«Como cristianos debemos ser los primeros en evitar la lógica de la oposición y la simplificación, buscando siempre el acercamiento, el acompañamiento, la respuesta serena y razonada a las preguntas y objeciones». Esta frase del Papa Francisco, pronunciada el pasado viernes en presencia de algunos representantes de medios de comunicación católicos reunidos en el Consorcio Internacional «Catholic Fact-Checking» recibido en audiencia, nos interpela como periodistas y comunicadores y pone en el centro de la reflexión una actitud básica que debe caracterizar nuestras profesiones.
Se trata de una reflexión que venimos realizando desde hace algunos años con algunos estudiosos y profesores universitarios -entre ellos el filósofo italiano Bruno Mastroianni- y que pone de manifiesto la necesidad de dar un lugar destacado a la educación de los jóvenes, a los que hay que mostrar que no todo puede reducirse a «uno contra uno», sino que la confrontación pacífica y respetuosa puede dar el fruto maduro del crecimiento mutuo.
Aquí el Papa habla del «estilo del comunicador cristiano». No es casualidad que, refiriéndose también a las dinámicas sociales que caracterizan desde hace un par de años las discusiones en torno a la pandemia del Covid-19, Francisco haya invitado a contrarrestar las fake news, pero teniendo como prioridad el respeto a las personas.
Un estilo universal
Y sin embargo, esta es una actitud que, en mi opinión, debería caracterizar la comunicación como tal, sin categorías de ningún tipo. La propia palabra identifica una conexión, una unión de dos polos que están muy alejados. Por lo tanto, si ese «paso» se corta y el vínculo se rompe a través de desacuerdos y conflictos exacerbados, se pierde la esencia misma de la comunicación, de entrar en relación a través de argumentos.
Esto lo vemos muy claramente en las redes sociales, de las que se desprende claramente que en los enfrentamientos en línea, en los conflictos acalorados, la perdedora es la propia comunicación, y básicamente las propias personas que discuten. Esto no significa, por supuesto, que no haya «crisis» o situaciones problemáticas que puedan generar conflictos. La crisis, en este caso, no es algo que haya que rehuir, sino una oportunidad para comunicar mejor, para asumir las razones del debate, el valor de los argumentos y mostrar así el respeto mutuo de los interlocutores.
Información correcta
En otro pasaje de su discurso, el Papa recordó que estar correctamente informado es un derecho humano, que debe ser garantizado «especialmente a los que están peor provistos, a los más débiles, a los más vulnerables». La perspectiva de esta afirmación radica en que «correctamente», que consiste en proporcionar realmente la información. Esto ocurre cuando la persona se pone en situación de adquirir más conocimientos sobre un hecho o incidente de los que tenía antes. Si, por el contrario, hay engaño o incluso manipulación, no se está informado en absoluto.
La información correcta es, sin duda, la que respeta a las personas que la reciben, tiene en cuenta el contexto, la «complejidad» de las situaciones, y añade algo más, permitiendo al «receptor» adquirir un conocimiento lo más completo posible. Por lo tanto, no basta con ser el destinatario, «por derecho», de un determinado contenido, sino que es imprescindible serlo de forma plena y correcta.
La ética de los algoritmos
El Papa no podía dejar de mencionar los algoritmos digitales, que hoy en día están diseñados para maximizar el beneficio y acaban alimentando la radicalización y el extremismo, claramente en detrimento de una sociedad que pueda llamarse realmente «informada, justa, sana y sostenible». Este aspecto sugiere que debemos considerar el valor ético de estas innovaciones, que no surgen por sí mismas, sino que son el resultado del ingenio humano, y como tal deben servir para su bien.
Esto nos remite al respeto por cada persona, que las técnicas deben preservar siempre. De hecho, una verdadera «revolución», ya sea tecnológica como en este caso, es tal si aporta algo bueno a la humanidad; si, por el contrario, es perjudicial, hay que evitarla a toda costa, y así seguro que no nos equivocamos.