“El que veía series antes era el ‘friki’. Ahora parece que lo es el que no las ve”. Este comentario se escuchó durante un coloquio en la presentación de un estudio elaborado a partir de una encuesta hecha por El observatorio de las series. Dicho estudio ha tenido repercusión en muchos medios, y basta una búsqueda en Google para conocerlo.
Los datos de hecho
El estudio del año 2019 se llevó a cabo en enero, realizando a nivel nacional 3.140 entrevistas a través de internet con participantes a partir de 14 años, calibrados por sexo, edad y clase social, entre otros factores, para realizar este informe. Estas son algunas de sus conclusiones.
-Siete de cada diez españoles ve series como mínimo una hora al día.
-Más de la mitad reconoce que las series son “muy o bastante importantes en su vida”. En el caso de los jóvenes de 14 a 24 años, el porcentaje alcanza el 71 %.
-Uno de cada dos espectadores se identifica con algún personaje.
-Hay muchos “seriéfilos” que declaran que en un determinado momento de su vida un personaje les ha ayudado; se ha convertido para ellos en referente estético y actitudinal.
-Las historias sobre mujeres son las más demandadas por los encuestados, un 16,3 %, cifra que se duplica en la franja entre los 14 y los 24 años.
-El género favorito en España es la comedia (67,2 %).
-Un tercio de los seguidores de series se da “atracones” cuando puede. Las chicas menores de 24 años son las que lo hacen de forma más compulsiva.
-Las mujeres menores de 34 años son el grupo que más maratones de series hace (67,4 %). Apuestan por un tipo de historias con temporadas largas y capítulos largos.
-Las mujeres mayores de cincuenta años, con hijos, tienden más a la comedia romántica y a series más dramáticas o históricas.
-Nueve de cada diez seriéfilos habla de series con amigos.
-Ver las series en el ordenador es algo muy frecuente entre los jóvenes. Cabía apostar por la tablet o el móvil, pero les sigue gustando la pantalla del ordenador.
-Las mujeres trabajadoras y con hijos, que siguen llevando la mayor carga de trabajo en el hogar, las ven mientras realizan otras tareas, aunque han encontrado momentos de descanso para compartir con sus hijos.
-Hasta un 30 % de los consumidores las ve mientras usa el móvil, chatea o interactúa en redes sociales.
-El comportamiento de la gente sin hijos (hasta los 40 años) es muy parecido al de los jóvenes. No hay muchas diferencias entre alguien de veinte y alguien de cuarenta que no tiene hijos, en lo que a las series de refiere.
-El segmento de las mujeres con hijos, que es un gran porcentaje de la sociedad, no es el que más series consume, pero sí se declara como uno de los segmentos más felices y más a gusto con la vida.
-Las parejas suelen ver series juntas, pero cuando llegan los hijos se inicia la denominada edad de la divergencia. La relación es menos intensa y cada uno busca su hueco por separado.
-Dos de cada tres encuestados dicen que dejan de hacer otras cosas para ver series. Lo primero que dejan de hacer es ver otros programas de televisión. Lo siguiente es dejar de leer. Luego dejar de dormir, y luego, alguno ha contestado que dejan de estar sin hacer nada.
-No hay conciencia crítica de la cantidad de tiempo que ocupan en nuestras vidas las series. De hecho, el 40 % admite frustración y ansiedad porque les gustaría ver más.
-De entre los personajes que despiertan más interés, los ocho primeros son todos hombres: de personajes cómicos españoles, como Antonio Recio o el Luisma, a narcotraficantes como el Sito Miñanco de Javier Rey o los médicos internacionales de ayer y de hoy.
La socióloga Belén Barreiro, responsable de analizar los datos del estudio, ha comentado que “de todos los estudios que llevo visto desde hace muchos años, no hay nada que me haya hecho aprender tanto sobre la gente y sobre la sociedad que el estudio de cómo se ven las series”.
En las series, los referentes son los personajes, no los actores como en el cine, y muchos de ellos se han convertido en “ejemplos” a seguir, o han servido de ayuda e inspiración en determinados momentos. Para hacerse una idea del volumen de este fenómeno hay que saber que el año pasado, en España se estrenaron cada día una media de 1,2 series de TV o nuevas temporadas: cada día. En este momento, en nuestro país se están produciendo más de cuarenta series. Mucho se podría decir del impacto social de las series. Se trata de un fenómeno transversal a toda la sociedad. No hay grandes diferencias de consumo en la geografía española.
En general, se puede afirmar que las series son un entretenimiento que une, que no polariza y que ayuda a socializar, a generar y entablar conversación. Uno de los temas frecuentes de conversación en redes sociales son los acontecimientos y peripecias de las series. Este fenómeno ha venido de la mano de un cambio tecnológico. El hecho de que internet llegue a casi todas partes, la multiplicidad de pantallas y el visionado en streaming, han modificado los hábitos y el ocio de los espectadores/consumidores.
Muchos espectadores prefieren ver la programación “a la carta”: ver lo que le interesa, donde, cuando y como le da la gana. Esto está trayendo graves consecuencias para la publicidad. Ésta se está adaptando a nuevas fórmulas imaginativas para conectar emocionalmente con los consumidores.
La imaginación
Nuestra sociedad es la sociedad del conocimiento. Los grandes avances de la ciencia nos han llevado a situaciones inimaginables hace décadas. Pero esto no quiere decir que la nuestra sea una sociedad racional. Es posible que la imaginación haya reforzado su papel en nuestras vidas como forma de evasión en un mundo estresado. Un ejemplo de ello son las producciones que tiene que ver con los superhéroes. Nadie piense que se trata de un fenómeno de adolescentes. Sus taquillazos en el cine hacen pensar en un fenómeno de masas.
Sirva de muestra The Umbrella Academy, serie de televisión de superhéroes estadounidense de 2019, desarrollada por Steve Blackman para Netflix. Es una adaptación de la serie de cómics homónima escrita por Gerard Way desde 2007 y publicada por Dark Horse Comics. Su primera temporada se estrenó el 15 de febrero de 2019. En abril de 2019, la serie se renovó para una segunda temporada. Sigue a los miembros separados de una familia disfuncional de superhéroes, The Umbrella Academy, nacidos en circunstancias extrañas, que trabajan juntos para resolver la misteriosa muerte de su padre. Mientras tanto, se enfrentan a muchos conflictos debido a sus personalidades y habilidades divergentes. Además, deben luchas contra una amenaza del apocalipsis. Ha sido la segunda serie más vista este año en Netflix, superando los 45 millones de espectadores. Pero si se preguntan cuál ha sido la primera, seguimos con la imaginación.
Stranger Things ha superado los 65 millones de espectadores. Es una serie estadounidense de suspenso y ciencia ficción coproducida y distribuida por Netflix. Fue estrenada en la plataforma el 15 de julio de 2016, con críticas positivas por parte de la prensa especializada, quienes elogiaron la interpretación, caracterización, ritmo, atmósfera y el claro homenaje al Hollywood de los años 80, con referencias a películas de Steven Spielberg, Wes Craven, John Carpenter, Stephen King, y George Lucas, entre otros. La segunda temporada se estrenó en 2017, y la tercera temporada en 2019: consta de 8 episodios y cuenta con nuevos personajes. El 30 de septiembre de 2019, Netflix confirmó la renovación de la serie para una cuarta temporada.
La historia arranca durante la década de los 80, en el pueblo ficticio de Hawkins, Indiana, cuando un niño llamado Will Byers desaparece, hecho que destapa los extraños sucesos que tienen lugar en la zona, producto de una serie de experimentos que realiza el gobierno en un laboratorio científico cercano. Además, en la ciudad aparecen fuerzas sobrenaturales inquietantes y una niña muy extraña. Ella, junto con los amigos de Will, se encargará de buscarlo, sin imaginar lo que tendrán que enfrentar para encontrarlo. Inadvertidamente, crearon un portal a una dimensión alternativa llamada Upside Down (“el Otro Lado”). La influencia de Upside Down comienza a afectar a los desconocidos residentes de Hawkins de manera calamitosa.
Por qué la serie cautiva a jóvenes y adultos es un asunto del que se ha hablado y se hablará como fenómeno a estudiar. Parece ser que hacerle un guiño al pasado es un ingrediente a considerar, aunque sea con la fantasía.
Con casi los mismos espectadores que The Umbrella Academy se encuentra una serie española, La casa de papel (44 millones de espectadores). Producida por Atresmedia para su emisión en Antena 3, y posteriormente en Netflix.
Se estrenó el 2 de mayo de 2017 en la cadena española Antena 3, que distribuyó las dos primeras partes de la serie en España, antes de que Netflix la adquiriera a finales de 2017; la editó y reeditó, y lanzó las dos partes en todo el mundo. El 19 de julio de 2019 se estrenó su tercera parte. El 3 de abril de 2020 está previsto el estreno de la cuarta parte completa.
La serie gira en torno a un asalto muy preparado, de varios días, contra la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Un hombre misterioso, conocido como “el Profesor”, está planeando el mayor atraco de la historia. Para llevar a cabo el ambicioso plan, recluta a un equipo de ocho personas con ciertas habilidades que no tienen nada que perder. El objetivo es entrar en la Fábrica e imprimir 2400 millones de euros. Para hacer esto, el equipo requiere once días de reclusión, durante los cuales tendrán que lidiar con las fuerzas de élite de la policía y 67 rehenes.
Aunque la trama parezca de entrada muy inverosímil, consigue atrapar al espectador. Los personajes resultan convincentes. Cada uno arrastra su historia de perdedores pero con cierto deseo de redimirse. En ocasiones sus diálogos recogen valores aunque no sean los políticamente correctos.
Basada en hecho reales
Si ya hemos dicho que la fantasía nos atrae, también es cierto que precisamente su valor es el contraste con la realidad. Precisamente uno de los reclamos de toda producción audiovisual es el conocido predicado “basada en hechos reales”.
Un duro ejemplo de ello es la serie Creedme (32 millones de espectadores). Estrenada en septiembre de 2019 en Netflix, se alzó rápidamente al estrellato. Basada en hechos reales, la serie parte del artículo premiado con el premio Pulitzer de Ken Armstrong y T. Christian Miller. Se centra en la historia de una joven violada que por la ineptitud de muchos y la falta de especialización y tacto en este tipo de casos termina siendo obligada a decir que se lo ha inventado todo. Marie tenía 18 años en 2008, cuando es atacada en su departamento por un hombre que la viola. Ella denuncia el asalto a la policía, quien rápidamente abandona la investigación de su caso y la acusa de hacer un informe falso.
Lo más duro de la historia es que la adolescente violada, cuando denunció la agresión fue presionada por los agentes de policía y cuestionada por algunas de las contradicciones de su relato. No le ayudó su pasado trágico entre maltratos y casas de acogida. Llegó a confesar que se lo había inventado todo. Sin embargo, años más tarde un nuevo caso de violación y dos detectives más consecuentes con su caso llevaron a que la justicia y la sociedad pidieran perdón a una Marie cuya vida se había roto en pedazos.
Más allá de lo basado en hechos reales está la propia historia. Las series en este aspecto tienen un hueco bien ganado. Hay de muchos tipos, pero quizá han tenido un éxito particular las series sobre reinas. El más claro ejemplo es The Crown, pero hay otras con buenos resultados. La serie española Isabel es una gran producción a nuestro nivel. La lista sigue con La reina blanca, Victoria, etc.
Ver con sentido crítico
Antes se ha mencionado que uno de los méritos de la series es la identificación del espectador con determinados personajes que le van a acompañar a lo largo de los diversos capítulos. Algunos de ellos quedan grabados en su retina y en su memoria convirtiéndose en referentes. Como parece evidente, no siempre estos personajes resultan ser ejemplares. Es más, en bastantes casos los protagonistas cargan con un dudoso mérito: hacer simpático el mal. Un ejemplo paradigmático de esto es Breaking Bad, serie que ha tenido cinco temporadas e innumerables premios.
Walter White, un profesor de química de un instituto de Albuquerque, Nuevo México, de 50 años de edad se entera de que tiene un cáncer de pulmón incurable. Casado con Skyler y con un hijo discapacitado, la brutal noticia lo impulsa a dar un drástico cambio a su vida: decide, con la ayuda de un antiguo alumno, fabricar anfetaminas y ponerlas a la venta. Lo que pretende es liberar a su familia de problemas económicos cuando se produzca el fatal desenlace. El argumento plantea de fondo un gran tema de la ética: hasta qué punto se puede buscar el mal para conseguir un bien. El abordaje de estas cuestiones requiere un público maduro y bastante crítico. El peligro de manipulación a través de sentimientos de simpatía y emociones fáciles es una cuestión que debería preocuparnos.
Ejemplos como Breaking Bad hay muchos. Un guion superficial puede ridiculizar comportamientos serios y responsables. A su vez, puede dar alas a actitudes irresponsables en aspectos claves de la existencia (familia, sexualidad, amistad, diversiones, trabajo, etc.).
Pienso que no están de más frecuentes mensajes a los espectadores para que veamos las series con sentido crítico. Esto es particularmente importante en un público joven, pero no está de sobra en el adulto. Comportamientos violentos, hedonistas, insolidarios, egoístas, despiadados, etc., son, en general, fáciles de vender y abundan en el mercado. Hasta qué punto son inocuos es una cuestión nada fácil de delimitar que ha generado multitud de controversias.
Qué nos espera
La oferta de productos de entretenimiento audiovisual resulta apabullante. La competencia no hace más que aumentar y los niveles de producción son muy altos. De la otra cara de la moneda no se suele hablar tanto: los costes. Sirvan de muestra los siguientes datos: Netflix desembolsó 4 millones por episodio de Orange is the new black; 4,5 millones por episodio de House of cards; 8 millones por episodio de Stranger Things; 9 millones por episodio de Sense 8, y 13 millones por episodio de The Crown.
Mantener estos niveles de creación de producto supone elevadísimos costes. El presupuesto de Netflix en contenido para 2018 superó los 12.000 millones de dólares, de los cuales el 85 % fueron para producir series y películas propias, y el 15 % restante para comprar contenido ya hecho. Unas cifras a las que no puede llegar ningún estudio de Hollywood. Así, la Warner produjo 23 películas y Netflix llegó a las 82.
A Netflix las cuentas no siempre le salen. De todos modos, parece que el pastel es todavía grande. Toda la televisión en streaming (Netflix, Amazon, HBO, YouTube, etc.) es sólo el 10 % de la televisión lineal, la de siempre, en Estados Unidos. Esto ha animado la llegada de nuevas plataformas como Disney+ y Apple TV+. The Walt Disney Company, también conocida simplemente como Disney, es la compañía de medios de comunicación y entretenimiento más grande del mundo. El 14 de diciembre de 2017, la compañía anunció planes para la fusión con la multinacional 21st Century Fox, la dueña de la productora de cine 20th Century Fox y sus canales de televisión como Fox Networks Group, FX Networks y National Geographic. Ahora entre las filiales de Disney se encuentran: Walt Disney Pictures, Pixar Animation Studios, Marvel Studios, LucasFilm, 20th Century Fox, Fox Searchlight Pictures, Blue Sky Studios y The Muppets.
Apple TV+ se lanzó oficialmente el primero de noviembre en más de cien países y regiones a nivel global. Quiere ganar a Netflix en su propio juego: el de las producciones originales. El gigante de la tecnología planea hacer seis películas de mediano presupuesto cada año, con la intención de generar entusiasmo por Apple TV+ y obtener nominaciones al Premio de la Academia. Cuenta con el apoyo de artistas y figuras públicas como Oprah Winfrey, Steven Spielberg, Jennifer Aniston, Reese Witherspoon y otros.
Todo esto nos lleva a pensar en un crecimiento aún mayor en la oferta de series. También es cierto que puede suponer mayor gasto para los espectadores al fragmentarse todavía más el mercado. Esto, como todo, tiene un límite. Ya veremos cuando llega.