Experiencias

Ramzi Saadé, una vocación de encuentro con los musulmanes

Saadé es responsable en París de Ananie, un proyecto que tienen como misión acoger y acompañar a los cristianos venidos del Islam y, por otro, compartir, ayudar y apoyar a las parroquias que necesitan saber más sobre este tema.

Bernard Larraín·21 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 7 minutos
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Foto: Ramzi Saadé

Ramzi Saadé es un sacerdote franco-libanés que recibió una llamada especial: acompañar a los musulmanes que quieren convertirse al cristianismo.

En esta entrevista nos cuenta de su llamado al sacerdocio, después de una vida de hombre de negocios, y de su misión evangelizadora en Paris. 

¿Cómo nace tu vocación sacerdotal? 

–Soy libanés, de rito maronita, y como todo católico oriental me sentía orgulloso de mi identidad cristiana. Me gustan los negocios y estudié ingeniería informática. Trabajé bastantes años en negocios en los países árabes. Viajaba mucho y manejaba grandes cantidades dinero. Me iba bien y pensaba que era feliz, pero con el tiempo había perdido la fe. Debo reconocer que no siempre es fácil seguir los mandamientos de la Iglesia en el mundo profesional en el que me desenvolvía. 

Una nueva oportunidad profesional me llevó a Marsella, en Francia, donde conocí a la comunidad del Emmanuel, y a un sacerdote en particular, que fue respondiendo a mis preguntas y me hizo entender que Dios me quería feliz. Poco a poco fui desarrollando una vida espiritual, a dejar algunas malas habitudes que tenía, empecé a luchar para estar más cerca de Dios, con altos y bajos, hasta el 15 de agosto de 2002. 

Ese día, fiesta de la Asunción de la Virgen María, me encontraba en Paray-le-Monial, donde había decidido ir unos días porque no me encontraba bien espiritualmente. Necesitaba cambiar de ambiente, no sabía bien qué me pasaba, y me fui a rezar. Ahí tuve una experiencia muy particular, en la que de alguna manera vi a Jesús, no sé bien cómo, pero lo importante es que entendí que Dios me amaba y quería mostrármelo. 

Lloré mucho: fue una experiencia determinante en mi vida, pero la vocación al sacerdocio vino tiempo después. En ese momento tenía 30 años y no quería ser sacerdote. Un sacerdote me acompañó mucho en mi discernimiento vocacional hasta que la voluntad de Dios se hizo más concreta y también a mí me empezó a ilusionar la idea de ser sacerdote. 

Efectivamente, Dios respeta nuestro andar, las etapas de cada vida y no nos pide cosas que nos hacen tristes. Al contrario, Dios nos ama y nos pide cosas para hacernos felices. Así que aquí estoy: sacerdote y feliz. 

¿En qué consiste “Ananie”, tu misión en Paris? 

–Desde hace veinte años presenciamos en la diócesis de Paris un aumento objetivo del número de musulmanes que acuden a la Iglesia para pedir el Bautismo. Se trata de una situación sin precedentes: cada vez más musulmanes se encuentran con Cristo (a veces de manera extraordinaria, como apariciones o sueños) y acuden a las parroquias con peticiones de acompañamiento. A partir de esta realidad, la diócesis encomendó en 2020 a Ananie, nuestra asociación, la misión de apoyar este movimiento, ayudando a las parroquias en esta delicada tarea, contribuyendo a la formación de los servicios de acogida y de acompañamiento (catecumenado-neófito) para “caminar con” estos nuevos cristianos. 

Siendo responsable de esta iniciativa, he creado equipos con vistas a una doble misión: por un lado, acoger y acompañar a los cristianos venidos del Islam y, por otro, compartir, ayudar y apoyar a las parroquias que necesitan saber más sobre este tema.

Ananie es un espacio de acogida y de reunión para compartir, tener una experiencia de fraternidad y ser ayudados a integrarse en una parroquia cuando no la tienen o cuando una primera experiencia no ha sido satisfactoria. En efecto, Ananie busca que todos encuentren una comunidad parroquial y se sientan acogidos allí porque la parroquia debe seguir siendo el primer lugar de arraigo de su vida cristiana. En resumen: la vocación de Ananie es la de ser un apoyo pastoral concreto para las parroquias parisinas y sus equipos.

Se dice que hay muchos musulmanes que se convierten cada año y serian aún más si viviesen en países donde se respetase su libertad de religión: ¿Cuántos musulmanes se convierten cada año en Francia y en el mundo? ¿Cuál es la relación entre libertad religiosa y conversión?

–Así es: hay cada vez más musulmanes que se convierten y que piden bautizarse. En Irán, por ejemplo, si existiese la libertad religiosa serian millones de personas las que pedirían el bautismo. Pero no solo en Irán. En Argelia también: en ese país la ley, en la Constitución, que protegía la libertad religiosa fue modificada hace poco para poder condenar a los conversos. 

El problema no es principalmente legal o del Estado: la principal amenaza para estas personas está en sus propias comunidades y familias que no aceptan un cambio de religión. En muchos países hay gente que quiere dar el paso, pero no tienen a nadie, a ninguna institución católica que los reciba, y también existe el caso de personas que, en Occidente, se convierten, pero no dicen nada a nadie por el miedo que tienen. 

Uno de nuestros principales desafíos es la de preservar la libertad religiosa en Europa donde, como ya dije, muchas familias no permiten que sus miembros dejen o cambien de religión. La libertad de religión es un gran tema que se puede explicar mejor desde el punto de vista del acceso a la Buena Noticia. En Occidente muchas veces esta esa idea de que la religión musulmana es equivalente a la nuestra, y es frecuente escuchar historias en las que los musulmanes queriendo saber más sobre la fe cristiana, incluso desde las parroquias, les aconsejan volver a la mezquita y en definitiva les impiden el acceso al Evangelio. Tenemos que evitar a toda costa la creación de círculos cerrados, y es prioritario tener y mantener el contacto con estas personas. 

La libertad religiosa es fundamental para la difusión de la fe: las personas son libres y deben sentirse libres, y en el caso del cristianismo una conversión tiene el efecto de una “bola de nieve”: una conversión lleva a otra y así con mucha gente. Pero este efecto es posible solamente si las personas se sienten libres. La situación en la ley musulmana es extremadamente grave para los conversos porque la persona que renuncia al Islam pierde todo.

En lo que se refiere a las cifras: es muy difícil saber con precisión el número de conversos del Islam. Por un lado, existen personas que adhieren a Cristo en su corazón (“bautismo de deseo”) pero no han podido dar el paso hacia el bautismo. Por otro, hay personas que habiendo sido bautizadas no lo dicen o no comparten su historia. O, si en la parroquia se sabe, muchas veces no se dice públicamente para protegerlos. En Paris, se piensa que 20% de los adultos que reciben el bautismo vienen de ambientes musulmanes. En los países árabes, 100% de estas personas eran musulmanes lo que se explica por las condiciones de estos países de cultura musulmana y donde las minorías cristianas tienen la costumbre de bautizar a sus miembros cuando son muy pequeños. 

¿Cómo y gracias a qué factores los musulmanes entran en relación con Cristo? 

–Hay una frase que me ha guiado e inspirado siempre: “el que busca a Dios sinceramente, lo encuentra”. Toda persona necesita encontrarse con otros, y con la Verdad, con Dios, en particular. Ese encuentro cambia la vida de la persona, como me paso a mí. Pienso en san Pablo que buscaba a Dios sinceramente, pero de manera equivocada porque era un extremista violento de la fe que mataba cristianos. Y Dios se le aparece y lo convierte. 

Entre los musulmanes hay muchas apariciones y sueños del Señor y de la Virgen. Esto nos puede parecer sorprendente e incluso injusto: hay católicos que me preguntan: ¿y por qué ellos y no nosotros reciben estas apariciones? La respuesta es muy simple: nosotros tenemos los medios (los sacramentos, la Palabra, etc.) para recibir la gracia, muchos musulmanes buscan de todo corazón a Dios y, sin tener a nadie que les hable de la verdadera fe, Dios interviene directamente en sus corazones y en sus vidas. A

 su vez, cuando Dios toca el alma de una persona es porque ella tiene una misión de convertirse en “luz del mundo y sal de la tierra” para que otras personas puedan conocer la Verdad. 

La gracia no es nunca un regalo “egoísta” para el que la recibe, al contrario, es una responsabilidad y una misión para ser apóstoles. 

Los cristianos tenemos esa luz, recibida en el Bautismo, y muchas veces, lamentablemente, no estamos a la altura de la misión recibida y no dejamos pasar la luz para que otros la reciban. 

¿Cómo los cristianos pueden ser mejores testigos de su fe con los musulmanes? 

–Esta reflexión está en el corazón de mi misión: muchos cristianos de origen musulmán son excluidos de sus círculos familiares y amicales, y, aunque puede parecer sorprendente, de la comunidad cristiana. Sobre este ultimo punto hay que precisar que en general la integración se logra bastante bien, pero hay no pocos casos en los que los responsables de las parroquias rechazan a los musulmanes porque les dicen que no es necesario convertirse. O, si se convierten, los siguen tratando o refiriéndose a ellos como musulmanes. Hay ahí una herida grande en estas personas que son cristianas de origen musulmán, pero no musulmanes. 

Tenemos que ser muy delicados y respetuosos con ellos. Incluso a mí, que soy sacerdote católico de rito oriental, muchas veces me han preguntado en Occidente si puedo tomar carne de cerdo o alcohol. 

Concretamente, para ser buenos instrumentos de la gracia de Dios, no hay que tener miedo de manifestar la fe en nuestros ambientes. Por ejemplo, es muy interesante constatar que muchos musulmanes se acercan a las religiosas o sacerdotes que andan vestidos como tales por la calle o en los lugares públicos. 

Otra idea que me parece importante es la de saber explicar bien las diferencias entre las dos religiones. Si le decimos a un musulmán que “creemos en lo mismo”, como muchas veces se escucha en algunos ambientes, eso lo va a desanimar y desorientar, porque justamente lo que esta buscando es esa novedad y genialidad del cristianismo, esa “buena nueva”, al Dios vivo en Cristo. Por ejemplo, es cierto que los musulmanes reconocen la figura de Jesús y de la Virgen, pero no ocupan el mismo lugar que en nuestra fe. Y eso hay que saber explicarlo sin herir, pero sin ocultar la Verdad, porque es eso justamente lo que ellos están buscando en los cristianos. Estas diferencias no son un obstáculo para amar a nuestros hermanos musulmanes, son un camino de diálogo y de encuentro. 

Por último, hay que saber que muchos cristianos de origen musulmán sufren de depresión algunos años después de su conversión. Esto se debe, en parte, al sentimiento de haber rechazado sus orígenes: su familia, su cultura, su identidad nacional, etc. Es una reacción muy comprensible y hay que estar atentos para saber acompañarlos en este proceso. 

Nuestro trabajo en Ananie es justamente ayudarlos a entender que la mayor parte de su identidad es compatible con el cristianismo: idioma, danzas, gastronomía, vínculos familiares. Es lo que vemos por ejemplo en El Líbano en donde el rito maronita, en árabe y en arameo, se adapta perfectamente a la cultura local. 

¿Cómo anunciar el Evangelio a un musulmán? 

–Esta pregunta se aplica a todas las personas, musulmanes o no. Pienso que lo primero es amar a la otra persona. Anunciar el Evangelio es dar a Dios a la otra persona. Si amo a la otra persona, quiero su bien, le estoy dando de alguna manera a Dios, porque Dios es Amor. 

Me parece también que la alegría, la sonrisa, es un elemento primordial. La alegría atrae enormemente, la gente necesita esperanza, y la alegría fundada en la esperanza de saberse amados y salvados por Jesús es clave. 

El autorBernard Larraín

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