El proceso de desmantelamiento del campamento de refugiados de Calais (Francia), donde han estado alojados miles de inmigrantes que deseaban llegar al Reino Unido, ha sido noticia estos días.
Muchos han sido redistribuidos en centros de acogida repartidos por toda Francia, aunque en torno a dos mil, bastantes de ellos menores, preferían quedarse como fuera posible para intentar alcanzar Gran Bretaña, donde aseguran tener familiares a los que no saben si alguna vez en su vida podrán ver y abrazar.
La mayoría de los analistas consideran que se trata de otro parche ante un tema de enorme envergadura, como el de los flujos migratorios, realmente poliédrico, pero que tiene como protagonistas a cientos de miles de personas -millones si se suman las cifras desde hace años-, completamente desesperadas por alcanzar un futuro mejor, más digno, y salir de la pobreza extrema.
Las cifras son tercas. Desde enero a primeros de octubre de este año 2016, en poco más de nueve meses, más de trescientos mil migrantes han llegado a Europa a través del Mediterráneo; casi 170.000 por Grecia, y 130.000 a través de Italia, y se han ahogado o han desaparecido más de 3.500 personas. En el momento de publicarse este número de Palabra, quizá la cifra ascienda a cuatro mil.
Hace muy pocos días, el país heleno, inmerso en una importante crisis económica y financiera, ha solicitado ayuda urgente para atender a 60.000 refugiados que han quedado atrapados en su país tras el cierre de las fronteras por el pacto entre la Unión Europea y Turquía. “Necesitamos mantas ahora”, dice el gobierno griego.
Lampedusa
Desde que fue elegido para llevar el timón de la barca de Pedro, el Papa Francisco ha seguido muy de cerca el drama de la inmigración.
Lo mostró en julio de 2013, al disponer que su primer viaje oficial fuera a la isla siciliana de Lampedusa, de apenas cinco mil habitantes, conocida por el desembarco continuo de inmigrantes, y por innumerables naufragios.
Allí, el Santo Padre golpeó los corazones y se refirió casi por primera vez a un fenómeno que haría reflexionar al mundo: la “globalización de la indiferencia”.“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas, de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias?”. “Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto… La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia hacia los otros, nos lleva a la globalización de la indiferencia”, dijo el Papa.
“¿Quién es el responsable de la sangre de estos hermanos? Nadie. Hoy nadie se siente responsable, hemos perdido el sentido de la responsabilidad fraterna, hemos caído en el comportamiento hipócrita”.
Niños en la degradación humana
Tres años más tarde, el pasado 13 de octubre, el Papa Francisco ha hecho público el “Mensaje para la Jornada anual del Migrante y el Refugiado 2017”, en el que denuncia que “los niños emigrantes acaban en lo más bajo de la degradación humana”. El título específico de su mensaje es “Emigrantes menores de edad, vulnerables y sin voz”. El texto advierte sobre todo del grave riesgo que corren los que viajan solos, y reclama su “derecho a jugar”.
El discurso del Santo Padre tenía lugar justo el día en que asociaciones humanitarias y ONG informaban sobre la desaparición de alrededor de diez mil menores inmigrantes tras haber llegado a Europa.
Sólo a Italia han llegado desde Libia 16.800 menores no acompañados en lo que va de año: acaban viviendo en la calle, desapareciendo, como clamó Francisco. Sólo los más afortunados, o más pequeños, son acogidos en hogares con familias.
El Papa criticó que “en lugar de favorecer la integración social de los niños emigrantes, o programas de repatriación segura y asistida, se busca sólo impedir su entrada, beneficiando de este modo que se recurra a redes ilegales”.
Los medios informan que desde que la Unión Europea firmó el acuerdo con Turquía, la llegada de sirios, y también de otros inmigrantes de otros países de Oriente Medio, a través del mar Egeo, ha disminuido.
Pero Libia ha tomado el relevo. A Libia llegan emigrantes en oleadas procedentes de otros países africanos, huyendo del hambre, de la sed, de la pobreza, de las guerras. Y la salida natural es hacia Italia.
Muros polémicos
La cuestión ahora podría centrarse en analizar si comienzan a surgir iniciativas que secunden de algún modo, aunque sea parcial, los llamamientos del Santo Padre.
Es cierto que la Unión Europea ha comenzado a firmar acuerdos con varios países africanos -Nigeria, Senegal, Mali, Níger y Etiopía-, como veremos enseguida. Sin embargo, la intensa actividad en la construcción de vallas y muros, o al menos en su anuncio, con el fin de evitar efectos llamada, no invita al optimismo.
En el otro lado del Atlántico, el candidato republicano Donald Trump, en plena recta final de campaña, reiteraba la promesa que ha molestado tanto al mundo hispano: “Quiero construir el muro, tenemos que construir el muro” (con México). Aunque ya no repetía lo que ha indignado aún más a los mexicanos estos meses: que tendrían que pagar ellos la factura de los más de tres mil kilómetros.
A este lado del océano, en simultáneo al desmantelamiento de “la jungla” de Calais, Francia y Reino Unido anunciaban en septiembre la construcción de un muro de cuatro metros de alto y un kilómetro de extensión en la misma localidad gala con el fin de prevenir la llegada de refugiados e inmigrantes a Gran Bretaña, informaba la CNN.
“Ya hicimos la cerca. Ahora haremos un muro”, anunció el ministro de Inmigración británico Robert Goodwill. A pesar de las actuales medidas de seguridad –que incluyen una cerca–, Goodwill dijo que algunas personas aún se arriesgan a viajar a Reino Unido.
Sin embargo, han surgido ya algunas protestas y argumentos en contra del muro de Calais. Los conductores de camiones británicos han criticado su construcción por considerarlo “un uso pobre del dinero de los contribuyentes”, en palabras de Richard Burnett, líder de la Asociación de Mercancías por Carretera.
Y en declaraciones recogidas por el diario británico The Guardian, François Guennoc, de la ONG Auberge des Migrants, que trabaja en Calais, asegura que «este muro solo hará que los inmigrantes tengan que ir más lejos para atravesarlo». «Cuando levantas muros en cualquier lugar del mundo, la gente encuentra maneras de saltarlos. Es una pérdida de dinero. Puede hacer que las cosas sean más peligrosas. Aumentarán las tarifas de los traficantes de personas y la gente acabará asumiendo más riegos«, señaló Guennoc.
Sin embargo, también en países que han visto crecer y caer el muro de Berlín, por pertenecer a la antigua órbita soviética, se han comenzado a levantar cercas y muros, con el fin de frenar a los migrantes camino de Alemania.
Algunos de los Estados que han tomado iniciativas de este estilo son Bulgaria, en la frontera turca; Hungría, en sus fronteras con Serbia y Croacia; Eslovenia, con Croacia; Macedonia, con Grecia; y Estonia, que ha votado construir un muro en la frontera con Rusia, además de Grecia y de los citados Reino Unido y Francia.
Como es sabido, España tiene altas vallas con Marruecos en las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla desde hace años, de 8 y 12 kilómetros respectivamente, con el fin de disuadir de la entrada ilegal a migrantes por el país alauita. Y no hay que olvidar el muro de Israel en Cisjordania, de más de 700 kilómetros de barrera con los palestinos.
En definitiva, con la caída del muro de Berlín en 1989, y la economía globalizada, no pocos analistas pensaban que se acabarían los muros, pero los flujos migratorios y los conflictos los han puesto en marcha de nuevo.
Junto al levantamiento de estos muros, hay que mencionar también una reciente iniciativa con tintes positivos, aunque los matices no son conocidos en su totalidad: La Unión Europea ha comenzado a firmar acuerdos con países africanos. El motivo no es facilitar la acogida de migrantes, ni su integración en Europa, pero está llegando a compromisos. Se trata de Nigeria, Senegal, Mali, Níger y Etiopía.
El objetivo de la Unión es el control migratorio. Se acusa a los organismos de la UE de condicionar la ayuda al desarrollo de los Estados. Pero Bruselas lo niega. El tiempo dará o quitará razones, mientras el Papa Francisco llama a Europa a “recuperar la capacidad de integrar que siempre ha tenido”.
“Todos los muros caen, hoy o mañana”
Volviendo de Filadelfia el año pasado, un periodista alemán preguntó al Papa por la crisis migratoria, y por la decisión de varios países de blindar sus fronteras con alambres de espino. El Santo Padre Francisco fue tajante. La palabra crisis esconde detrás un proceso largo, provocado en buena parte por “la explotación de un continente contra África”, y por las guerras. Sobre las vallas y alambres, manifestó: “Todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. El problema permanece. Y permanece con más odio”.
Más adelante, reiteró la misma idea en una catequesis de los miércoles, ya en Roma: “En algunas partes del mundo surgen muros y barreras. A veces parece que la obra silenciosa de muchos hombres y mujeres que, de muchos modos, se ofrecen para ayudar y asistir a los prófugos y migrantes, sea opacada por el murmullo de dan voz a un instintivo egoísmo”.
La mayor solidaridad: Italia
La nación italiana se ha convertido en los últimos tiempos en el país de acogida por excelencia. No sólo rescata de morir ahogados a 160.000 migrantes al año, sino que parece querer acoger a los que Francia y Alemania no admiten.
Mario Marazitti, presidente de la Comisión de Asuntos Sociales de la Cámara de Diputados, asegura que Italia, al contrario que otros países de Europa, ya ha tomado una decisión. En declaraciones recogidas por El País, ha manifestado: “Europa es una vieja señora, casi sin descendencia, que tiene que decidir si quiere seguir envejeciendo sola, encerrada en su hermosa casa, rodeada de muebles, cuadros y joyas, o compartiendo el futuro con los que llegan. Las migraciones, en vez de un peligro, son una gran ocasión. Una transfusión de futuro y solidaridad para la vieja señora”.
El prefecto Mario Morcone, jefe del departamento de Inmigración del Ministerio del Interior, ha manifestado: “No hay conexión entre inmigración y criminalidad, como no hay ninguna conexión entre inmigración y terrorismo. Ninguna. Y no es una opinión mía. Lo dicen los datos. No hay ningún tipo de conexión”.
“Nuestro país” -explica Morcone- “era hasta hace poco un lugar de paso para los migrantes, pero ahora, al ser rechazados por Francia o Alemania, no tienen más remedio que quedarse aquí. En la actualidad, son casi 160.000 las personas que tenemos en situación de acogida, distribuidas por todo el territorio, sostenidas por familias, asociaciones y Ayuntamientos. Pero hoy la apuesta no es tanto la acogida, sino la inclusión y la integración”.
Con este fin, el Estado italiano ha comenzado a buscar apoyos en la sociedad civil. Un ejemplo son los corredores humanitarios puestos en marcha por la Comunidad de San Egidio y la Iglesia Evangélica.
Cifras y datos en torno a los flujos migratorios
-Trescientos mil migrantes sólo este año. En lo que llevamos de 2016, más de trescientos mil migrantes han llegado a Europa por el Mediterráneo; casi 170.000 por Grecia, y 130.000 a través de Italia, y se han ahogado o desaparecido más de 3.500 personas. Grecia ha solicitado ayuda estos días para atender a 60.000 refugiados, atrapados en su país tras el cierre de las fronteras por el acuerdo entre la Unión Europea y Turquía. “Necesitamos mantas ahora”, dice el Ejecutivo heleno.
-Nuevos anuncios de muros. Con el fin de disuadir la llegada de migrantes, algunos países han anunciado o puesto en marcha cercas y vallas fronterizas, también muros, que se suman a los existentes en naciones como Israel o España. Son Francia y Reino Unido en Calais, Bulgaria, en la frontera turca; Hungría, en sus fronteras con Serbia y Croacia; Eslovenia, con Croacia; Macedonia, con Grecia; y Estonia en la frontera con Rusia. En Estados Unidos, Trump ha anunciado un muro en la frontera con México si gana las elecciones.
-Italia, un esfuerzo de solidaridad. La nación italiana se ha convertido en el país de con mayor acogida de migrantes. No sólo rescata de morir ahogados a 160.000 migrantes al año, sino que parece querer acoger a los que Francia y Alemania rechazan. Ahora tiene más de 160.000 personas alojadas por todo el país, y sostenidas por familias, asociaciones y ayuntamientos.