El templo parroquial tiene poco más de cien años. De edificación sencilla y tamaño modesto, responde al carácter de una parroquia del extrarradio –en esto, sí ha habido cambios desde su construcción, por lo mucho que se ha extendido la ciudad– y situada en una zona urbana poco favorecida: característica que, en cambio, no ha desaparecido. El desempleo es frecuente, la tasa de población inmigrante es alta. A la parroquia acuden personas de 27 nacionalidades diferentes, aunque la mayoría proceden de Latinoamérica.
Reparto de comidas
Visitamos la parroquia a última hora de la mañana, y en ese momento un grupo de mujeres anima con su conversación la placita rectangular que hay delante de la iglesia. Se están congregando enfrente del templo, al otro lado de la plaza, delante de un edificio sencillo que pertenece a una institución religiosa que lo pone a disposición de la parroquia para su actividad social. Se advierte con claridad que también esas mujeres son inmigrantes, y de condición modesta. Cuando les preguntamos, nos explican que están esperando a recibir las raciones de comida que los voluntarios les entregan cada día y con las que ayudan a salir adelante a sus familias. “Junto a los pobres y las familias” dice la página de inicio de la página web de la parroquia, como definiéndola, y se comprueba que no hay nada más real ni menos “demagógico” que esa afirmación. “Soy de Perú”, “Yo de Bolivia”…, nos dicen las mujeres, y añaden que tienen tres, cuatro hijos, y que su marido está en paro, o que hace algunas chapuzas, o que… “no tengo marido”.
Los que ayudan, y a los que se ayuda
Dentro de la sala principal del edificio, situada en la planta baja, los voluntarios y voluntarias están cocinando y empezando ya a servir la comida a varias decenas de personas, incluidas algunas familias completas. Aunque la instalación tiene la simplicidad de un comedor social, el ambiente es alegre y digno, y a nadie le importa conversar con los visitantes. En los pisos superiores del mismo edificio, la parroquia ha instalado también un albergue donde ofrece techo a personas sin casa, mientas procura ayudarles a resolver los problemas más graves y les gestiona un trabajo o alguna solución más duradera.
Algunos de estos detalles nos los explica, por ejemplo, un señor de nombre Ángel, ilusionado con la perspectiva de un próximo empleo. Vivía en la calle hasta que fue acogido en el albergue parroquial, y ahora es, además, orgulloso voluntario en el comedor social. Haciendo de “gerente” y organizadora está allí la Hermana María Sara, una peruana (virgen consagrada), el principal apoyo de la parroquia en esta actividad; pero se cuenta con la ayuda de otras personas, muy comprometidas.
Vemos que un grupo de chicos con uniforme de colegio y de (obvia) diferente extracción social están ayudando a servir las comidas: vienen por turnos varios días a la semana para echar una mano, y a cambio aprenden y maduran. El párroco nos indica que “aquí todos son voluntarios, porque intentamos que cada persona se sienta responsable con esta obra social, para que no vengan sólo a recibir sino que lo sientan como suyo”. Se trata de un empeño que determina todas las actividades: que no se note la diferencia entre los que necesitan ayuda y los que vienen a ayudar, para que nadie se sienta humillado. De esta forma, cada persona que viene en busca de ayuda se siente muy a gusto y está como en familia.
Desde lo material hasta lo espiritual
La parroquia ha englobado estas iniciativas en el concepto “Obra social Álvaro del Portillo”, poniéndolas bajo la intercesión del beato Álvaro, el primer sucesor de San Josemaría en el Opus Dei, que en 1934 acudía a este lugar para participar como catequista en las actividades de la parroquia. En el templo, un altorrelieve explica gráficamente esta vinculación, que se ha traducido en un esfuerzo por la promoción social y cristiana del barrio.
Tan sorprendente –¿o habría que decir más bien “tan poco sorprendente”? – como la actividad en el comedor y el albergue social es el hecho de que el impulso de esta iniciativas proviene del Santísimo Sacramento. El Señor está expuesto en al altar de la iglesia todas las mañanas, y tres días a la semana durante todo el día. No está solo; hay grupos de personas del barrio haciendo una visita o rezando por más tiempo. También en un piso alto del albergue hemos visto una pequeña capilla, con el Señor en el Sagrario; hablando francamente, en este contexto la presencia de la Eucaristía conmueve.
Diversos grupos y proyectos
Posiblemente sea ésa la causa de que en esta parroquia no se vea nada parecido a falta de actividad, resignación o preocupación por el futuro, a pesar de las dificultades de los habitantes del barrio. Hay grupos de Marías de los Sagrarios, de Renovación Carismática, de Acción Católica. Se ofrecen Cursos Alpha para grupos de alejados de la fe; hay “centinelas” que se ocupa de la actividad “Luz en la noche”, invitando a los viandantes a un rato de oración, con música y ambientación adecuadas; el Centro de Orientación Familiar “Nazaret” con actividades para matrimonio y para los hijos; actividades de Caritas; convivencias, ejercicios espirituales y, naturalmente, catequesis y suficiente disponibilidad para oír confesiones y recibir los demás sacramentos.
El párroco, don José Manuel Horcajo, nos explica que están en marcha “hasta treinta proyectos que intentan abarcar todo el bien de cada persona, desde sus necesidades materiales, pasando por las dificultades familiares y llegando a lo espiritual. Cuando una persona viene pidiendo comida, comenzamos por darle un plato en el comedor, pero le haremos un seguimiento personalizado para ayudarle en su situación laboral, familiar y espiritual. Queremos hacer de ese pobre, una persona feliz, un santo”.
Por eso, cuando se visita la página de San Ramón Nonato en internet, tras la presentación de la parroquia y la expresión de la disponibilidad del párroco, lo primero que se encuentra es una petición de ayuda y de personas voluntariss: jóvenes para la evangelización; alguien que se ocupe de la página web; una furgoneta para transportar ropa y alimentos; interesados en ayudar a niños discapacitados. Sin duda, es una magnífica señal. Según nos indica el párroco: “Cuantos más voluntarios mejor, así podemos llegar a más, mejorar el servicio y ampliar otros proyectos que todavía están esperando”.