España

Mons. Prieto: “Debemos cuidar el Camino de Santiago, es vía de esperanza”

La Fundación Pablo VI y el arzobispo de Santiago de Compostela, Mons. Francisco José Prieto, presentaron en Roma en septiembre la Cátedra de Estudios Europeos Camino de Santiago. Dos días más tarde, el Papa Francisco viajó a Luxemburgo y a Bélgica, en el corazón de la Unión Europea. Omnes ha conversado con Monseñor Prieto sobre ambos temas.

Francisco Otamendi·15 de octubre de 2024·Tiempo de lectura: 5 minutos
Monseñor Prieto

Mons. Francisco José Prieto, arzobispo de Santiago, durante la presentación de la Cátedra de Estudios Europeos Camino de Santiago

La Cátedra de Estudios Europeos Camino de Santiago “pretende ser una propuesta para una Europa renovada y esperanzada de la que formamos parte. Y en ella, el Camino de Santiago se presenta como una valiosa identidad que debemos cuidar en su valor humano y cristiano”, señala Francisco José Prieto Fernández, arzobispo de Santiago, a Omnes.

“El Camino es ocasión providente para, iluminados con el don de la fe, buscar a Dios y dejarse encontrar por Él, que nos aguarda, al final, en la Meta”, añade Monseñor Prieto, quien presentó esta Cátedra de la Fundación Pablo VI junto a su director general, Jesús Avezuela, y la directora Marta Pedrajas, en la sede de la Iglesia Nacional Española, en Roma, con la presencia del arzobispo Luis Marín, subsecretario del Sínodo de los Obispos, entre otras personalidades.

Además, “el  Camino de Santiago muestra que Europa (la humanidad) es un proyecto común, ante todo de personas y pueblos, no únicamente de estrategias políticas y económicas, que deben ser escuchadas para construir mejor una fraternidad social”, señala.

El arzobispo compostelano llama a “que nos siga doliendo cada naufragio (…). Cada naufragio es un fracaso de la sociedad”. Y también al esfuerzo por la paz, al “verdadero desarrollo”, y a “hablar con los migrantes”.

En su viaje apostólico, el Papa ha manifestado que Luxemburgo “se ha distinguido (en su historia) por su compromiso en construir una Europa unida y solidaria”. Por otra parte, la guerra entre Rusia y Ucrania se prolonga. ¿Qué destacaría usted de los llamamientos del Santo Padre a la paz?

Por encima de prejuicios o barreras ideológicas, yendo más allá de posturas irreconciliables, el Papa Francisco no cesa en convocarnos a un esfuerzo que ha de ser compartido por toda la sociedad, no sólo por los responsables políticos: ese esfuerzo es la tarea que cada hombre y mujer debemos hacer por lograr una paz real, justa y duradera.

En la consecución de la paz, siempre asentada en la justicia y la verdad, nos acreditamos como personas, como sociedad y también como Iglesia. El Papa es una voz profética y políticamente incorrecta, porque no pretende opciones parciales para una paz interesada. Sus llamamientos nacen del Evangelio mismo que nos convoca y urge a una reconciliación efectiva y afectiva.

El Pontífice ha alentado a que se establezcan relaciones solidarias entre los pueblos, de modo que todos sean partícipes y protagonistas de un ordenado proyecto de desarrollo integral. ¿Qué nos puede decir al respecto?

Recuerdo aquellas palabras de san Pablo VI, cuando afirma que el verdadero desarrollo es el que abarca a todos los hombres y a todo el hombre (Populorum progressio  nº 14). Un desarrollo integral, no meramente tecnológico o comercial, que procure dignidad, trabajo y techo para todos; un desarrollo de la persona que reconozca los valores espirituales y religiosos, que asegure la libertad de conciencia y la libertad religiosa.

El desarrollo no es el resultado de un conjunto de técnicas productivas, sino que abarca a todo el ser humano (a todo el hombre y a todos los hombres): la dignidad de su trabajo, condiciones de vida adecuadas, la posibilidad de acceder a la enseñanza y a los necesarios cuidados médicos. «El desarrollo es el nuevo nombre de la paz», afirmaba Pablo VI, puesto que no existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria. No hay paz allí donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno.

Tanto en Bélgica como en Luxemburgo, el Papa ha insistido en “la acogida” como un espíritu “de apertura a todos”. También ha recibido a familias de migrantes, de países cristianos y musulmanes. ¿Nos ponemos en la piel del otro? 

Nos cuesta empatizar con el otro, ponernos en el lugar de aquellos que han dejado casa y tierra para buscar esa oportunidad de vida digna a la que todo ser humano tiene derecho. Estamos polarizando en extremo el debate sobre los migrantes, olvidando a las personas que son víctimas de la miseria, de la guerra y de las mafias que abusan de su necesidad.

Quizás debamos revisar nuestra actitud y comportamiento personal y social respecto a los migrantes y extranjeros. No hablemos sobre ellos, hablemos con ellos, hemos recordado recientemente con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.

Movimientos migratorios. España, por ejemplo, ha batido récord de población en 2023: 48,5 millones de habitantes con un 13,4 % de extranjeros. Recientemente hemos asistido a un nuevo naufragio letal en Canarias. ¿Algún comentario?

– Que nos siga doliendo cada naufragio: son vidas rotas, esperanzas frustradas. Cada naufragio es un fracaso de la sociedad. No podemos ser meros espectadores mediáticos de noticias así: acoger no es solo dar la bienvenida, sino extraer consecuencias del enriquecimiento mutuo y recíproco entre quienes acogen y son acogidos.

La Fundación Pablo VI y el Arzobispado de Santiago de Compostela han presentado en Roma la Cátedra de Estudios Europeos Camino de Santiago, en un contexto europeo de incertidumbres y desafíos. Ustedes han hablado de humanización y esperanza, ¿no es así?

Esta Cátedra pretende ser una propuesta para una Europa renovada y esperanzada de la que formamos parte. Y en ella, el Camino de Santiago se presenta como una valiosa identidad que debemos cuidar en su valor humano y cristiano. 

Podemos así construir o sostener una metáfora espléndida y necesaria para los hombres de nuestro tiempo, para los europeos de esta hora y para esta humanidad desconcertada: la metáfora del Camino de Santiago está diciendo que el mundo o la vida tienen espacios y compañías que alientan y sostienen y que la peregrinación del vivir es un caminar sostenido por mil ámbitos, mil presencias y apoyos que lo tutelan y lo salvaguardan.

 ¿Piensa que el Papa Francisco podría acudir o pasar por la tumba del Apóstol con alguna ocasión significativa?

Como lo hicieron san Juan Pablo II (1982 y 1989) y el papa Benedicto XVI (2010), la Iglesia en Santiago de Compostela renueva su invitación al papa Francisco para que acuda a visitar como sucesor de Pedro a su amigo Santiago el Mayor. Desde Santiago las palabras del Papa resuenan siempre con una fuerza especial: una Europa que precisa volver a sus raíces para responder a la pregunta por Dios y por el hombre, y así, como diría Dante, pueda renacer de nuevo la esperanza en el corazón de la humanidad.

Háblenos un momento del Camino de Santiago. Su atractivo es grande entre las gentes.

El Camino y su Meta, los caminos y la tumba del apóstol Santiago se presentan como un gran espacio abierto y un horizonte en el que caminan y hacia el que se encaminan los que buscan y los que no buscan, los inquietos y los indiferentes, los creyentes y los no creyentes. Y en ese camino debemos suscitar la pregunta por el sentido de la vida, por su horizonte trascendente. El Camino es ocasión providente para, iluminados con el don de la fe, buscar a Dios y dejarse encontrar por Él, que nos aguarda, al final, en la Meta.

El Camino de Santiago muestra que Europa (la humanidad) es un proyecto común, ante todo de personas y pueblos, no únicamente de estrategias políticas y económicas, que deben ser escuchadas para construir mejor una fraternidad social que nos conduzca a ser “un mensaje de esperanza basado en la confianza de que las dificultades puedan convertirse en fuertes promotoras de unidad, para vencer todos los miedos que Europa –junto a todo el mundo – está atravesando. Esperanza en el Señor, que transforma el mal en bien y la muerte en vida” (Francisco, Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 de noviembre de 2014).

El autorFrancisco Otamendi

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