Los trabajos de la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebra estas semanas en el Aula Pablo VI del Vaticano, avanzan según lo previsto. Mientras escribimos, ya se ha completado la mitad de este camino de discernimiento y reflexión, en el que participan trescientas cincuenta personas, entre miembros con derecho a voto y participantes, cardenales de la Curia, obispos, religiosos y religiosas, laicos de distintas partes del mundo, acompañados por la presencia constante del Papa Francisco.
Las fases de los trabajos se alternan en Congregaciones Generales (que en total serán 20) y Círculos Menores (35 pequeños grupos por lengua), mientras que las discusiones siguen la estructura del Instrumentum laboris, preparado en los últimos meses por la Secretaría General del Sínodo y fruto del camino de los dos años anteriores, realizado primero en las diócesis individuales de todo el mundo y después a nivel de Conferencias Episcopales por áreas geográficas.
Un rompecabezas que se está armando
Esta primera sesión del Sínodo de los Obispos, por lo tanto – y esto se ha repetido varias veces – es sólo una pieza más de un rompecabezas que se ha estado armando desde 2021 y que sólo verá su culminación al final de la segunda sesión, que tendrá lugar en octubre de 2024, cuando el informe final de conclusión será finalmente entregado al Santo Padre. A él le corresponderá decidir si lo utiliza o no como base para una nueva Exhortación Apostólica postsinodal.
El debate en vísperas de los trabajos de este mes de octubre, pero es más correcto decir desde que el Papa Francisco convocó este Sínodo especial sobre la Sinodalidad centrado en la comunicación, la participación y la misión en la Iglesia, se ha centrado mucho en los «riesgos» de dicho «proceso», que podría llevar a la Iglesia -dicen los más preocupados- a cambiar su doctrina y dañar la Tradición.
Riesgos y preocupaciones
Quienes han seguido de cerca los trabajos de las anteriores Asambleas de Obispos del último pontificado -familia, Amazonia, juventud- recuerdan cómo esa ‘preocupación’ estaba siempre presente, incluso antes de conocer la marcha de los trabajos y con antelación a los frutos de la discusión y al texto de la Exhortación que la seguía.
Un ‘ruido’ mediático, y no sólo eso, que de hecho catalizó la atención de la opinión pública sobre temas que probablemente no suscitaban tanto interés, al menos entre los fieles habituales.
Lo mismo ha sucedido esta vez, incluso con la exterioridad directa de algunos cardenales, autores de los llamados dubia, que han pedido cuenta de aspectos -a los que, por otra parte, el Papa ha respondido en primera instancia- que a primera vista quedan fuera de la comprensión misma de la sinodalidad tal y como está concebida.
Lo que está sucediendo en el Vaticano en las últimas semanas, de hecho, y los testimonios procedentes de quienes están participando realmente en el debate, entregados por ejemplo a los periodistas durante las sesiones informativas casi diarias en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, describen un ambiente de verdadera confrontación -posiblemente incluso «animado» en algunos casos- en el que se privilegia al mismo tiempo el elemento de discernimiento, acompañado de muchos momentos de oración. Nadie puede ocultar este aspecto, ni relegarlo como elemento secundario.
Orar, escuchar y compartir
El Papa insistió mucho en la necesidad de ponerse en manos de Dios a través de la oración y la práctica del discernimiento espiritual (Conversación en el Espíritu), para asegurarse de que era realmente el Espíritu Santo quien se deslizaba sobre las decenas de mesas redondas en torno a las cuales se dispusieron todos los participantes en el Sínodo, incluido el Papa. No es de extrañar que fuera el propio Papa quien hiciera distribuir el primer día una antología de textos patrísticos (san Basilio) dedicada a este tema.
En una lógica mundana, todo esto es difícil de transmitir, pero es una lástima que los propios eclesiásticos sean a menudo incapaces de valorar y «patrocinar» la elección razonada (por parte del Papa) de este modo de proceder. Por ejemplo, no puede pasar desapercibida la idea de preceder los trabajos del Sínodo con unos días de retiro espiritual para todos los miembros y participantes, con meditaciones que abren los horizontes de la escucha y del compartir; las oraciones diarias con las que se abren las sesiones; las Santas Misas semanales presididas por un Padre Sinodal que normalmente pronuncia la homilía.
También ha habido momentos de mayor convivencia fuera de los muros del Sínodo, como la Peregrinación a las Catacumbas de Roma para aprender a ser también «peregrinos de la esperanza», o la oración por los emigrantes y refugiados el jueves 19 en la Plaza de san Pedro, o la oración por la paz prevista para el 27 de octubre en la Basílica de san Pedro.
Además, el Sínodo no es ajeno a la actualidad y a lo que ocurre en el mundo, por lo que no han faltado momentos de cercanía al pueblo ucraniano por la guerra sin sentido que sufre desde hace meses, o de condena a la ferocidad desatada por la reactivación del conflicto en Tierra Santa, que ya se ha cobrado miles de víctimas en pocos días.
Desde un punto de vista realista, resulta un tanto deletéreo querer presentar, a estas alturas, un repaso de las cuestiones que se han abordado y debatido durante las primeras semanas del proceso, pero el interés periodístico de esta parte merece al menos una breve mención. Sabiendo que es imposible conocer el resultado de una «competición» si falta la mayor parte de la carrera que se va a «disputar», por utilizar una metáfora deportiva.
Temas recurrentes
El elemento recurrente es que todos los temas que surgieron estaban sustancialmente contenidos en el documento de trabajo, que efectivamente dictó el orden de las intervenciones, cuyos Módulos fueron siempre anticipados por la intervención – posteriormente hecha pública – del Relator General del Sínodo, el Cardenal Jean-Claude Hollerich.
Entre los términos más utilizados en sus intervenciones destaca, por ejemplo, el espíritu de «apertura» (a las nuevas ideas, a los demás, a las minorías), de «escucha activa», la actitud de «participación» responsable, todo ello en el contexto de la «sinodalidad» -obviamente-, entendida en sus implicaciones para la estructura eclesial y en lo que respecta a la ministerialidad de los distintos carismas y condiciones de vida en la Iglesia.
Un buen repaso lo representan, como se ha dicho, los briefings con periodistas que periódicamente celebra la Comisión para la Información, presidida por el Prefecto del Dicasterio para la Comunicación, Paolo Ruffini. A la cita, que tiene lugar en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, asisten cíclicamente varios padres sinodales, representantes de condiciones, culturas y procedencias diferentes, que cuentan su experiencia.
La formación, la mujer, los últimos y la fraternidad
Los aspectos que se han destacado hasta ahora en estas ocasiones se refieren a la importancia de la formación permanente para todas las condiciones de los fieles, empezando por los seminarios; el papel de la mujer, empezando por los ministerios, precisamente porque el bautismo otorga a todos la misma dignidad; la centralidad de la Eucaristía; el drama de las migraciones, de los abusos y de los que viven en condiciones de persecución; el dinamismo de una Iglesia que elige a los pobres como opción; la corresponsabilidad entre todos los bautizados; la simplificación «burocrática» de las estructuras eclesiales; la necesidad de repensar nuevas formas y lugares de participación en la Iglesia-comunión.
No faltaron referencias a los jóvenes y al contexto digital -tierra de verdadera misión-; a la riqueza que aportan los diferentes carismas y la multiculturalidad; a la necesidad de difundir la cultura de la paz y la fraternidad en la Iglesia y en el mundo, especialmente en un mundo en el que las guerras aumentan en lugar de cesar, y en el que no son pocas las situaciones de marginación e indiferencia que afectan a diversas capas de la población.
No es un concepto, sino una experiencia
Sin embargo, el hilo conductor de todos los testimonios fue que la sinodalidad no es en absoluto un concepto, sino una experiencia, y que debe contarse como tal. Tampoco faltaron voces desde la perspectiva ecuménica, pudiendo contar con la presencia de delegados fraternos, y de aquellos procedentes de tierras donde la presencia de cristianos es bastante limitada, como Asia u Oceanía.
El lunes 23 se presentará y debatirá la Carta de la Asamblea al Pueblo de Dios, primero en los Círculos Menores y después en un momento común. A continuación, se procederá a la votación. Con esta carta, la Asamblea pretende contar al mayor número posible de personas, y especialmente a las menos implicadas en el proceso sinodal, la experiencia vivida por los miembros del Sínodo.
Esta Asamblea, que va tocando su fin, vivirá sus últimos momentos el 26 de octubre con la recogida de propuestas sobre métodos y etapas para los meses que median entre la primera y la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Es muy probable que este informe sirva como Intrumentum laboris para la segunda sesión del próximo mes de octubre, y sin duda será devuelto a las iglesias locales (conferencias episcopales, grupos sinodales, etc.) para que ofrezcan nuevas perspectivas para el ulterior discernimiento en 2024.