Cultura

Entrevista con María Caballero sobre escritores conversos contemporáneos

María Caballero, Catedrática de Literatura, recientemente ha participado en Madrid en un congreso sobre Dios en la literatura contemporánea. Repasamos el panorama de intelectuales y escritores conversos, muchos de ellos del siglo XXI.

Javier García Herrería·3 de octubre de 2022·Tiempo de lectura: 9 minutos
maría caballero

Foto: María Caballero

María Caballero es Catedrática de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Sevilla. Su investigación en los últimos años se ha centrado en el ensayo sobre la identidad de los países del Nuevo Mundo de cuño hispánico, y en las escrituras del yo (diarios, autobiografías, memorias…), con especial incidencia en la escritura de mujeres. Desde hace décadas viene investigando, como parte de las escrituras del yo, en la literatura escrita por conversos, en los testimonios de ese fenómeno inapresable que es la conversión religiosa de un ser humano

Recientemente ha inaugurado el VI Congreso de “Dios en la Literatura Contemporánea: Autores en busca de Autor”, celebrado en el paraninfo de la Universidad Complutense de Madrid los días 22 y 23 de septiembre.

Un grupo de participantes del congreso «Autores en busca de autor»

Su ponencia se ha centrado en escritores conversos de los siglos XX-XXI. ¿Qué autores le parecen más relevantes?

Desde Pablo de Tarso y Agustín de Hipona, los relatos de conversión sacuden al lector amodorrado en nuestro mundo cotidiano teñido de superficialidad y activismo. De ellos arrancan dos modelos de conversión religiosa: las “tumbativas” no buscadas por el sujeto y catalogables como “hechos extraordinarios”  (Claudel, García Morente…). Se trata de una experiencia oscura donde la intuición se impone: “Dios existe, yo me lo encontré” –dirá Frossard-. Al respecto, es muy sugerente y actual el libro de José María Contreras Espuny, “Dios de repente” (2018).

En el polo opuesto y lideradas por Agustín de Hipona, estarían las “racionales” (Chesterton, Lewis), que culminan una búsqueda de años: la honestidad del sujeto acaba aceptando la Verdad del Dios católico, no sin resistencias. 

Hay dos libros que son marco ineludible a la hora de estudiar estas cuestiones: “Literatura del siglo XX y cristianismo”, de Ch. Moeller, en varios volúmenes. Recorre las páginas de los mejores escritores del siglo XX que siempre, por activa o por pasiva recalaron en el tema de Dios… Y “Escritores conversos” (2006), de J. Pearce, que se restringe al mundo anglosajón y trabaja a fondo un buen número de escritores ingleses cuyos testimonios de conversión siguen siendo cautivadores. Por no hablar de sus novelas y cuentos que los consagran como clásicos del siglo XX: Chesterton, Lewis, E. Waugh, o Tolkien son referentes ineludibles, como lo muestra la larga herencia de “El señor de los anillos”.

Ana Iris Simón, una autora con una sensibilidad y herencia de izquierdas, en su novela Feria y en sus artículos en El País está poniendo sobre el tapete la cuestión de Dios. ¿Cómo valora este fenómeno?

Antes que ella lo hizo en su momento Juan Manuel de Prada, que se define como converso. En las últimas décadas el mercado se ha visto inundado de literatura testimonial, no sólo memorias y autobiografías (“best-seller” del momento), sino también literatura religiosa. Es que la cuestión de Dios está en el ambiente, como lo demuestran dos libritos de divulgación: “10 ateos cambian de autobús” (2009), de José Ramón Ayllón, y “Conversos buscadores de Dios. 12 historias de fe de los siglos XX y XXI” (2019), de Pablo J, Ginés. No son, sobre todo el segundo necesariamente escritores, sino conversos variopintos: la hermana del embalsamador de Lenin, un preso de la KGB, el inventor del fusil Kalashnikov, León Felipe, poeta republicano y español…

¿Qué obras de conversos recientes le resultan especialmente interesantes?

En la conferencia yo no me circunscribí a los escritores del ámbito español, sino que enfoqué el mundo intelectual, donde el fenómeno de la búsqueda de un sentido de la vida, de un posible Dios, de algo más… es palmario. A pesar de vivir en un mundo aparentemente postmoderno y secularizado, hay cada vez más testimonios de escritores conversos, algo que se ha convertido en una especie de subgénero literario. Tras algunas pinceladas sobre conversos de nuestro mundo occidental (E, Waugh, Mauriac, S. Hahn…) y del Islam (Qurehi, J. Fadelle…), me centré en cinco intelectuales con perspectiva internacional y de distinto cuño: A. Flew, S. Ahmari, J. Pearce, J. Arana y R. Gaillard. Trabajé los relatos de conversión de los cuatro primeros y una novela escrita por el último. 

Bajo el título “Dios existe. Cómo cambió de opinión el ateo más famoso del mundo” (2012), el filósofo A. Flew (1923-2010) explica las razones de su cambio de postura. Un sorprendente giro de 360 grados partiendo de su trabajo científico le llevó al afirmar: “Dios existe… el universo sin su presencia es inconcebible”: de hecho, no se decanta por un dios concreto, pero afirma con rotundidad la presencia de lo sagrado en el universo. La suya fue una “conversión” escandalosa: dedicado a dar conferencias y a carearse en espectaculares y multitudinarias mesas redondas de científicos que discutían acerca del asunto, pasó de ser el ateo oficial a descolocar a sus contrincantes con sus afirmaciones.

“Fuego y agua. Mi viaje hacia la fe católica” (2019) es el testimonio de Sohrab Ahmari (1985) afamado columnista de Gran Bretaña que en un twit de 2016 anunció su conversión al catolicismo, con gran escándalo en las redes. Extranjero residente en Estados Unidos, se convierte en lector de Nietzsche  iniciando un camino intelectual y espiritual que, años después y contrarrestado por la lectura de la Biblia, desembocaría en la Iglesia católica. No sin antes pasar por el marxismo. “Llegaría a la conclusión de que la voz interior que me animaba a hacer el bien y rechazar el mal era prueba irrefutable de la existencia de un Dios personal” –dirá-.

Por lo que se refiere a J. Pearce (1961) se definió a sí mismo como “fanático militante racista” y el relato que dedicó a su conversión, “Mi carrera con el diablo” (2014) lleva este subtítulo: “del odio racial al amor racional” que no deja lugar a dudas de cómo ha visto su propio proceso de conversión un fanático militante del Frente Nacional que coqueteó con el IRA. La lectura de Chesterton, Lewis y los conversos de Oxford herederos del también converso Newman le acabará llevando a Dios. Hoy es un excelente escritor y apologista, muy centrado en biografías de conversos ilustres.

Del ámbito español escogí “Teología para incrédulos” (2020), de J. Arana (1950), catedrático de filosofía de la Universidad de Sevilla y académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de Madrid. Nada más lejos de una sesuda reflexión sobre cuestiones límites de filosofía y teología, de intención más o menos apologética.

El título despista si no entendemos que el incrédulo del que habla no es otro que el mismo autor y que el libro aborda muchas cuestiones teóricas —salvación y pecado, libertad, milagros, Iglesia y laicismo, fe y ciencia— con seriedad intelectual pero siempre desde la crónica de su propio recorrido existencial hacia una fe que viene para él de la tradición familiar, que se pierde en la juventud si bien nunca del todo en la práctica y se va poco a poco recuperando hasta llegar a su plenitud en la madurez, como fruto de la reflexión y de la respuesta a la gracia de Dios. El paisaje que ese camino recorre, en el que muchos se pueden reconocer, es el de nuestra cultura contemporánea, el de la historia del pensamiento occidental.

¿Hasta qué punto autores así han tenido o tienen un papel relevante a la hora de abordar la cuestión de Dios en la opinión pública?

¿Qué incidencia tienen las declaraciones de conversos como Messori o Mondadori? Textos como “¿En qué creen los que no creen?” (1997), un diálogo entre Umberto Eco y Carlo María Martini, arzobispo de Milán  han puesto sobre el tapete las cuestiones relacionadas con la fe. Ahora bien, el mercado, los medios y las redes privilegian y ocultan, como todos sabemos… Hace unos años se publicaron casi paralelamente dos libros de Alejandro Llano y Fernando Sabater sobre estas cuestiones y obviamente la difusión del segundo arrolló al primero.

¿Y autores en otros países hispanoamericanos?

Hace un par de años impartí una conferencia en el Centro de Estudios Teológicos de Sevilla, publicada después en la revista “Isidorianum” y colgada en las redes. Bajo el título “¿Ha desaparecido Dios de nuestra literatura?” desfilaban Rubén Darío, y su poema “Lo fatal, Pedro Páramo”, de J. Rulfo en su búsqueda existencial del padre (¿tal vez Dios?), “Cien años de soledad”, de G. García Márquez con su estructura bíblica del Génesis al Apocalipsis… y unas cuantas novelas contemporáneas de Otero Silva (“La piedra que era Cristo”), Vicente Leñero, (“El evangelio de Lucas Gavilán”) y otros…

Entre todos ocupa un lugar destaco el agnóstico argentino Jorge Luis Borges que en sus poemas, ensayos e incluso tras la superficie de suspense policíaco de alguno de sus relatos (“Ficciones”, “El Aleph”) esconde preguntas existenciales sobre el ser y el destino de hombre, mundo y Dios, como ha estudiado Arana en su libro “El centro del laberinto” (1999). Una búsqueda que llega hasta el lecho de muerte al que convoca –según testimonio de su viuda María Kodama- a un pastor protestante y un sacerdote católico para seguir buscando…

Hace un año tuvimos en España un debate sobre la poca influencia de los intelectuales cristianos en la cultura. ¿Cree que ha cambiado algo en este tiempo? ¿Hay “brotes verdes” en España u otros países?

Hay “brotes verdes” y sorprenden específicamente en un país “laico” como Francia. Dios y los temas relacionados con la trascendencia interesan. El inusitado éxito de Fabrice Hadjad (1971), profesor y filósofo francés, fruto de judíos de ascendencia tunecina. Converso él mismo, ha dedicado su vida a impartir conferencias y escribir libros como “La fe de los demonios” (2014) o “Tenga Ud éxito en su muerte. Anti método para vivir” (2011); “¿Cómo hablar de Dios hoy?” (2013);)… 

“Últimas noticias del hombre (y de la mujer)”,(2018) y “Juana y los poshumanos o el sexo del ángel”, (2019) son algunas de las últimas entregas de este profesor universitario y padre de nueve hijos, que ha escrito casi veinte monografías e impartido conferencias por todo el mundo. Están redactados con altura apologética, junto al desenfado de quien vive según esa ya vieja fórmula de 1928 refrendada por el Vaticano II: “ser contemplativos en medio del mundo”.

María Caballero durante su intervención en el congreso

Susanna Tamaro o Natalia Sanmartín son voces femeninas que han tenido enorme éxito y comunican una antropología cristiana muy atractiva. ¿Cómo valora la aportación de la mirada femenina?

Es plural y muy rica con nombres como Etty Hillesum (1914.1943) actualmente muy de moda y objeto de tesis doctorales, que forma parte de un cuarteto de mujeres judías y escritoras, muertas en la segunda guerra mundial junto a Edith Stein (1891-1942), Simone Weil (1909.1943) y Ana Frank (1929-1945).

Pero no solo ellas. En el polo opuesto, la norteamericana Dorothy Day (1897-1980), fue periodista, activista social y oblata benedictina anarquista cristiana estadounidense –así la presenta wikipedia y no deja de ser sorprendente el cocktail-.

Retomando a las escritoras, nuestra Carmen Laforet (1921-2004) se convirtió a través de su amiga Lili Álvarez y el resultado fue una vuelta de tuerca en su narrativa, la novela “La mujer nueva” (1955), con toques autobiográficos de existencialismo cristiano.

Y siguiendo con las españolas, yo no olvidaría a Ernestina de Champourcín (1905-1999), una de las dos grandes poetas de la generación del 27. Aunque oscurecida por los varones del grupo, esta mujer inquieta y republicana de la alta sociedad madrileña fue amiga de Juan Ramón Jiménez y asidua del Lyceum que impulsó la vida cultural femenina. El exilio en México se plasmó en poemarios donde muestra su aclimatación al nuevo medio en el que sobrevivió como traductora. Paradójicamente el retorno a España fue duro, un nuevo exilio para esta mujer conversa y del Opus Dei. No desdeñó la poesía religiosa, como pone de manifiesto la antología de poesía religiosa que preparó para la BAC en 1970.

Por lo que se refiere a la pregunta, Susana Tamaro fue un best-seller con su novela “Donde el corazón te lleve” (1994), donde tres generaciones de mujeres enlazan sus experiencias. Recuerdo haber escrito contra el lema del título en mi libro “Femenino plural. La mujer en la literatura” (1998) porque el leitmotiv del título me parecía demasiado facilón. Pero no cabe duda de que a partir de “Anima mundi” (2001) incursiona en el campo religioso con un tirón llamativo.

Me interesa mucho más Natalia Sanmartín, una mujer joven (1970) que ha sabido asimilar con originalidad las lecturas de Newman y los conversos ingleses, elaborando una nueva utopía. Como utopía es la película “El bosque” (2004), de Shyamalam. Porque eso es lo que propone “El despertar de la señorita Prim” (2013), un mundo con valores, donde lo religioso no solo cabe sino que articula la vida cotidiana. La escuché en un congreso en Roma hace unos años y me pareció una alternativa sugerente. Después ha escrito un cuento de Navidad, no tan excepcional para mi gusto… Ojalá tenga por delante una carrera con valores.

Volvemos a las preguntas del comienzo. ¿Sigue vigente el tema de Dios en la literatura?

Indudablemente, Dios tuvo su sitio en la novela del siglo XX: S. Undset, H. Haase, Vintila Horia, Mauriac…, con un importante apartado sobre el mal, ese escollo de todos los tiempos que bordan Dostoyevski o Hanah Arent… Y cuando parece que ya no interesa a los escritores, encontramos en la novela postmoderna (por ejemplo, “La carretera”, de Mc Carthy, premio Pulitzer 2007), una cierta nostalgia del Dios perdido. Sucede algo semejante con la poesía religiosa, veta escondida que, como nuevo Guadiana, aflora en excelentes escritores: Gerardo Diedo, J. Mª Pemán, Dámaso Alonso… y en generaciones más cercanas  Miguel D´Ors, J.J. Cabanillas, Carmelo Guillén…  Como muestra, la antología “Dios en la poesía actual” (2018), editada por los dos últimos poetas citados. 

Volviendo a los conversos que escriben novelas habría que resaltar a Reginald Gaillard (1972). Un cuasi desconocido, está dando que hablar en los círculos intelectuales de la vecina Francia. Profesor de secundaria, impulsor de al menos tres revistas y fundador de la editorial Corlevour, ha publicado tres poemarios y su condición de poeta es muy palmaria en “La partitura interior (2018), su primera novela aclamada por la crítica francesa. . La novela es una confesión, un ajuste de cuentas al final de la vida en la línea de “Nudo de víboras” de Mauriac: un diálogo a tres bandas entre el protagonista (sacerdote), Dios y los demás.

¿Meras agujas en un pajar? Sí y no. A quien pregunte por escritores actuales interesados en Dios, lo sagrado o la religión en la literatura y las artes le remitiría a las redes. Antonio Barnés tuve hace unos años el enorme mérito de apostar por algo que no parecía de moda: un proyecto de investigación cuajado de actividades y abierto online sobre “Dios en la literatura y en las artes”. Acabamos de celebrar el VI Congreso y es inmenso el material publicado en papel o accesible online, fruto de estos encuentros. Como muestra, un botón: el libro “La presencia del ausente, Dios en la literatura contemporánea”, recién editado por la Universidad de Castilla y la Mancha. 

Para concluir ¿dónde está Dios?

La pregunta no es en absoluto retórica y desde luego flota en el ambiente, por ejemplo en las redes donde hace unos meses se ha colgado un libro homónimo coordinado por A. Barnés y presentado en nuestro congreso como volumen en papel, en que 40 poetas responden en / con su obra a esta inquisición. Vivimos en una sociedad postcristiana en la que Dios parece haber desaparecido; pero incluso sin ser conscientes de ello lo seguimos buscando.

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