Uno de los mayores temores es que los cristianos empiecen a abandonar Anatolia. El terremoto que asoló Turquía el pasado mes de febrero ha golpeado con especial dureza esta región del país transcontinental, situada entre Asia occidental y Europa, hasta tal punto que incluso la simple retirada de las muchas toneladas de escombros de los numerosos edificios derrumbados parece un trabajo ingente, sin ninguna posibilidad de éxito.
Además no podemos olvidar que algunas zonas siguen aisladas, ya no tienen gas ni internet. Aquí, pues, ante los ojos de monseñor Paolo Bizzeti, vicario apostólico de Anatolia, se materializa la peor pesadilla: «Si no conseguimos ayudar a quedarse a los cristianos locales que lo han perdido todo, se producirá un gran empobrecimiento de la presencia. Y esto será un empobrecimiento para todos, porque nuestra provincia de Hatay es un ejemplo encomiable de convivencia, incluso entre religiones».
A todos interesa, dice el obispo, que «siga habiendo presencia cristiana en Antioquía, que después de Jerusalén es la ciudad más importante para el cristianismo».
¿Cuántos cristianos hay actualmente en Anatolia?
–Hay unos mil cristianos locales a los que hay que añadir 3 o 4 mil refugiados cristianos: iraquíes, sirios, afganos, iraníes, africanos. En toda Turquía hay tres diócesis latinas, con muchos miles de fieles, e Iglesias hermanas como la armenia, la siríaca y la caldea. En total, los cristianos son el 0,2% de toda la población del país.
¿Cuál es la situación tras el terremoto?
–En la ciudad de Iskenderun, localidad de la provincia de Hatay en la que me encuentro, la vida vuelve lentamente a la normalidad, pero hay grandes urgencias que resolver. La retirada de escombros ha comenzado aunque sigue siendo un trabajo muy difícil. Hace unos días, un temporal marítimo complicó incluso el trabajo de los socorristas. La situación sigue siendo especialmente grave en Antioquía, donde los temblores del terremoto fueron más devastadores y donde no está claro por dónde puede empezar la reconstrucción. Por todo ello, muchas personas se han marchado y otras lo harán pronto.
¿Qué necesitan los supervivientes?
–En primer lugar, alimentos y medicinas. Pero también hay necesidades psicológicas: apoyo para sobrellevar el duelo y entender cómo recuperarse tras una tragedia así. Si queremos que la gente se quede, debemos darles una esperanza realista.
¿Han resultado dañadas las estructuras eclesiásticas por el terremoto?
–La catedral de Iskenderun se derrumbó por completo y tendrá que ser totalmente reconstruida, pero también se vio afectada la iglesia de Antioquía, con su albergue contiguo que albergaba a los peregrinos que también iban a Jerusalén. Sin embargo, para nosotros ahora son más importantes las «piedras vivas», que son nuestros cristianos locales. Debemos intentar evitar que se marchen en busca de una situación mejor.
¿Y cómo ayuda la Iglesia?
–En los últimos meses hemos distribuido unas 20.000 comidas calientes, 1.500 paquetes de productos de primera necesidad, 16.000 mantas, 3.000 pares de zapatos e incluso 16.000 pañales para los niños. Y no sólo eso. También contribuimos económicamente donando 180.000 liras turcas. En Iskenderun también creamos pequeñas clases escolares para ayudar a los niños a estudiar a pesar de todo.