Raimo (Ramón) Goyarrola es un bilbaíno finlandés porque los de Bilbao “nacen donde quieren”.
No ha perdido el acento ni el humor vizcaínos pero su corazón es completamente finés. Este médico de 54 años, sacerdote numerario del Opus Dei, llegó a Finlandia hace casi 20 años, en 2006. En tierras finesas ha desarrollado la mayor parte de su tarea sacerdotal, en los últimos años como Vicario General de la diócesis de Helsinki.
Helsinki estaba en sede vacante desde la aceptación de la renuncia de Mons. Teemu Jyrki Juhani Sippo, S.C.I., “por lo que tampoco había Vicario General” recuerda Goyarrola. A pocos días de su consagración episcopal, Raimo Goyarrola habla con Omnes, medio con el que ha colaborado más de una vez, sobre esta nueva etapa que se abre en su vida y en su labor pastoral.
En pocos días será ordenado obispo y tomará posesión de la diócesis de Helsinki. ¿Cómo han sido los últimos años para usted?
–Yo era vicario general si, pero en sede vacante no hay cargos de la curia así que no había vicario general tampoco. Además, a los pocos meses de la sede vacante estalló la pandemia de Covid y la labor de las parroquias disminuyó muchísimo. Pensé qué podía hacer en ese tiempo así que empecé a hacer la tesis doctoral en Cuidados Paliativos. La idea era dar una solución real y medica a los enfermos al final de la vida. Por entonces, estaba muy candente el debate de la eutanasia y yo sé que la eutanasia no soluciona absolutamente nada.
En ese tiempo entré a formar parte de un grupo de investigación de paliativos y las circunstancias me han llevado a ser, según mis colegas finlandeses, el “experto en espiritualidad en cuidados paliativos”. Hasta ahora, una vez al mes, mas o menos daba seminarios de este tema a médicos y enfermeras por todo Finlandia.
¿Cómo es la diócesis de Helsinki?
– La diócesis es, territorialmente muy extensa. Abarca todo el país. Unos 340.00 kilómetros cuadrados. Tenemos 8 parroquias. Actualmente, en la diócesis estamos 29 sacerdotes de los que 5 son sacerdotes finlandeses, contando al obispo emérito y un sacerdote que está en el servicio diplomático.
Aquí no tenemos estructura católica como en otros países. Sueño con una casa de ejercicios espirituales diocesana, que sirva para campamentos de jóvenes también. Sueño con un seminario, con un colegio católico, con una residencia de ancianos, con un hospital de paliativos… Tengo una lista de sueños inmensa y son reales, los veo ya acabados.
¡Hay que soñar, sirviendo al pueblo de Dios y facilitando el camino al cielo! No podemos olvidar que la Iglesia muestra a Jesús para ir al cielo, pero ese cielo comienza ya en la tierra, con la presencia de Dios, con los sacramentos, con la gracia de Dios.
Junto a esta lista de sueños, hay una lista larga de problemas: económicos, pastorales, de todo tipo. El regalo que pido a Dios para Navidad es que la lista de sueños sea más grande que la lista larga de problemas. Los problemas los hay y son concretos, pero los sueños también son concretos. Tenemos que enfocarnos en lo positivo.
¿Qué retos le esperan?
–Ahora, a nivel diocesano, tenemos que empezar a renovar los consejos parroquiales y empezar a trabajar en esta nueva etapa. Estoy en fase de rezar mucho, de pedir luces para ir formando los consejos.
Mi idea principal es remar juntos. Yo no voy a hacer nada solo. Voy a tener unos consejos representativos, con gente que sabe y que tiene soluciones, porque hay que tener ideas y acciones. Me quiero apoyar totalmente en estos consejos. En nuestra diócesis, por ejemplo, no ha habido “pastorales concretas” a nivel diocesano: jóvenes, ancianos, enfermos, inmigrantes …, y quiero dar un impulso a estas cosas.
Tengo muy claro que en la Iglesia todos remamos: Mi imagen de la Iglesia es la trainera. En la trainera todos reman. El obispo quizás lleva timón, marca ritmo o cambia un poco la dirección, pero todos remamos: sacerdotes, laicos, religiosos. Quiero que los laicos apoyen y quiero potenciar esa participación de los laicos. Todos a una.
Finlandia cuenta con una variedad confesional muy grande. ¿Cómo han recibido su nombramiento?
–Desde que se anunció el nombramiento me he visto arropado por una gran cantidad de gente. No exagero. Son llamadas continuas, centenares de mensajes, de whatsapps, cartas, correos… ¡Estoy alucinado del apoyo y de la alegría!
A nivel social, por ejemplo, el interés que ha suscitado el nuevo obispo es increíble. Aquí la Iglesia católica es muy pequeña (0,3%) y, al día siguiente de la noticia, me encontré con varios católicos y me decían “¡Le he visto en el metro!” y yo respondía “¡Si he ido en bicicleta!”, y era porque había salido en las noticias que se emiten en las pantallas de metro “Nuevo obispo católico en Finlandia”. En un país como éste, que la noticia salga a ese nivel y en el periódico nacional, con un enfoque súper positivo… ¡Es impresionante! Los obispos luteranos, los ortodoxos…, todos me han escrito o me han llamado para preguntarme en qué podían ayudarme. ¡Es una pasada!
La gente me pregunta si estoy nervioso, pero no tengo ni tiempo para estarlo. Tengo una gran paz interior porque, ¡no estoy solo!
¿Se lo esperaba?
–Pues la verdad es que no. En Helsinki hay dos centros de varones del Opus Dei y yo vivía, para facilitar la tarea de Vicario general, en el que está más cercano al Palacio Episcopal. Hace poco más de dos meses me trasladé a la residencia universitaria, que está en otra zona, para empezar una nueva etapa: labor apostólica con jóvenes, universitarios… Yo estaba emocionado y, de repente, me llamó el Nuncio y me planteó el asunto. Fue una sorpresa, es un momento de mezcla de sentimientos. Recé y me acordé de la Virgen y san José y dije ese “aquí estoy” y me invadió una paz impresionante. Desde entonces tengo esa paz,
He escrito al Papa Francisco para agradecerle todo. Ahora haré mis ejercicios espirituales en Roma y también visitaré distintos Dicasterios. También espero saludar al Papa y darle un abrazo muy grande.
¿Cómo es la relación con las otras confesiones?
– Es excelente. El ecumenismo aquí es un regalo, es un milagro. Creo que es una excepción a nivel mundial. En el Vaticano nos conocen y siguen los trabajos del Diálogo Oficial con los luteranos. Hemos hecho incluso un documento sobre la Eucaristía, el ministerio y la Iglesia. ¡Es una maravilla! Hablamos, rezamos, dialogamos…
Cada mes celebramos misa en 25 ciudades donde no hay iglesia católica. Eso supone 25 templos luteranos y ortodoxos donde nos permiten decir misa.
Finlandia es de las pocas regiones donde hoy hay más católicos que hace 50 años ¿Cómo es la población católica de Finlandia?
– Crecemos unos 500 católicos nuevos al año. De esa cifra, más o menos la mitad son finlandeses: niños que se bautizan y adultos que se incorporan a la Iglesia o se bautizan también, procedentes de otras confesiones cristianas o no. La otra mitad son migrantes y refugiados. Esto último supone además un desafío porque a los refugiados los envían, generalmente, a ciudades donde no hay iglesias católicas. Un objetivo que tengo es lograr una relación con el Estado para que podamos saber donde están los católicos, poder atenderlos y ayudarles a la integración.
Aquí la Iglesia tiene una labor muy bonita de integración social y creo que el Estado lo tiene que valorar e incluso ayudar. Por ejemplo, sólo en desplazamientos, en dos semanas, llevo casi 300 euros de gasolina porque eso lo tengo muy claro: yo quiero estar con la gente y para estar con la gente tendré que viajar muchísimo, miles de kilómetros para ver a los católicos de la diáspora, aquellos que viven a 200 o 300 km de la parroquia más cercana. ¡Yo quiero estar con ellos! Quiero hacer un horario para estar con todos los católicos, en Laponia y donde haga falta.
Aquí no es oler a oveja sino ¡oler a reno! ¡Yo quiero ser un pastor con olor a reno!
Usted es sacerdote numerario del Opus Dei. ¿Cómo influye su carisma en su servicio a la Iglesia diocesana?
–En la Obra he aprendido tener un corazón grande donde cabe todo el mundo y, como decía san Josemaría, he aprendido que el Opus Dei está para servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.
Yo vine a Finlandia porque el obispo de Helsinki de entonces (Józef Wróbel, S.C.I.) pidió expresamente un sacerdote del Opus Dei. Mons. Javier Echevarría, que era el prelado del Opus Dei pensó en mí y yo dije que sí. Yo estaba en Sevilla, con el solecito y me vine a -30. Eso es lo que he aprendido en la Obra: corazón grande donde caben todos.
Cuando llegué a Finlandia me presenté al párroco y comencé a colaborar en la parroquia: bautismos, catequesis, misas en español porque había una comunidad latinoamericana bastante amplia… Junto a esto, comencé una capellanía en la universidad y venían católicos y no católicos, la Iglesia local va más allá de la parroquia. En la universidad, o en la residencia del Opus Dei, llegábamos a gente a la que quizás, la parroquia no podría llegar.
¿Dónde empieza la labor de la Iglesia y dónde la labor de la Obra? Yo estoy convencido de que son lo mismo. A través de la labor de la Obra en Finlandia, todos los años se incorporan a la Iglesia católica muchas personas. Es un imput positivo para la Iglesia local. ¡Todos sumamos! La Iglesia es la suma. Somos todos. No es un “o esto… o aquello” es un “más”: La cruz de Cristo es el signo +. Todos remamos, como en la trainera (ríe).
Mi espiritualidad es la misma: santidad en medio del mundo. Ahora como obispo, voy a recibir la plenitud de un sacramento, pero la mentalidad de sencillez y magnanimidad que he vivido en la Obra será la misma. Creo que la sencillez te lleva a confiar en Dios y la confianza en Dios te lleva a soñar, a ser magnánimo. El obispo es universal, yo perteneceré al colegio de los obispos universal y la Iglesia es católica porque cabemos todos. Vivimos la catolicidad de la Iglesia cuando sumamos y nos apoyamos entre todos.