Monseñor Frederik Hansen, nacido en Drammen, Noruega, en 1979, proviene de una familia luterana. A los 20 años se convirtió al catolicismo. Ocho años después, fue ordenado sacerdote. Amplió su formación en Roma y se incorporó al servicio diplomático de la Santa Sede en 2013. Su primera misión lo llevó a la nunciatura apostólica en Honduras, donde trabajó en un contexto marcado por desafíos significativos, incluyendo altos índices de violencia relacionados con el narcotráfico. A pesar de estas dificultades, destacó la esperanza y la devoción de la Iglesia hondureña. Desde 2015 fue asignado a la Misión Permanente de la Santa Sede ante las organizaciones internacionales en Viena y las Naciones Unidas en Nueva York.
En 2022, Hansen ingresó en la Sociedad de Sacerdotes de San Sulpicio y, al año siguiente, el Papa Francisco lo nombró obispo coadjutor de Oslo, preparándolo para suceder al obispo Eidsvig. El 18 de enero de 2025, fue ordenado obispo en la Catedral de San Olaf en Oslo por el cardenal Pietro Parolin.
Su experiencia diplomática y su profundo compromiso pastoral lo posicionan como una figura clave para liderar la diócesis de Oslo en un contexto de creciente diversidad cultural y religiosa.
Lleva unas semanas como obispo coadjutor de la diócesis. ¿Cuáles son sus retos y necesidades?
— Debo admitir que aún no tengo una visión global. Desde que me dijeron que sería obispo coadjutor, he orado y pensado mucho. Tengo algunas ideas, pero ninguna respuesta definitiva. Por eso, estoy aprovechando estos primeros meses para hacer preguntas e invitar a los sacerdotes y a los fieles a pensar conmigo –en el modo de sinodalidad de Papa Francisco– sobre cuál es la realidad de la Iglesia hoy y cuál es el futuro de la Iglesia en Noruega y en la diócesis de Oslo.
La diócesis es mi tierra de origen e Iglesia particular de incardinación como sacerdote. Por esto, la conozco muy bien. Al mismo tiempo, he trabajado fuera de Noruega desde 2008. Han llegado nuevos sacerdotes, han salido nuevas realidades pastorales en las parroquias y la sociedad noruega ha cambiado. Necesito tiempo para “reentrar” en Oslo. En las últimas semanas he llevado a cabo encuentros individuales con cada sacerdote en la diócesis y he estado visitando las parroquias. Después de la celebración de Pascua, iniciaré las visitas para celebrar el sacramento de la confirmación.
Como obispo, ¿cuáles son sus claves pastorales? ¿Qué puede aportar usted con su experiencia?
— Mis claves pastorales son simplemente las claves de la Iglesia: la proclamación de la fe, la celebración de los misterios, y la “salus animarum”, la guía de los fieles a la vida eterna. Me parece importante reconocer que tenemos ya las medidas y el programa. Nuestra tarea es la de activarlos para el mundo de hoy, para nuestra situación y para nuestra sociedad.
¿Qué papel tiene la Iglesia en el país en materia de colaboración con el Estado? ¿Cómo impulsa la unidad y la paz ante la polarización?
— El Estado noruego proporciona apoyo financiero a las comunidades religiosas registradas públicamente. Esto se basa en el deseo de ser justos y brindar a todas las comunidades religiosas un apoyo similar al que Noruega brinda a la Iglesia de Noruega (la antigua iglesia estatal). Siento que tenemos un diálogo abierto con las autoridades estatales, incluso si hay temas en los que no estamos de acuerdo.
Al mismo tiempo, es cada vez más importante que los laicos en la Iglesia tomen parte activa en la sociedad y en los debates políticos, para que los valores del Evangelio sean escuchados y puedan guiar a nuestra comunidad.
Mi impresión es que la polarización se basa en ideas y entendimientos muy superficiales. Por eso es importante ir a lo que es fundamental para nosotros. En la Iglesia, significa que aprendamos a conocer verdaderamente nuestra fe, a participar dignamente en la Misa y en los sacramentos y a contribuir al bien de la comunidad. Todos deberíamos estar de acuerdo con esto. A pesar de toda la agitación que hay en el mundo, tengo claro que la humanidad anhela la paz y la justicia. Esto es algo poderoso sobre lo que debemos construir.
¿Cómo alienta la propuesta cristiana en la cultura y la sociedad?
— A menudo se dice que Noruega es una sociedad secularizada, una sociedad “postcristiana”. Es cierto que cada vez son menos las personas que profesan la fe cristiana. También es cierto que Noruega ha introducido leyes que contradicen las enseñanzas de la Iglesia. Al mismo tiempo, la sociedad noruega se basa en la fe cristiana. Nuestra bandera lleva la cruz. Nuestras fiestas nacionales -y días libres en el trabajo y la escuela- son las fiestas cristianas (incluido el Jueves Santo, el Viernes Santo y el Día de la Ascensión).
En 2024 hubo una gran celebración para conmemorar los 1.000 años desde la introducción del «Derecho cristiano», con leyes basadas en la fe cristiana; partes de esta ley aún se mantienen. Las tiendas en Noruega están cerradas el domingo. Por lo tanto, tenemos un terreno fértil considerable, algo en lo que centrar nuestra atención, algo que podemos desarrollar y a lo que podemos regresar.
La Iglesia en Noruega es muy internacional. La misa del domingo en la Catedral de Oslo se celebra en 11 idiomas. La piedad popular que vemos proviene, por tanto, de muchas naciones y culturas diferentes. La misión de la Iglesia es hoy, como siempre, apoyar y guiar la piedad popular.
¿Cómo realiza la Iglesia la labor de guía de las conciencias sin caer en una injerencia desfasada?
— Guiar la conciencia consiste, creo, en dos tareas concretas: fortalecer la conciencia y la comprensión moral del individuo, y predicar y comunicar la enseñanza moral de la Iglesia. La Iglesia habla de una “conciencia iluminada”, no de una conciencia subdesarrollada, perezosa o evasiva. Ayudar a los creyentes a desarrollar una conciencia adulta, responsable y honesta requiere tanto predicación como guía espiritual (también en la confesión).
La Iglesia, y especialmente sus pastores, deben presentar constantemente a los fieles lo que la Iglesia enseña sobre la vida y la moral cristiana. Esto debe hacerse con claridad, en unidad con la Iglesia y adaptado a los creyentes. Hay que educar a los niños en las cosas más básicas, a los jóvenes un poco más y a los adultos en todo.
¿Cómo recuperar o impulsar una nueva cultura de la generosidad y la conciencia vocacional de todos los fieles?
— Creo que hay que hacer mucho más para fortalecer la familia y la transmisión de la fe y la vida de fe que se vive en la familia. Esto fortalecerá a las congregaciones y a las diócesis, y de comunidades cristianas vivas surgirán vocaciones y vidas cristianas que serán buenas para la sociedad.
El Concilio Vaticano II tiene mucho que enseñarnos aquí. El mensaje del Concilio sobre la llamada universal a la santidad es muy exigente porque exige verdaderamente tomar nuestra cruz cada día y seguir al Señor. De ahí se desprenden los compromisos de una vida auténtica y verdaderamente cristiana. Creo que es cada vez más importante que la Iglesia nos ayude a todos los creyentes a vivir como cristianos en el mundo de hoy, cada día.