Iniciativas

Maite Gutiérrez: Muchos síes que dan abundante fruto

Maite Gutiérrez: 37 años de casada, 13 hijos, 8 nietos y dos en camino. Madrileña, con gran confianza en la providencia divina.

Omnes·14 de marzo de 2018·Tiempo de lectura: 3 minutos

Señor, si tú me la pides, yo te la doy”, esa fue la respuesta de Maite a la vocación de su primogénita, con la que comparte nombre. Hace 17 años, la joven habló con sus padres y les comunicó la llamada que Dios le hacía a la vida religiosa contemplativa. Con los años, también su sexta y novena hija se irían al convento. Las tres son hermanas de Iesu Communio, instituto religioso que intenta hacer suyo el grito de Jesús en la cruz: “Tengo sed”.

Maite y Paco iniciaron el camino del matrimonio hace 37 años. Una vida marcada por un cúmulo de síes: sí a la vida, a la adopción y a las vocaciones. Con generosa y valiente apertura han formado una familia de trece hijos: diez biológicos y tres adoptados. Ocho son mujeres y cinco son varones, la mayor tiene 36 y el pequeño 15 años. A este “clan” -como les gusta llamarse- se suman tres yernos y una nuera, ocho nietos y dos que vienen en camino.

A pesar de haber pasado por estrecheces económicas, la pareja ha experimentado cómo el Señor no se deja ganar en generosidad. Nunca les ha faltado nada. “Nosotros solo teníamos mucho cariño para dar, dos cuartos de baño, 5 dormitorios y muchas literas”, explica esta médico de profesión que ha intentado compatibilizar su trabajo profesional con la vida familiar.

Economistas, médicos, militares, ingenieros, monjas y profesores: sus hijos han salido adelante. Al preguntarle si han podido atender a las necesidades emocionales de cada uno, asiente con la cabeza, pero no sabe cómo lo han conseguido. No tienen duda de que el Señor lo ha hecho todo.

La vida familiar se ha ido construyendo de pequeños momentos. Por ejemplo, al freír huevos se acercaban a mí, me contaban sus cosas y también hablábamos de temas trascendentales. En una familia numerosa compartir la vida con muchos hermanos es enriquecedor y enseña a compartir, a renunciar. Además, que dos de ellos tengan algunas discapacidades, ha supuesto un trabajo constante de superación para todos. Con nuestros fallos y límites, creo que hay algo que sí se ha transmitido. Hoy lo único que podemos hacer es dar gracias a Dios”, afirma Maite.

Un abrazo conjunto a la adopción

El tema de la adopción ha sido recurrente en estos esposos. Desde novios habían hablado de la posibilidad de adoptar y a raíz de la guerra en Bosnia, se lo volvieron a plantear ya que muchos niños necesitaban ser amparados. Cuando empezaron el expediente para la adopción, tenían siete hijos y esperaban al octavo.

Tuvieron varias entrevistas con los funcionarios de la Comunidad de Madrid. Les preguntaron si estarían dispuestos a tener hijos enfermos o con discapacidades, y siempre dijeron que sí. A un hijo biológico también lo aceptarían como viniera, aseveran. “En la última reunión nos ofrecieron a una niña de 22 meses con síndrome de Down. Fue un momento muy difícil y especial para los dos. Lo consultamos con nuestros hijos y la aceptamos por unanimidad. Es ahí cuando sientes todas las palabras del evangelio. Una de esas frases que nos marcó dice: Soy yo, no temáis”, cuenta con la voz quebrada.

Después de Reyes, la pareja tuvo a su décima hija biológica. “Todavía teníamos capacidad para dar cariño y queríamos adoptar nuevamente. No sin antes hablarlo con nuestros hijos, ellos han sido protagonistas de todas las decisiones”. A sus tres meses y con síndrome de Down, llegó Marcos a este clan.

Afrontar la discapacidad es más fácil cuando te das cuenta de que son niños que necesitan amor, van aprendiendo a su ritmo y sin ninguna pretensión. “Reyes y Marcos han evolucionado mucho. Aunque no esperamos nada, preferimos sorprendernos con sus avances”, expresa.

Tres años después y con doce hijos, volvió a surgir la idea de la adopción. La Comunidad de Madrid les dio la oportunidad de acoger a un niño con un pequeño problema en la vista. Guillermo tenía tres años cuando llegó a esta gran familia. Su mayor ilusión durante los primeros años era tener el apellido familiar y cuando por fin lo pudieron adoptar legalmente, fue tal la alegría que celebraron la noticia con una fiesta.

“Esta es nuestra historia, de esa forma han llegado mis trece hijos a casa. Si ves con los ojos del mundo lo que hemos hecho en esta familia no lo entiendes, pero esto no es del mundo. Hemos dicho siempre que sí a lo que Dios nos iba pidiendo”, concluye Maite con una sonrisa.

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