Experiencias

Experiencia en la gestión del patrimonio de una congregación religiosa

La gestión del patrimonio de una congregación religiosa requiere conjugar dos lenguajes: el económico o secular y el religioso. Michele Mifsud, Ecónomo general adjunto de la Congregación de la Misión de los Padres Paúles, expone su experiencia.

Michele Mifsud·9 de agosto de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos

Foto: miembros de la Curia de la Congregación de la Misión, en una celebración mariana.

Desde hace más de una década trabajo en la tesorería general de una congregación católica, donde me encargo de administrar unos bienes que, en última instancia, están destinados al servicio de los pobres. Para poder entenderlo, es necesario fundamentar el propio trabajo en un sistema económico basado en el valor, entendido desde un punto de vista religioso.

Por tanto, la economía y las finanzas se consideran como una economía fraterna, es decir, con una perspectiva orientada a la ayuda a los pobres. Sólo de esta manera es posible evitar caer en la tentación de administrar mal los bienes. Porque, como decía el Santo Padre Juan XXIII, todavía no somos ángeles, es decir, siempre podemos cometer errores que nos desvíen del uso correcto de los bienes y las propiedades que están a nuestra disposición.

El bien común en la gestión del patrimonio de una congregación

El cardenal Peter Turkson, cuando era presidente de la Comisión Pontificia Justicia y Paz, dijo en 2012 que los obstáculos al servicio del bien común se presentan de muchas formas, como la corrupción, la ausencia del estado de derecho, las tendencias a la codicia, la mala gestión de los recursos; pero lo más significativo para un líder empresarial a nivel personal es llevar una vida dividida.

Estas advertencias son importantes para no llegar a una situación de crisis financiera con el pánico consiguiente, causado por tener inversiones comprometidas, una deuda externa, la mala gestión de la tesorería y la ruptura de los sistemas y las estructuras de responsabilidad.

Conjugar lo secular y lo religioso

El aspecto importante que hay que entender es que hay dos lenguajes relacionados con los aspectos financieros, un lenguaje del mundo económico y secular, y otro del mundo misionero y religioso.

La economía habla a través del lenguaje del mundo secular, por lo que hace referencia a los movimientos de dinero en diferentes divisas, considera si hay una ganancia o una pérdida, si hay ingresos o gastos, prepara y respeta un presupuesto, realiza inversiones, controla la posición financiera y el patrimonio.

La misión habla puramente con el lenguaje religioso, utilizando los términos agradecimiento, sencillez, justicia, sacrificio, compartir, ministerio, voto de pobreza.

En el centro de los dos lenguajes están los valores; evidentemente, para funcionar la misión religiosa debe utilizar el lenguaje económico, pero sólo como un medio; el valor para el mundo religioso es el del lenguaje misionero. Para el mundo secular, en cambio, el lenguaje económico es a la vez un medio y una medida de valor.

Los valores que permiten el funcionamiento de una congregación religiosa se basan en el Evangelio de Jesucristo: Mateo 25, 14-30, la parábola de los talentos sobre la laboriosidad y el trabajo, sobre la administración y la gestión.

Magisterio pontificio

Las enseñanzas de la Iglesia se encuentran en las encíclicas Rerum Novarum, de León XIII (1891); Centesimus Annus, de Juan Pablo II, en 1991. El ejemplo del Papa Francisco, además del ejemplo personal, se expresa en Evangelii Gaudium, de 2013; en Laudato Si’, de 2015, y en Fratelli Tutti, de 2020.

En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium el Papa Francisco habla de la inclusión social de los pobres, de que el corazón del mensaje moral cristiano es el amor recíproco, que debe motivar a los cristianos a compartir el Evangelio, ayudar a los pobres y trabajar por la justicia social; evitar el mal del poder que crea y alimenta la desigualdad y la indiferencia, llevando a la mundanidad espiritual. En efecto, el papel del dinero es servir, y no gobernar a la humanidad.

La vida de cada persona adquiere sentido en el encuentro con Jesucristo y en la alegría de compartir esta experiencia de amor con los otros, con vidas enraizadas en el amor misericordioso de Dios.

En la encíclica Laudato Si, de mayo de 2015, el Papa Francisco habla de algo más que de la simple ecología; se pronuncia sobre la relación con Dios, con el prójimo, con la tierra en una comunión universal, con el destino común de los bienes. Contrapone el valor del trabajo humano a un énfasis excesivo en la tecnología, la ecología humana que se deriva del bien común.

Fratelli Tutti, de octubre de 2020, es una encíclica social del Papa Francisco que pretende promover una aspiración universal a la fraternidad y a la amistad social, como en la parábola del buen samaritano, donde los buenos prójimos no dan la espalda al sufrimiento, sino que actúan con el corazón abierto, en un mundo abierto centrado en la persona, donde el encuentro es diálogo y amistad.

Prioridades en la gestión del patrimonio de una congregación

Los valores, pues, como puente entre los dos mundos, el secular y el religioso, se complementan en la misión de Jesucristo para alcanzar el reino de Dios. Los valores son la responsabilidad financiera, la justicia, la entrega, el sacrificio, la transparencia, el compromiso en el trabajo, la relación entre el bien común y la solidaridad, la comunión y la fraternidad, la sencillez a través de la pobreza y la austeridad. Esta es la economía fraternal, que lleva a la necesidad de una buena guía.

Los retos para la aplicación de estos valores y los obstáculos pueden superarse a través del diálogo, poniendo en marcha estructuras que sigan las mejores prácticas de trabajo, pero siempre con el Evangelio como referencia.

El autorMichele Mifsud

Ecónomo general adjunto de la Congregación de la Misión de los Padres Paúles, asesor financiero y de inversiones registrado.

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