Vaticano

Cardenal Agostino Marchetto: «Una persona que no acepta al Papa y el Concilio Vaticano II se sitúa fuera de la Iglesia»

Omnes entrevista al cardenal Agostino Marchetto, considerado uno de los principales expertos en el Concilio Vaticano II.

Hernan Sergio Mora·22 de julio de 2024·Tiempo de lectura: 4 minutos
Cardenal Agostino Marchetto: "Una persona que no acepta al Papa y el Concilio Vaticano II se sitúa fuera de la Iglesia"

Foto: Cardenal Agostino Marchetto

Faltan pocos meses para que se cumpla el 60 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II. Este gran concilio del siglo XX, el primero verdaderamente universal, ha sido determinante para la Iglesia actual y es una referencia constante en el Magisterio de los últimos pontífices.

Omnes ha conversado sobre estos temas con el cardenal Agostino Marchetto, considerado uno de los principales expertos en el Concilio Vaticano II.

Mons. Agostino Marchetto, natural de Vicenza, fue ordenado sacerdote en 1964. Desde muy joven ingresó en la carrera diplomática vaticana y trabajó en las oficinas de representación de la Santa Sede en Zambia, Cuba, Argelia, Portugal y Mozambique.

Fue nuncio en países como Madagascar y Mauritania, Tanzania o Bielorrusia y, de 2001 a 2010 fue Secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes. Fue creado cardenal por el Papa Francisco en 2023.

¿Cómo explicar el Concilio Vaticano II, en particular a los más jóvenes?

–  Cuando el Papa Juan XXIII llega a la sede de Pedro, convoca un Concilio después de los intentos sin éxito que habían hecho los demás pontífices, porque pensaban que no había la oportunidad o que la situación aún no estaba lo suficientemente madura. Está claro que quiso un Concilio que pudiera responder al mundo qué es la Iglesia y al mismo tiempo qué puede hacer la Iglesia por el mundo.

Estas fueron las dos grandes preguntas fundamentales que planteó Pablo VI: «Iglesia, ¿qué dices de ti misma y qué le dices al mundo hoy?», en un mundo cambiado, un mundo nuevo en el que nos encontramos nosotros, con una crisis ya presente.

No había una situación enteramente tranquila cuando el Papa Juan XXIII convocó el Vaticano II. Pablo VI tenía también el deseo de dar una respuesta a la evangelización y a la promoción humana integral del mundo de hoy.

Además, Juan XXIII tenía una gran experiencia entre Oriente y Occidente, tenía la capacidad y formación histórica y conciliar, además de la propensión y capacidad de convocar y guiar el Concilio Vaticano II, el tiempo que pudiera debido a su edad.

Usted era joven en esa época.

– Yo estaba todavía en el seminario. Escuchaba y quizás también me sorprendía la valentía de la Iglesia en esta nueva realidad y este deseo de afrontar el mundo actual, por eso seguí todo con gran interés.

Soy de Vicenza y, en el seminario teníamos un profesor que cuando venía de Roma traía todas las publicaciones, especialmente en francés, relativas al concilio, y era tan amable que nos las dejaba para que las consultáramos.

Confieso que entonces, a través de las publicaciones, sentí todo ese nacimiento que se estaba viviendo por el bien de la Iglesia y del mundo y para ser fiel a lo que es el mensaje de evangelización.

El Concilio Vaticano II no quiso ser dogmático sino pastoral, ¿qué significa eso?

-Tomemos “con calma” esta afirmación de que “no quiso ser dogmático sino pastoral”, dado que no hay pastoral si no hay una realidad dogmática y doctrinal que la sustente, ¿no? Este es mi pensamiento.

Evidentemente quienes dicen «queremos algo dogmático y no pastoral» se olvidan lo que vemos en la constitución de la Iglesia. Veamos cuánto dogma hay allí, en el sentido de verdad teológica, de lo que es la tradición de la Iglesia, la palabra de Dios y todas las demás realidades que componen el misterio de la Iglesia.

Así que no podemos hacer estas distinciones como hacen algunos, porque si lo hacemos, hacemos una división y ya no nos encontramos a nosotros mismos. 

Éste es el gran tema: hay que pensar en el Vaticano II como una base del dogma, en el sentido de la tradición y del desarrollo armonioso de la unidad del único sujeto Iglesia, como decía Benedicto XVI, pero que es el pensamiento de todos los papas conciliares, desde el Papa Juan XXIII hasta nuestro Papa Francisco.

Una persona que afirma no creer en los últimos papas, ni en el papa actual ya no pertenece a la Iglesia.

Está claro, usted bien lo dice.

¿Se aplica lo mismo a quienes no creen en el Concilio Vaticano II?

– De hecho, creo que es lo mismo, ahora en esta situación de la última crisis cismática que hemos afrontado recientemente, hay dos dificultades para reconocer la catolicidad de este arzobispo, a saber: primero, que no acepta al Papa actual; segundo, que ni siquiera acepta el Concilio Vaticano II.

Por lo tanto, si no se aceptan estas dos dimensiones, la persona que se expresa de esta manera -si bien siempre con el deseo de ayudar, de acoger, de caminar juntos, de dialogar-, si no se aceptan estas dos realidades, se pone fuera de la Iglesia católica. 

No es la Iglesia católica la que los expulsa -también podrá haber un tribunal, podrá haber una sentencia, etc., y esa es otra cuestión- pero él es la persona que se ha puesto fuera de la Iglesia católica.

Entonces, ¿puede haber autoexclusión incluso si la Iglesia no se pronuncia?

Esto es perfectamente aplicable a una persona que no acepta al Papa y cuando no acepta el Concilio Vaticano II, porque son dos elementos que caracterizan el cisma con respecto a la Iglesia católica.

En el caso de Mons. Carlo Maria Viganó parecería que la excomunión se produjo porque hay seguidores que pueden creer que es católico y por eso la Iglesia deja claro que no lo es. Pero en realidad ¿se habría auto excluido mucho antes?

– Disculpe, un obispo católico que es ordenado por otro obispo que está excluido de la comunión católica, ¿cree que todavía se le puede llamar católico?

Más allá del caso Viganó, hay gente que cuestiona el Vaticano II. ¿Hasta qué punto se puede decir todavía que estas personas son católicas?

Si se tiene la disposición de un verdadero diálogo con la Iglesia católica, todavía podemos esperar a que encuentre la posibilidad de aclarar su posición y comprender la posición de la Iglesia católica. Pero si es una cuestión de principios, debe aclarar sus cosas y encontrar su posición.

¿Podría decirse que esa persona es cristiana pero no que sea católica?

– Hace usted una distinción que me parece normal. Aunque agrego que ser católico hoy es una forma extraordinaria de ayudar a la unidad de los cristianos.

El autorHernan Sergio Mora

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