Mons. Paolo Pezzi es, desde 2007, el Arzobispo Metropolitano de la Archidiócesis de la Madre de Dios en Moscú. Sin embargo, la tierra rusa ya era conocida por este italiano, natural de Russi, una localidad situada en la provincia de Rávena, en Emilia-Romaña.
Ordenado sacerdote en 1990 en la Fraternidad de Sacerdotes Misioneros de san Carlos Borromeo, Mons. Pezzi, se trasladó en 1993 a la recién estrenada federación rusa como Decano de la Región Central de la Administración Apostólica para los católicos de rito latino de la parte asiática de Rusia (la actual diócesis católica romana de la Transfiguración en Novosibirsk) y director del Periódico Católico Siberiano.
En 2006 fue nombrado Rector del Seminario Superior Teológico Católico «María – Reina de los Apóstoles». Un año más tarde se convertiría en el pastor de la Archidiócesis de la Madre de Dios que comprende un territorio de 2.629.000 km cuadrados y alberga a unos 70.000 fieles (de 58.000.000 habitantes).
En un contexto doloroso, con la guerra de Ucrania abierta y unos fieles doloridos, Mons. Paolo Pezzi ha concedido una entrevista a Omnes en la que asegura que “es importante aportar un anuncio original y éste se encarna en el perdón”.
¿Cuál es la situación actual de la Iglesia católica en Rusia?
– La Iglesia católica en Rusia vive hoy un momento especial de gracia, porque en la situación en la que nos encontramos se ve casi obligada a recuperar el sentido de su propia presencia. De este modo, el camino sinodal, la liturgia, las obras de caridad se convierten en una oportunidad de crecimiento en y para la fe. Además, la situación exige un testimonio misionero efectivo, real, hecho con la propia vida, con la propia vocación, y no sólo de palabra.
¿Cuáles son los retos y oportunidades de los católicos en Rusia?
– La mayor oportunidad que tenemos es ser nosotros mismos, vivir nuestra identidad con paz y libertad. Ciertamente, se trata de un desafío importante y dramático: nos pide que seamos sinceros en nuestra relación con Cristo.
La secularización es un problema mundial. A pesar de su tradición cristiana, ¿encontramos una Rusia secularizada en la actualidad?
– La secularización es, en mi opinión, una circunstancia por la que Dios nos hace pasar. Por tanto, no es algo negativo a priori. Puede volverse negativo, como en el laicismo, cuando va contra: contra la tradición, contra el cristianismo para destruirlos. Pero en principio es una condición típica de una época determinada.
La secularización también desenmascara que los países cristianos ya no lo son, como escribió Péguy; que, más en general, la religiosidad o las creencias religiosas se han desvinculado de la vida. Se trata de una cuestión ya planteada por el Concilio Vaticano II para los años venideros, aunque, en palabras del santo Papa Pablo VI, la mundanidad ha entrado en la Iglesia, en lugar de ser la Iglesia la que fermenta el mundo. Este proceso hace tiempo que llegó a Rusia. Se puede aceptar o negar, pero sigue siendo un hecho. La cuestión es cómo utilizar esta situación para el bien, el crecimiento de la sociedad, con qué propuesta invertirla.
Rusia es una tierra eminentemente ortodoxa, ¿Cuáles son las relaciones con nuestros hermanos ortodoxos a nivel «de tierra»?
– Las relaciones se han enfriado un poco, pero siempre intentamos mantener la puerta abierta. Hay que decir, sin embargo, que a un nivel más «terrenal», los intercambios de opiniones y la ayuda mutua van en aumento.
¿Qué puntos de unión entre ortodoxos y católicos podemos fomentar?
– El diálogo teológico está actualmente más «en los pantanos», es importante mantenerlo abierto, pero ahora es objetivamente más difícil. En cambio, el debate a nivel académico es más accesible. No olvidemos que en la Edad Media el encuentro se produjo precisamente a nivel académico y relanzó un movimiento que hoy diríamos ecuménico.
¿Se dan los pasos hacia la unidad o sigue habiendo obstáculos aparentemente insalvables?
– Creo que no es el momento de pensar en pasos hacia la unidad de nuestras Iglesias. En este momento tenemos que sentarnos a la mesa, tomar un vaso de buen vino, y así será más difícil odiarnos y más fácil amarnos.
¿Cómo se mira a la Iglesia católica, a sus sacerdotes, religioso y fieles en Rusia?
– En cierto modo uno se encuentra un poco de todo. Acogida y deseo de juzgar juntos los acontecimientos de este tiempo; cierta cordialidad, pero sin demasiadas implicaciones; indiferencia e incluso cierto distanciamiento.
¿Cómo ejerce el llamado misionero la Iglesia en Rusia?
– En primer lugar, debemos redescubrir que nuestra naturaleza es misionera. La Iglesia existe para la misión, para llevar a Cristo a quienes encuentra. Ahora bien, ni siquiera se trata de una actividad, ni de un deber. Ser misionero es el tejido, la piel de nuestra persona. Uno es misionero, no “hace” misión.
Dicho esto, la Iglesia católica dispone de bellos instrumentos para su testimonio misionero: la liturgia, que por su esencialidad, su discreción, es sumamente fascinante. Luego la Doctrina Social, que es una de las doctrinas más adecuadas y modernas del mundo. Y, por último, el Magisterio, que permite a la Iglesia vivir el presente con sus necesidades y desafíos, ¡como ningún otro documento constitutivo o dogmático en el mundo!
Desde el inicio del conflicto con Ucrania, los llamados a la paz del Papa han sido incesantes y secundados por ustedes, ¿cómo están viviendo, los católicos de Rusia, este conflicto?
– Para nosotros la situación es bastante compleja, dictada por el hecho de que las posturas son muy diversas, y preferimos un enfoque libre antes que «dogmático». Dicho esto, mi experiencia es ver miedo, incertidumbre, incluso desesperación.
Los fieles piden consuelo, acompañamiento, piden que no se les deje solos, que se les ayude a juzgar lo que ocurre. Y esto es lo que intentamos hacer desde los confesionarios, desde el púlpito, en las conversaciones personales.
¿Cuál está siendo el papel de la Iglesia católica en este momento y en esta situación?
– La Conferencia Episcopal de la Federación Rusa intervino con dos declaraciones al comienzo de la operación militar y con ocasión de la movilización a las armas. Para nosotros, era y es importante aportar un anuncio original, y éste se encarna, en nuestra opinión, en el perdón, un perdón ofrecido sin condiciones previas, como el perdón de Jesús en la cruz. Estamos convencidos de que el perdón, la purificación de la memoria histórica y el diálogo son las condiciones de una paz justa.
¿Cómo valora los esfuerzos de la Santa Sede en este conflicto?
– Guste o no, la voluntad de la Santa Sede es la única propuesta real y concreta de paz, porque el Papa es el único que hoy no tiene intereses propios, sino el bien de las personas, de los pueblos, de los países. Esperamos que todos los implicados vean en ello un método de acción para sí mismos.