Natural de Cunco, monseñor René Osvaldo Rebolledo Salinas será la cabeza del episcopado chileno para los próximo tres años renovables. Monseñor Rebolledo fue ordenado sacerdote en 1984. Su labor pastoral comenzó en la parroquia Inmaculada Concepción de Loncoche, y posteriormente se trasladó a Italia para hacer el doctorado. A su vuelta, se dedicó, de manera especial, a la formación en el Seminario Mayor San Fidel.
La formación de los seminarios ha sido una de las grandes áreas de su trabajo, de hecho, presidió la Organización de Seminarios Chilenos (OSCHI) y formó parte de la directiva de la Organización Latinoamericana de Seminarios (OSLAM). San Juan Pablo II lo nombró obispo de Osorno el 8 de mayo de 2004 y en 2013 el Papa Francisco le nombró Arzobispo de La Serena. El recién elegido presidente ha concedido una entrevista a Omnes en la que reflexiona sobre la necesidad de fomentar la pastoral vocacional o temas como la inmigración.
En el reciente Mensaje de la Conferencia Episcopal de Chile, al concluir la Asamblea plenaria, los obispos manifiestan su preocupación por la escasez de vocaciones al sacerdocio en Chile, e invitan a los católicos a intensificar su oración por esta intención. ¿Cuáles son las principales causas de esta notoria caída en el último decenio?
– Se percibe en el país un avance notorio en su secularización, con un alejamiento progresivo de adultos en general y de los jóvenes en particular, respecto de las comunidades eclesiales. A esto se debe agregar la crisis institucional que hemos vivido a todo nivel debido a situaciones de abusos.
Sin embargo, en este ámbito valoro el serio trabajo en prevención que se ha estado realizando a nivel país. Son miles los agentes pastorales formados en todas las Circunscripciones eclesiásticas, para servir en la instalación de ambientes sanos y seguros, así como en el acompañamiento a víctimas.
¿Y cuáles podrían ser las iniciativas para mejorar esta urgente necesidad?
– Ante todo, intensificar la oración. Conscientes de la gran necesidad de pastores para nuestras comunidades, estamos invitados a hacer nuestros los sentimientos de Jesús, quien “viendo a la multitud, se conmovió por ellos, porque estaban maltratados y abatidos, como ovejas sin pastor” (Mt 9,36). Atender, también hoy a lo que el Señor dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores pocos”. Por ello, asumir -aun con mayor perseverancia- el imperativo de “rogar al Dueño de los campos que envíe trabajadores para su cosecha” (Mt 9,37-38).
He manifestado a diversas instancias en la Arquidiócesis: “La oración es el único instrumento capaz de actuar al mismo tiempo en el campo de la gracia y en aquel de la libertad, permitiendo al hombre discernir el llamado y responder a Dios. Alimentada por la Palabra, ella abre el corazón del creyente para ahondar en la verdad más profunda de sí mismo. En un camino de fe, la oración permite entregarse a la voluntad de Dios y darle una respuesta generosa a un particular proyecto de vida al cual Él está llamando”.
De igual modo, plantearnos a todo nivel el desafío -como nos han invitado san Juan Pablo II, también Benedicto y Francisco- de crear una “cultura vocacional”, afrontando algunos campos prioritarios al respecto como: las familias y los jóvenes, los servidores del altar y, en nuestro medio, los numerosos jóvenes integrantes de los bailes religiosos, entre otros.
Además, pedida por los jóvenes se realizará en La Serena la Primera Jornada Nacional de la Juventud (JNJ 2025), desde el 21 al 26 de enero de 2025, bajo el lema: “Jóvenes Peregrinos de la Esperanza”, en relación al escogido para el Jubileo Extraordinario de la Redención – 2025: Peregrinos de la Esperanza. Inspira este encuentro la frase del Salmo119, 105: “Tu Palabra es una lámpara para mis pasos, una luz en mi sendero”.
La oración que los jóvenes están rezando en preparación para la Primera JNJ hace presente que los jóvenes “son el ahora de Dios” y con ella se pide al Señor que los jóvenes “peregrinos de la esperanza, animados por el Espíritu, ayuden a renovar la Iglesia, y construyan un país más justo y solidario, cuidando la casa común, abrazando a los pobres y marginados, siendo testigos del amor del Señor”.
Pienso que esta JNJ es un don del Señor. Lo decisivo es que los participantes abran su corazón a Cristo que encanta la vida. De este modo, este encuentro puede ser una oportunidad propicia para escuchar su llamado.
Obviamente, el desafío de la escasez de vocaciones debemos afrontarlo los obispos con gran sentido de corresponsabilidad junto a laicos, consagrados, diáconos y presbíteros”.
En el Mensaje los obispos chilenos invitan a acoger a los migrantes a nuestro país. La Encuesta Bicentenario de la Universidad Católica señalaba que, el año 2022, el 82 % de los chilenos consideraba que la cantidad de inmigrantes era excesiva. Además, debido a la implicancia de inmigrantes ilegales que han cometido graves delitos, hay una creciente desconfianza de la ciudadanía hacia ellos. Entonces, ¿cómo hacer comprensible para los chilenos esta petición de los obispos?
– Cabe una reflexión personal y comunitaria, que expreso en síntesis. ¡Todos somos migrantes! Esta Patria nuestra es muy hermosa, en diversos aspectos, pero no es definitiva. Un porcentaje significativo de chilenas y chilenos creemos en Dios. Parte de los creyentes profesa la fe católica. El salir de la propia tierra y vivir como extranjero se remonta a los orígenes del género humano, lo atestigua también la Sagrada Escritura, como la vida en familia de nuestro Señor. Es preciso, por tanto, contemplar el testimonio bíblico.
Por otra parte, devolver la mano. En tiempos convulsionados de nuestra historia, centenares de chilenas y chilenos fueron acogidos en otras latitudes, respetados en su dignidad y tratados con aprecio.
No es justo relacionar criminalidad y migración. En efecto, han arribado a nuestro país miles de migrantes con el anhelo de un mejor porvenir, personal y familiar. Ellos están aportando al crecimiento del país y comparten en nuestras comunidades su fe, sus tradiciones religiosas y su esperanza.
Busquemos el modo de ayudarnos mutuamente a construir la ciudad terrena en comunión y corresponsabilidad, aportando cada cual, con sus dones y la riqueza de su cultura, mas siempre conscientes que somos pueblo peregrino. En ese sentido hago propio el llamado del Papa Francisco de acoger, proteger, promover e integrar a los migrantes, lo que implica también el debido acompañamiento y apoyo a las comunidades que han asumido la llegada de gran cantidad de ellos, especialmente en las ciudades fronterizas y grandes urbes.
La mencionada Encuesta muestra que después de la gran caída de confianza en la Iglesia católica el año 2018, se ha ido produciendo una lenta y sostenida mejoría. Desde aquel año ha sido notorio un mayor silencio de los pastores católicos. En su opinión, ¿cuánto debería influir la opinión pública en los obispos para trasmitir el mensaje cristiano?
– Tengo conciencia que hemos manifestado nuestro parecer sobre diversos temas, que importan al país y a la Iglesia. Desde luego, están los Mensajes de las Asambleas de la Conferencia Episcopal de estos años, también pronunciamientos sobre cuestiones específicas, acuciantes o desafíos especiales. Sin embargo, es evidente que muchas de esas palabras públicas han pasado desapercibidas para la ciudadanía ante la crisis eclesial vivida y la consiguiente caída en la confianza en la Iglesia y sus pastores.
En este sentido pienso que, con un coherente y verdadero testimonio de vida de todo el Pueblo de Dios, podremos atraer a otros hacia Jesucristo y su mensaje. Así mismo, el estar atentos y presentes en la realidad de lo que viven las personas, sus penas y alegrías, nos permitirá afrontar los problemas y dificultades, buscar junto a otros, vías de su solución, y así avanzar hacia un camino que le permita a la sociedad el volver a confiar.
En marzo las principales confesiones religiosas de Chile –incluida la católica- expresaron su preocupación por el deterioro de las relaciones cívicas, el aumento de la inseguridad, la corrupción y la incapacidad de los actores políticos para llegar a acuerdos. Ante esta situación llamaron a un acuerdo nacional para resolver los graves problemas que enfrenta el país. ¿Qué expectativas tiene al respecto?
– Un acuerdo nacional sería una instancia privilegiada y urgente para afrontar los grandes desafíos que tenemos como país.
El bien común nos llama a actuar corresponsablemente ante los enormes retos respecto de los temas mencionados –deterioro de las relaciones cívicas, aumento de la inseguridad, corrupción, incapacidad de los actores políticos para llegar a acuerdo, entre otros-.
El bien superior del país exige estar a la altura, particularmente a quienes el pueblo ha investido como autoridad, sobreponiendo a los cálculos electorales el bienestar de las personas.