Nuria Casas cree que el sufrimiento tiene un sentido, por eso ha escrito “La cicatriz que perdura”, un libro que recoge sus reflexiones sobre su camino de superación de un TCA (siglas de Trastorno de Conducta Alimentaria).
La cicatriz que perdura
Más allá de ser un relato de superación de la anorexia, “La cicatriz que perdura” es un testimonio de esperanza y resiliencia. Una adolescente cristiana, procedente de una familia de 6 hermanos y un ambiente sano, se ve envuelta en un pozo del que descubre que no puede salir sóla. Nuria Casas, autora del libro, invita a reflexionar sobre cómo las heridas más profundas pueden convertirse en una fortaleza. Logró transformar su dolor en una fuente de inspiración y con tan sólo 24 años se animó a publicar este libro con el que muchos, a pesar de no tener relación con un TCA, se han sentido identificados.
¿Qué te animó a escribir este libro?
– Normalmente la gente tiene la idea del libro y luego lo escribe. Y a mí me pasó un poco al revés.. Siempre he necesitado escribir, lo he canalizado todo de esa forma y en momentos de caos y oscuridad lo he necesitado todavía más. Cuando me iban a dar el alta fue la propia psiquiatra la que me dijo “¿tienes muchas cosas escritas, no?” Alguna vez había leído reflexiones mías. Entonces me puse a mirarlo, lo ordené todo y de repente vi que, si se ponían capítulos y un índice, podría ser un libro.
Pensé en guardármelo para mí misma pero chocaba con mi filosofía de vida, que es “todo es para bien” ¿qué sentido tiene que yo vaya diciendo que todo es para bien, tenga esto escrito sabiendo que puede ayudar a alguien, y que me lo guarde para mí? Y así es como salió el libro.
Siendo una chica normal y en un entorno sano, ¿cómo llegas a ese punto de un TCA?
– Es verdad que no hay una cosa concreta. Todos tenemos nuestra mochilita, y lo que explico en el libro es que la anorexia no sale de la nada: es una enfermedad, pero siempre consecuencia de alguna cosa. Al final lo físico y lo que se ve es la punta del iceberg, pero todo lo que hay enterrado es la causa de todo eso.
Muchos lectores me han dicho que sin tener ningún tipo de relación con el TCA se han sentido identificados conmigo.Y es que el libro es sobre mi anorexia pero en el fondo habla de heridas que todos tenemos, sobre sufrimiento en general que todo el mundo experimenta en algún momento.
En el libro afirmas “Huir no cura el dolor, lo empeora”. ¿Qué le dirías a una persona que niega su sufrimiento,que no acepta que está ciega y que tiene que ir al oculista? ¿Cómo le ayudarías a que ame su cruz?
– Aunque no estoy de acuerdo con la filosofía de Freud, sí decía algo muy sensato y es que todo lo que enterramos termina saliendo siempre, y cuanto más tarda en salir, peor. Esto se ve incluso en nuestro cuerpo cuando somatizamos algo. Por eso es mejor enfrentarse a ello cuanto antes y más siendo consciente de por qué sufres. Hay gente que tras enterrarlo tanto, cuando quiere recuperarse no sabe qué es lo que le pasa y debe remontarse y buscar la causa de todo ello.
También es importante el ejercicio de aceptación: aceptar lo bueno y lo malo no es sólo aceptar lo que no me gusta de mí sino también lo que me ha pasado. No me gustaría que hubiera pasado pero no puedo cambiarlo, ¿cómo me enfrento a ello de la mejor forma posible?
¿Qué consejos darías para saber acoger la debilidad, para aceptar nuestra imperfección, para aceptarnos tal y como somos?
– Quien te ayuda a aceptarte por entero es Dios. Porque es quien te ha creado. Y no solo te ha creado, sino que te pone en las situaciones que se te presentan. Y no siempre lo entendemos en el momento en el que sufrimos, pero todo tiene un sentido. A mí lo que me está pasando ahora, y está siendo una experiencia fuerte, es que me está contactando gente, estoy comprendiendo el sentido de todo el sufrimiento de estos años. Muchas personas piden que les ilumine bajo la luz de mi experiencia y eso me hace ver que el sufrimiento que he pasado no ha sido en vano.
Ante el sufrimiento existen dos salidas: la primera es pensar que el mundo ha sido injusto contigo y te crees con derecho de ser injusto con el mundo, encerrándote en ti mismo. La otra es abrirse a los demás, porque has sufrido tanto que no quieres que nadie vuelva a pasar lo que has pasado sin tener las herramientas que le puedes proporcionar desde tu experiencia, desarrollando así una empatía natural. Al fin y al cabo, las personas que han sufrido normalmente conectan mejor con el sufrimiento de los demás. Esta segunda vía te hace reconocerte débil, aceptando tu naturaleza, tus límites y tu fragilidad. Al mostrar tu debilidad a los demás de pronto descubres que esa debilidad es en realidad una fortaleza, porque a través de ella sirves para ayudar a los demás con la luz de tu experiencia.
¿Consideras que todo el mundo debería compartir su sufrimiento?
– Yo creo que nos puede ayudar el hecho de hablar más sobre la vulnerabilidad porque estamos en una sociedad que nos da el mensaje de que tú puedes con todo, tú puedes solo y no necesitas de nadie. Y no es verdad. Como decía Aristóteles: el ser humano es social por naturaleza. Es decir, necesitamos de los demás y muchas veces, hasta que no nos rompemos, no nos damos cuenta de esta verdad.
Por otro lado, cada uno tiene que encontrar sus puntos de apoyo y saber dónde los tiene. En el libro lo explico: Dios siempre que manda cruces es porque sabe que en ese momento lo puedes llevar porque Él te da la gracia para llevarlas y a su vez te da siempre puntos de apoyo y en mi caso ha sido 100 % mi familia y mis amigos.
Soy tutora y doy un par de asignaturas de 2 de ESO y de filosofía de bachillerato que me encanta. Alguien me dijo una vez “no entiendo de dónde sacas la paciencia con los niños”, porque es verdad que tengo la clase más intensa de toda la secundaria. Y sí, obviamente tengo que hacer un ejercicio de paciencia con mis niños, pero yo creo que las personas que hemos sufrido somos capaces de ver más allá en la persona, es decir, un niño se está portando fatal, bien, pero ¿qué le pasa? Queremos ir un poco más allá. Yo he comprendido que la paciencia me viene de que, como conmigo las personas que me han querido ayudar han sido tan comprensivas, entonces yo también debo ser comprensiva con aquellos que sufren igual que yo. Dar lo que he recibido.
¿Qué aporta en una vivencia de una enfermedad así la luz de la fe? ¿Qué diferencia hay de cómo lo sobrelleva una persona católica a una no creyente?
– Yo solo te puedo contar la versión de la persona que es creyente. Es verdad que dentro de este proceso tuve momentos de mucha oscuridad con respecto a Dios y de estar muy enfadada con Él y no entender absolutamente nada, entonces igual también tengo un poco esa visión, pero a mí lo que me ha ayudado ha sido Dios. Por eso, sin Él me parece muy difícil. Se puede, y hay mucha gente que lo ha hecho, aunque también es verdad que depende mucho del círculo que te rodee.
A mí Dios me ha ayudado en la parte profunda de aceptarme a mí misma , dejando de querer tenerlo todo controlado.La anorexia es una manera de tener algo bajo control en un momento en el que todo se desmorona o todo es caótico. ¿Qué pasa en el momento en el que dejas entrar a Dios? Aprendes a dejar ese control en sus manos. De hecho, el momento en el que reconecté con Dios fue rezando una oración así: “Yo no puedo más. He estado todos estos meses queriéndolo hacer yo, pero ahora lo dejo en tus manos”. Esto suena muy bonito y muy teórico pero a partir de ahí la obra de Dios en mi vida se vio reflejada en hechos concretos. Hasta entonces había estado cerrada a ir al médico y sin embargo al día siguiente de rezar esa oración me decidí y fui, y empecé a dejarme ayudar.
Muchas veces la gente que viene de una familia cristiana da la fe por hecho y la vive como un simple moralismo, un hacer las cosas bien, hasta que tienen un encuentro personal con Dios y comienzan a comprender realmente su amor, a experimentarlo en su vida. ¿Cómo fue tu encuentro con Él?
– Es cierto que muchas veces hay personas que necesitan alejarse para encontrarse personalmente con Él. A mí me pasó que me encontré con Dios en la universidad, en el momento de la recaída. Fue la primera vez que me planteé algo de Dios como Nuria. A mí me habían explicado que Dios era bueno, pero en mi sufrimiento yo pensaba “O el Dios que me han explicado siempre que es tan bueno y que tanto me quiere, no existe o sí que existe pero entonces a mí ni me quiere ni le importo”.
No entendía el por qué de mi sufrimiento. Pero en el momento en el que volví a conectar con Dios lo entendí. De repente la cruz se convirtió en mi tema favorito porque entendí que precisamente cuando nos manda cruces es cuando más nos está queriendo. Si fuéramos perfectos, todo nos fuera bien y no necesitáramos nada pensaríamos “¿Yo para qué necesito a Dios si soy perfecto?” La cruz, por tanto, nos hace ver que solos no podemos y que le necesitamos. Cuando nos manda una cruz nos está queriendo porque porque nos está diciendo, “Quiero que estés cerca de mí”.