Todo Finlandia es una sola diócesis. En un país de cinco millones y medio de habitantes, el registro diocesano nos da la cifra de apenas 17.000 católicos. Pero la realidad supera con creces la estadística. Calculamos que en Finlandia podríamos ser ya más de 30.000 católicos.
Gracias a Dios, desde hace varios años tenemos un crecimiento anual constante de 500 nuevos católicos. La mitad viene a través de bautismos de niños y adultos, y la otra mitad por la llegada de inmigrantes y refugiados. En todo el país tenemos 8 parroquias católicas esparcidas en una extensión de 338.440 kilómetros cuadrados.
Con estos datos es fácil comprender que nuestra labor pastoral va más allá de las parroquias entendidas como locales donde se congrega el pueblo de Dios. Como tantas veces nos anima el Papa Francisco, somos una Iglesia en salida. Una Iglesia en busca de sus hijos diseminados por la amplia geografía finlandesa. No en vano, para muchos, la parroquia más cercana está a 50 kilómetros, 100 kilómetros, 300 kilómetros…
Para atender a esos fieles contamos también con el inmenso don del ecumenismo. En Finlandia el ecumenismo es un milagro concreto y generoso. Entre otras razones porque podemos utilizar templos no católicos a lo largo y ancho del país. Al mes celebramos en 20 templos no católicos que la Iglesia luterana y la Iglesia ortodoxa nos prestan en 20 ciudades distintas.
Inmigrantes ahora sacerdotes
La primera gran oleada de refugiados católicos llegó como consecuencia de la guerra en Vietnam y la persecución comunista. Una de las familias que huyó, superando dificultades indescriptibles, tuvo el gran regalo de recibir en su seno la vocación sacerdotal de uno de los hijos, que es ahora párroco en Tampere, la segunda ciudad más grande del país. De ahí se atienden cuatro ciudades más.
La misma alegría recayó en otra familia que huyó de la guerra fratricida en Ruanda. El padre de familia fue asesinado mientras huía con su mujer e hijos. El primogénito también descubrió su vocación sacerdotal en Finlandia. Es el actual párroco de la catedral de Helsinki. Desde la capital se viaja a media docena de ciudades.
La labor pastoral es muy dinámica y exige también espíritu de iniciativa e imaginación. Quisiera compartir con los lectores dos experiencias vividas personalmente. La primera comenzó en enero de 2020 antes de decretarse universalmente la pandemia del Covid-19. Una familia católica de Kerava, ciudad pequeña a unos 40 kilómetros de Helsinki, me pidió celebrar Misa un domingo en su casa. Acepté gustoso con la condición de que invitaran a católicos conocidos de la zona. Vinieron dos familias. Al mes siguiente nos reuníamos cuatro familias por lo que el piso resultó ya muy pequeño.
Hablando con el párroco católico al que pertenece la zona de Kerava, le propuse contactar con la iglesia luterana local a ver si tenían una capilla donde reunirnos y celebrar la santa Misa los domingos. Al explicar el proyecto al párroco luterano le dio una gran alegría y dijo que sería un honor que hubiera Misa católica en su parroquia. Nos dejó usar una capilla aneja al gran complejo de edificios de la parroquia. Llegó la primera Misa en la capilla y éramos 20 los participantes.
Pero comenzaron las primeras restricciones por Covid en Finlandia. La condición que puso el pastor era prudente pues ya estábamos metidos en la pandemia. Me pidió no pasar de 20 participantes. Llegó el siguiente domingo y éramos 27 personas. Se nos había quedado pequeña la capilla. De nuevo, me sorprendió la generosidad del párroco, que nos ofrecía otra capilla más grande donde caben fácilmente 100 personas. Allí celebro actualmente una vez al mes para 70-80 personas. Nuestro objetivo es usar la iglesia de la ciudad con capacidad para 300 personas. Justo el número de católicos que calculo hay en un radio de 15 kilómetros de Kerava. Todo llegará.
A nuestra Misa se acercan y participan algunos cristianos no católicos. Algunos por curiosidad, otros por devoción. Éste ha sido el caso de un matrimonio joven de pentecostales que viven cerca de la iglesia donde celebramos. No han faltado a ninguna Misa católica y después de una preparación catequética adecuada se han incorporado a la Iglesia católica a finales del pasado octubre. En las dos últimas Misas había un par de familias desconocidas para mí que resultaron ser luteranos. Se ve que Dios se sirve de nuestra Misa para atraer a otros cristianos a la comunión plena. El párroco luterano lo sabe y manifiesta su agradecimiento al Señor. Esto es Finlandia.
Católicos africanos en Finlandia
Por otra parte, hace cinco años comenzamos en la diócesis una capellanía para atender pastoralmente a los africanos que viven en Finlandia. Nuestras parroquias en Helsinki se han quedado pequeñas para la gran cantidad de católicos africanos que desean escuchar la Palabra de Dios y recibir el Señor en la Eucaristía. Además, muchos de ellos tienen horarios laborales muy complicados, con frecuencia con trabajo en domingo y con distancias enormes que recorrer para llegar a la iglesia católica.
En una ocasión, un pastor luterano me comentó que en la Misa en su parroquia había muchos africanos, seguramente católicos, por la forma de participar en la liturgia. Era claro que necesitábamos un templo más grande y cercano, en donde pensamos que vive la mayoría de africanos en la cuidad metropolitana.
Fuimos a hablar con el obispo luterano de Helsinki que nos acogió con mucho cariño. Inmediatamente nos ofreció la parroquia donde él había sido párroco antes de ser elegido obispo. Es un templo bien situado y conectado por diversos medios de transporte. Además, con una capacidad para casi mil personas.
En Helsinki viven dos sacerdotes de origen africano: uno de Ruanda y otro de Camerún. Éste último recibió el encargo de ser el capellán para la pastoral con africanos. La capellanía comenzó a celebrar la Misa cada domingo en el templo luterano desde septiembre de este año. Más de 350 personas se congregan al ritmo de la música y bailes africanos. Cada semana se turna un coro de un país africano que también organiza la liturgia: Kenia, Camerún, Nigeria, Congo, Costa de Marfil, Uganda, Sudán del Sur…. No hay problema en llenar los 52 domingos del año con representantes de 52 países o tribus.
También latinoamericanos
En este último período están llegando de Latinoamérica decenas de católicos huyendo de Venezuela y de Nicaragua. Cuando un refugiado llega a Finlandia, las autoridades examinan con detenimiento su caso. Si lo consideran apto para ser admitido en el país le facilitan alojamiento, cursos para poder trabajar y clases de finés. Para nosotros es un desafío dar con ellos, pues no se les pregunta sobre religión, y en sus primeras semanas se les da alojamiento fuera de Helsinki, a veces muy lejos de las parroquias católicas. Estamos conociendo a muchos y éstos avisan a sus compatriotas. Las fiestas populares son ocasión para reunirse y en ocasiones comienzan con la Misa. En una pequeña ciudad a 230 kilómetros de Helsinki hay una comunidad muy viva de latinoamericanos. Allí se celebra la Eucaristía una vez al mes en español para ellos, en un templo ortodoxo.
Estamos en diálogo con las autoridades civiles para poder ser referente en la acogida de personas provenientes de países de mayoría católica. Hay voluntad de cooperación. Somos pocos pero el esfuerzo vale la pena. Para muchos la integración en el país pasa por su integración en su comunidad católica. Es un trabajo importante que requiere paciencia y audacia para salir fuera de los muros de la propia estructura católica, y buscar a las personas allí donde están, aunque sea a 500 kilómetros.
Corresponsal de Omnes en Finlandia.