado financiero de la Santa Sede, en definitiva.
Y después, habrá que hacer reformas, empezando por la del Fondo de Pensiones, que servirá para garantizar las pensiones también a la próxima generación.