La Iglesia celebra hoy, por segundo año, la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores 2022 con el lema, “En la vejez todavía darán fruto“. A ella le han precedido varios meses de catequesis sobre la vejez, los ancianos y el papel de la familia que el Papa Francisco ha desarrollado en sus audiencias de los miércoles.
Scelzo, además, destaca en esta entrevista que los ancianos piden a la Iglesia, fundamentalmente “que no se les deje solos, y la Iglesia, especialmente con el magisterio del Papa Francisco, lo tiene muy claro: abandonar a los ancianos es un pecado grave“.
El mensaje del Papa para esta Jornada destaca una realidad típica del primer mundo: el miedo a la vejez. ¿Cómo nos afecta esto en la familia, en la Iglesia?
– El Papa habla del miedo a envejecer. Es algo de lo que todos somos claramente conscientes: asociamos la vejez con la pérdida de autonomía, de salud. A menudo se piensa que envejecer significa de alguna manera perder la dignidad por la fragilidad que se experimenta.
Sin embargo, envejecer -así reza el mensaje- es un regalo. Después de todo, durante siglos uno de los grandes objetivos de la humanidad ha sido vivir mucho tiempo. Ahora que una vida más larga se ha convertido en una realidad para muchos, nuestras sociedades parecen no estar preparadas.
La vejez es algo nuevo. Es la primera vez en la historia que envejecer se ha convertido en un fenómeno de masas. No estamos preparados y por eso el Papa dedica tanta atención a los ancianos: es necesario desarrollar la reflexión sobre esta edad de la vida. Será uno de los retos más importantes de los próximos años.
La población, y por tanto los miembros de la Iglesia, en Occidente son en su mayoría ancianos. Este es también un reto pastoral: ¿cómo podemos involucrar a los ancianos en el trabajo de la Iglesia cuando pueden no estar en plena forma?
– A menudo los ancianos están implicados, son los que dirigen nuestras parroquias, son los protagonistas de nuestro compromiso de caridad. Sólo hay que mirar alrededor de la Iglesia- para ver que son los que asisten a misa con más asiduidad. Pero hay un reto que nos plantean los que no están a pleno rendimiento.
Retomando el pasaje evangélico que escuchamos el domingo pasado, diría que nos plantean el reto de María: el de comprender que ser cristiano no es sólo correr detrás de las muchas cosas que hay que hacer, sino redescubrir la centralidad de la escucha y la oración.
El Papa, en su mensaje para la Jornada Mundial de los Abuelos y los Ancianos, confía la tarea de la oración a los ancianos. No es un compromiso residual, de él depende el futuro de la Iglesia y del mundo: la tradición judía dice que es la oración de los justos la que sostiene al mundo.
En este momento, me parece que tal vez la primera urgencia pastoral sea suscitar la oración por la paz en Ucrania, y los ancianos, que conocen el horror de la guerra, en esta perspectiva, no están en la retaguardia, sino entre los pioneros.
En un mundo en el que la soledad está cada vez más presente, sobre todo en la población anciana, ¿Qué piden los ancianos a la Iglesia?
– El aislamiento es la gran enfermedad de los mayores y nuestra sociedad corre el riesgo de contagiarse de ella. Nos estamos acostumbrando a pensar que la soledad es algo normal y la pandemia la ha hecho parecer ineludible.
Pero Dios -no es casualidad que sea una de las primeras palabras de la Biblia- no quiere que el hombre esté solo.
Los ancianos piden que no se les deje solos, y la Iglesia, especialmente con el magisterio del Papa Francisco, lo tiene muy claro: abandonar a los ancianos es un pecado grave.
Sin embargo, vemos múltiples manifestaciones de la cultura del descarte, y lamentablemente esto también ocurre dentro de las familias cristianas.
El Papa también anima a los ancianos a ser protagonistas de la revolución de la ternura que el mundo necesita. En este sentido, ¿cómo pueden combinarse en la familia la ternura y la enseñanza de la responsabilidad?
– El Papa en su mensaje asocia la palabra ternura con la ya no tan de moda palabra revolución. Creo que se refiere a que el comportamiento marcado por esta actitud debería ser la semilla de un cambio en nuestras ciudades.
Nos pide que tengamos para los más pobres -menciona en particular a los refugiados de la guerra de Ucrania y a los demás que manchan de sangre nuestro mundo- un pensamiento y una actitud tiernos.
Los ancianos pueden hacer mucho (estamos asistiendo a un gran movimiento de solidaridad) no sólo desde el punto de vista práctico y de acogida, sino que pueden ayudarnos a desescalar el clima, a comprender -como muchos de ellos han tenido que hacer- que solos no nos salvamos.
Este es el magisterio de la fragilidad del que habló el Papa en una de las últimas audiencias de los miércoles: la sabiduría de quien comprende que no se basta a sí mismo y la inutilidad de la oposición a ultranza.
Al mismo tiempo, y conscientes de todo esto, ¿cómo podemos animar a las nuevas generaciones a participar activamente en la Iglesia y en la sociedad?
– El Papa habla muy a menudo de una alianza entre las generaciones. Siempre me ha llamado la atención que la primera vez que habló de las personas mayores fue durante la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro.
La pregunta que hace es realmente muy compleja, pero -seguramente- parte de la respuesta está en el redescubrimiento (o la construcción) de un vínculo entre jóvenes y mayores. No es sólo una idea bonita: conocemos muchas experiencias que nos dicen que el encuentro entre jóvenes y mayores es siempre una experiencia muy rica para todos.
En los últimos meses hemos escuchado al Papa no sólo hablar de los ancianos, sino también dirigirse a ellos, aludiendo a las actitudes que dificultan la convivencia intergeneracional. ¿Cómo puede la Iglesia promover este entendimiento mutuo más allá de una visita de un día?
– En primer lugar, ¡hagamos esta visita! El Papa escribe en su mensaje que una amistad suele nacer de una primera visita. Dar un paso hacia los demás, especialmente hacia los más débiles, siempre tiene un valor, y eso es lo que pedimos a todos en el Día Mundial de los Abuelos y los Mayores: ¡visitemos a una persona mayor que se sienta sola! Especialmente en esta época de calor sofocante. ¡Que nadie viva este día solo!
Luego el Papa, con la concreción que le caracteriza, habla a los ancianos y no de los ancianos porque son una gran parte de los laicos. Los ancianos son muchos y siempre serán más numerosos, ¿cómo podemos seguir ignorándolos?