18 años después de la muerte de la última vidente de Fátima, Lucía dos Santos, el Dicasterio para la Causa de los Santos publica el decreto en el que se reconocen sus virtudes heroicas. Desde el 22 de junio de 2023, Lucía es venerable, lo que supone un paso más en el camino para su canonización.
La fase diocesana para beatificar a Lucía comenzó tan solo tres años después de su muerte. El 14 de febrero de 2008, el cardenal José Saraiva Martins, entonces prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, anunció que Benedicto XVI aprobaba la apertura del proceso de beatificación.
Sor María Lucía de Jesús y del Corazón Inmaculado, conocida como Hermana Lucía, nació siendo, sencillamente, Lucía dos Santos. Su infancia transcurrió con normalidad en la aldea de Aljustrel (Portugal), hasta que cumplió diez años.
Mientras estaba pastoreando las ovejas con sus primos, Francisco Marto y Jacinta, vio a un ángel. Este “ángel de la paz” enseñó a los niños a rezar por los pecadores y a adorar a Dios en el sacramento eucarístico. Los tres pastorcillos coincidieron al considerar esta visita angélica como una preparación para lo que ocurriría un año después.
Vidente y consagrada
El 13 de mayo de 1917 la Virgen María se apareció a los tres primos en Cova da Iria. Años después, sor Lucía la describió como una mujer “más brillante que el sol”. La Virgen se apareció varias veces a lo largo de ese año, comunicándose especialmente con Lucía. Mientras que ella podía ver, escuchar y hablar con María, Jacinta la escuchaba sin hablar y Francisco solo podía verla, conociendo después lo que decía gracias a las chicas.
A los catorce años el obispo de Leiría, con el objetivo de protegerla, consiguió que entrara en el colegio de las Hermanas Doroteas, cerca de Oporto, puesto que los miles de peregrinos que se acercaban a Fátima pretendían hablar con Lucía. En 1952, la joven se trasladó a Pontevedra (España) y profesó como monja dorotea tras el noviciado. Estando en el convento siguió recibiendo apariciones del Niño Jesús, la Santísima Trinidad y el Inmaculado Corazón de María.
Entrada en el Carmelo
En 1945 conoció a san Josemaría Escrivá, fundador del Opus Dei, para quien consiguió unos documentos con el fin de que llevara la prelatura a Portugal. Un año después regresó a Portugal y en 1949 profesó como carmelita descalza.
Estando en el convento de Coímbra redactó, por petición del obispo, sus memorias, que amplió hasta tres veces. En los textos desvelaba detalles de las apariciones y profundizaba en el carácter de sus primos pequeños.
Final de su vida
Lucía murió el 13 de febrero en el Carmelo, donde se piensa que todavía recibía la visita de la Virgen María, a pesar de que ella nunca lo confirmó. Las que compartieron la clausura con ella dicen que estaba llena de alegría y que, según avanzaba su edad, progresaba en la infancia espiritual. Parecía que volvía a ser la pastorcilla que vio a la Virgen en Fátima.
Todas las virtudes heroicas que mencionan quienes la conocieron quedan también ahora demostradas gracias al decreto que la proclama venerable.