Michael W. McConnell es catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Stanford y está especializado en asuntos relacionados con la Iglesia y el Estado. Hace unas semanas fue uno de los ponentes principales del VI Congreso del ICLARS (“International Consortium for Law and Religious Studies”), del que hemos hablado recientemente en Omnes. Más de 400 congresistas se reunieron para relfexionar sobre “Dignidad humana, derecho, y diversidad religiosa: diseñando el futuro de sociedades interculturales”.
En los países europeos, algunas personas piensan que los políticos con convicciones cristianas no deberían poder ocupar cargos públicos debido al sesgo de sus creencias. ¿Qué opina de este argumento?
En un país libre con separación entre Iglesia y Estado, los ciudadanos de todas las religiones, o de ninguna, tienen el mismo derecho a ocupar cargos públicos y a defender su concepción del bien común sobre la base de cualquier sistema de creencias que les resulte convincente. Esto se aplica tanto a los cristianos como a los judíos, los musulmanes, los ateos y todos los demás. En Estados Unidos, esta apertura a todas las creencias se refleja específicamente en el artículo VI de la Constitución: “nunca se exigirá ninguna prueba religiosa como requisito para acceder a ningún cargo o confianza pública bajo los Estados Unidos”. En cuanto a las afirmaciones de “parcialidad”, algunas personas necesitan mirarse en el espejo.
¿Es posible separar la esfera privada de la pública? ¿Hasta qué punto es bueno hacerlo?
El derecho de las libertades civiles somete necesariamente la esfera pública a un conjunto de normas diferente al de la esfera privada. Por ejemplo, el Estado está obligado a ser neutral en aspectos que los particulares no lo son. Esto es especialmente cierto con respecto a la religión. Todos tenemos derecho a considerar ciertas opiniones religiosas como verdaderas y otras como falsas. El Estado no tiene ese papel.
Michael Sandel sostiene que en las sociedades occidentales no ha habido un verdadero debate público sobre muchas cuestiones morales controvertidas (aborto, eutanasia, gestación subrogada, matrimonio homosexual, etc.). ¿Está usted de acuerdo con esta idea?
Ciertamente no, aunque algunas personas de ambos bandos están tan seguras de sus posiciones que intentan silenciar a los disidentes. Sí estoy de acuerdo con Sandel en que la discusión pública sobre algunas de estas cuestiones es menos sólida y menos informada de lo que me gustaría.
En muchos países, algunas leyes consideradas “moralmente progresistas” no reciben suficiente apoyo parlamentario, pero se aprueban en sentencias de tribunales constitucionales. ¿Qué opina de esta forma de proceder?
Creo que los tribunales se limitan adecuadamente a hacer cumplir las normas constitucionales que han sido adoptadas por el pueblo a través de los distintos procesos de formación constitucional. Los tribunales no tienen derecho a usurpar la función legislativa imponiendo normas jurídicas únicamente sobre la base de que los jueces las consideran “progresistas” (o normativamente atractivas en cualquier otro sentido). Roe v. Wade es el ejemplo más conspicuo en Estados Unidos.
Hablando de Roe v. Wade, como experto en la constitución estadounidense, ¿qué opinión le merece la nueva sentencia del Tribunal Supremo?
Roe v. Wade fue uno de los dictámenes más mal razonados de la historia del Tribunal Supremo. No se basó en ninguna lectura plausible del texto constitucional, ni en los precedentes del tribunal, ni en las antiguas tradiciones y prácticas del pueblo estadounidense.
¿Qué opina de la cultura woke y de la cancelación con respecto a su impacto en el mundo académico?
Desapruebo todo extremismo, incluido el extremismo woke, y todo esfuerzo de censura masiva. La homogeneidad de opinión dentro del mundo académico en Estados Unidos es una grave amenaza para la educación liberal. Esto también sería cierto si la academia fuera unilateral e intolerante en apoyo de cualquier otra ideología.
La visión de género está recibiendo cada vez más aprobación social y legal en la legislación de muchos países. Poco a poco los que no están de acuerdo con estas ideas tienen más dificultades para educar a sus hijos según sus convicciones o para desarrollar una labor profesional (por ejemplo en el campo de la medicina) según su visión antropológica. ¿Cree que se respeta la libertad de pensamiento y de expresión de las personas que tienen una visión más conservadora?
Evidentemente, no. El pensamiento de la gente sobre el género y el sexo fluye rápidamente, y una visión extrema no debe ser tratada como la única con autoridad. La gente tiene el derecho humano a tener una visión diferente, y los padres tienen el derecho humano a que las instituciones públicas no impongan una ideología determinada a sus hijos.