Hace unas semanas, Omnes entrevistó al mexicano Rodrigo Guerra, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, que había participado como ponente en el I Congreso Internacional Hispanoamericano organizado por las universidades UNIR y UFV. Hoy se ofrece una vuelta de tuerca al tema de la historia y la hispanidad, asunto de alcance y con creciente demanda, en una conversación con el académico e investigador del Instituto de Historia del CSIC, Manuel Lucena, director desde mayo de este año de la Cátedra del Español y la Hispanidad de las Universidades de Madrid, que cuenta con la presidencia de honor de Mario Vargas Llosa.
El descubrimiento de América, que no tenía nombre en 1492 ―aparece en 1507―, tiene que ver con que “el continente americano se reconecta con el gran núcleo de civilización común global euroasiático, en primer lugar”, asegura el historiador. Y luego, “con que la acción cultural y política española funda ciudades, extiende la religión cristiana, se hace en nombre de un providencialismo humanitario, desarrolla los derechos humanos, y también el derecho internacional”.
Por otra parte, Manuel Lucena precisa que, a su juicio, “el drama de los indígenas americanos viene sobre todo del siglo XIX y del siglo XX, que es cuando los exterminan las entidades políticas que se independizan de España a partir de 1820. El problema son los indígenas contemporáneos, no los indígenas del pasado”. Comenzamos charlando de la cátedra, y luego hablamos de América.
¿Cuáles son las tareas fundamentales de su cátedra del español y la hispanidad?
― Postula una presencia institucional de la CCAA de Madrid en cuestiones de prospectiva del español como lengua global, y de la hispanidad como concepto que articula una comunidad de hablantes con muchas cosas en común, y diferencias también desde el punto de vista cultural. La cátedra está poniéndose en marcha.
En torno a 600 millones de personas hablan español en el mundo, el 7,6 % de la población mundial, según el Instituto Cervantes. ¿Cómo valora este hecho?
― Se puede resumir en que tenemos en el español la segunda lengua global. La primera lengua hablada, en términos de hablantes, es por supuesto el chino, como lengua específica de una comunidad determinada. La primera lengua global es el inglés, pero la segunda lengua global es el español, y esto se debe a que hay culturas en español, en plural, culturas hispanas, si se quiere utilizar el término ―yo me siento muy cómodo con él―, y eso equivale a 600 millones de personas.
Fernando Rodríguez Lafuente, que fue director del Instituto Cervantes, afirma que el idioma español es el petróleo que tenemos, el petróleo de España. En ese sentido, la valoración del hecho tiene que ver con que más allá de las fronteras de España, están las fronteras del español. Y las fronteras son globales, están en todos los continentes, forman parte de los movimientos más dinámicos en innovación y en construcción del futuro del mundo, Y por eso tenemos que sentirnos por un lado muy orgullosos. Así que la valoración sólo puede ser muy positiva.
Un historiador comentaba en Omnes que “el anacronismo es letal para juzgar la historia. Hoy estamos muy tentados a juzgar lo sucedido en la historia con los criterios del siglo XXI”. ¿Algún comentario?
― Estoy de acuerdo con que todo buen historiador, diría que cualquier persona, tiene la obligación de estar en guardia respecto a juzgar el pasado bajo los parámetros del presente. En el caso de los historiadores en particular, hay un difícil encaje con el estudio del pasado, que te obliga a vivir en él, a recrearlo, a pensar sus valores, sus estilos, sus lenguajes, y al mismo tiempo se lo tienes que contar a tus contemporáneos.
Me acordaba el otro día de Benedetto Croce, cuando dijo aquello de que toda historia es historia contemporánea.
Comparto la afirmación de que el anacronismo es letal, para juzgar la historia, pero también tenemos que dirigirnos a nuestros contemporáneos. Y ser capaces de explicarles que la experiencia humana, la historia, tiene elementos de verdad, que la verdad en la historia existe, esto no es relativismo. Y la verdad de la historia es la verdad del historiador, en ese sentido. Por lo tanto, yo comparto ese criterio, y simplemente añadiría que no hay que tener miedo a decir que la verdad de la historia existe, y que podemos acercarnos a ella todo lo posible, aunque es obvio que tenemos que tener muy en cuenta este principio del anacronismo.
Usted habla de la verdad de la historia.
― La vida de la historia es la vida del historiador, dice un viejo maestro. Pero al mismo tiempo, tenemos que ser capaces de dirigirnos, de divulgar, de contar, de responder a las demandas del pasado que tiene el presente, y distinguir muy bien la historia como escritura de no ficción, de la invención.
La historia, la ciencia política, la sociología, la economía, responden a escrituras de no ficción, a narrativas que cuentan la verdad., la verdad que hemos sido capaces de rescatar, desde el punto de vista de las fuentes científicas, pasadas por el filtro de la crítica de las fuentes. Porque el pasado también está lleno de mentiras, como el presente. La desinformación no es un invento de ahora.
Pero por supuesto tenemos que contarlo. Y para eso creo que es fundamental contar bien las cosas, hacer de la historia una disciplina atractiva, acercarnos todo lo posible a nuestros públicos. Señalando siempre que aquí hay un contrato. Y el contrato es que les voy a contar la verdad de lo que yo he descubierto como historiador, la verdad de la historia. Los públicos de la historia son muy importantes y están creciendo. La demanda de conocimiento histórico es muy interesante, y no la cubre ninguna novela supuestamente histórica, ninguna invención, o ninguna mentira del pasado. La historia existe como el estudio de la verdad. No podemos renunciar a contar la verdad del pasado, la verdad del presente y la verdad del futuro.
Con esto del anacronismo no deseo tapar nada. Por poner un ejemplo, el asesinato de César. O Caín, que mató a su hermano Abel, según la Biblia.
̶ Mi maestro John Elliot señalaba que la labor del historiador era iluminar las opciones de libertad. Era un gran humanista. Él nos contaba que, en efecto, yo me voy a la historia, y un magnicidio como la muerte de César, casi nuestro primer magnicidio político en Occidente, de los que recordamos ̶ hay otros muchos, por supuesto, antes y después ̶ , ahí hay un hecho que es un asesinato político, que intentan justificar los de la desinformación, como resultado de la reacción a la tiranía, etc. etc.
Ahí está la labor de la historia. Y encuentra fuentes que dicen: esto es un magnicidio, esto es un crimen; y fuentes que dicen: esto está justificado porque César era un tirano, y hay derecho moral a eliminar a los tiranos. Lo fascinante de la aproximación del historiador y de la historia a ese hecho, o a cualquier otro, sería: iluminamos lo complejo que hay en las decisiones de los seres humanos.
La labor del historiador es dura, difícil, y muy sacrificada, y hay que echar muchas horas de biblioteca y de archivo, de búsqueda de fuentes, y recuperar la perspectiva sobre el pasado. Eso es importante contarlo, y contarlo a la gente joven hoy es fundamental.
Vamos a un acontecimiento concreto. Desde hace unos años, algunos dirigentes americanos han criticado la colonización de América por españoles, entre ellos el presidente mexicano. Por otra parte, papas como san Juan Pablo II y Francisco han pedido perdón por los errores cometidos, incluso «crímenes». ¿Cómo ve esa tarea de los españoles en América?
― Por cierto, el abuelo del presidente mexicano era de Santander… Yendo al tema, estamos en negociados distintos, la historia y la propaganda política, entendiendo historia como la historia profesional, no la historia de los propagandistas. La historia profesional se lleva mal con visiones populistas que no obedecen a la realidad del pasado, y que no serían sostenibles bajo el punto de vista del historiador profesional.
La primera entidad política de la historia del mundo es la monarquía española, católica, universal. Porque la monarquía de Felipe II, y de Felipe III y Felipe IV, hispano-portuguesa, fue la primera entidad política de la historia de la humanidad, que integró de manera definitiva posesiones, en este sentido territorios en términos de igualdad, en América, en Asia, en África y en Europa. Fue ese carácter pionero del imperio español, que dura tres siglos. Es difícil de explicar en términos de continuidad, lo diría de esta manera. El imperio español, el virreinato de la nueva España ha durado más todavía que la República mexicana, que tiene doscientos años recién cumplidos.
El nacionalismo como forma de construcción de una comunidad política ―la nación es más antigua que el nacionalismo, esto es muy importante tenerlo en cuenta también―, se articula en una construcción de economía políticas del resentimiento, de la dejación de responsabilidades, del victimismo. Toda nación política funda su nacionalismo en los últimos dos siglos en alguien a quien hay que odiar, a quien hay que echar la culpa de lo que no somos capaces de resolver por nosotros mismos.
Prosiga…
― El que sea susceptible de escuchar esas doctrinas de odio de los populismos, allá cada cual con lo que quiera asumir. En este caso, por supuesto hay que decir que no. El descubrimiento de América, que no tenía un nombre en 1492 ―el nombre aparece en 1507―, tiene que ver con que el continente americano se reconecta con el gran núcleo de civilización común global euroasiático, en primer lugar; y en segundo lugar tiene que ver con que la acción del imperio español, la acción cultural y política española funda ciudades, extiende la religión cristiana, se hace en nombre de un providencialismo humanitario, desarrolla los derechos humanos, y desarrolla el derecho internacional.
Todo eso llegó mucho antes de que México existiera como entidad política independiente. Si hay mexicanos actuales que quieren renunciar a una parte esencial de su pasado y de su ejemplaridad política y cultural, allá cada cual. Yo conozco México bastante bien, lo admiro profundamente, y tiene una estatura política y cultural enorme en la era de la globalización, fundamentalmente gracias a su etapa española, su etapa hispana. México era la capital del imperio español. México estaba en el centro de la entidad política global que fue el imperio español.
¿Y los términos?
En cuanto al uso de estos términos, de los pueblos originarios o precolombinos, creo que cualquier estudioso de la globalización sabe que todos venimos de otra parte. No existen los pueblos originarios, los pueblos nativos, eso no te da una entidad política diferenciada que obliga a los demás a que les reconozcamos una prelación o una superioridad. Esto por supuesto no quiere decir que no reconozcamos el drama de los indígenas americanos, que sobre todo viene del siglo XIX y del siglo XX, que es cuando los exterminan las entidades políticas que se independizan de España a partir de 1820, éste es el problema. El problema son los indígenas contemporáneos, no los indígenas del pasado.
Como español de hoy, tenemos que tener toda la tranquilidad al respecto. Hay una entidad política que desaparece en 1825, que se llamaba el imperio español, la monarquía española, que se parte en 22 trozos. Uno es la España europea, la España actual en la que estamos, y hay otros 21 trozos, que se llaman las repúblicas latinoamericanas actuales, y que cada uno haga su ajuste con el pasado como mejor quiera. Hay gente allá que está trabajando y lo está elaborando de manera muy positiva, integrándose en la globalización a partir de la herencia hispana, sin rechazarla, sin negarla, sino por el contrario integrándola.
El Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, Rodrigo Guerra, ha comentado a Omnes que “en la experiencia, se puede constatar que la buena noticia del Evangelio, vivida en comunión, es fuente de humanidad renovada, de verdadero desarrollo”.
― Me gusta mucho un libro que escribió un historiador estadounidense ya fallecido, Lewis Hanke,que se titula ‘La lucha por la justicia en la conquista de América’. Él describe muy bien cómo el gran problema de los españoles del siglo XVI fue entender esas otras humanidades, esa cantidad de orígenes, las personas que había ahí, que para empezar había que decir qué estatuto legal iban a tener, si eran súbditos de su Majestad o no. Isabel la Católica lo resolvió en su testamento de 1504 cuando dijo aquello de que todos los nativos de las nuevas tierras eran discípulos de la Corona de Castilla, y punto, se acabó.
Todo el siglo XVI es el debate en términos de derechos. Estamos hablando del nacimiento de los derechos humanos y del derecho internacional. Era un debate difícil y complicado, en el cual algunos lo aceptaron, otros no lo aceptaron. Lo fundamental es que la Corona aceptó este debate, lo auspició, suspendió las conquistas, y al final normalizó la situación en la colonización. Las Leyes de Indias son un monumento al humanitarismo cristiano. El que no acepte este principio tan sencillo, tiene que leerse las Leyes de Indias. [Nota: Las Leyes de Indias son la recopilación puesta en vigor por el rey Carlos II de España en 1680 de la legislación especial dictada por España para el gobierno de sus territorios de ultramar en casi dos siglos].
Hace poco se ha estrenado un musical sobre el nacimiento del mestizaje, Malinche. Unas palabras sobre el mestizaje…
― El viaje de Magallanes y Elcano que se cerró hace cinco siglos, forzó a los seres humanos de este planeta que la tierra es una, desde el punto de vista geográfico, ¿no?. Pero el otro debate que ellos abrieron, y ellos también lo vieron, es que la humanidad es una, ¿o no? El mestizaje es el escenario sobrevenido en el cual, desde el primer momento, desde 1492, cuando Colón y sus compañeros llegan a las Bahamas, y creen que están en Asia, el mestizaje es el resultado de una humanidad global, es el espejo de la humanidad global. Y por supuesto es un hecho de absoluto valor. El ser mestizo es el ser humano en un mundo global.
El mestizaje no es sólo étnico, es cultural, emocional, biológico por supuesto, producto de los capitales, de las tecnologías. El mestizaje es lo que nos ha traído hasta aquí. Somos el resultado del mestizaje, de esa ansia de conocer al otro, de saber quién es y qué quiere contar. Y también de proyectarle valores, pero ese otro también te los proyecta a ti.
En ese sentido, pensar en el mundo global es pensar en el mestizaje, reivindicarlo como una solución, como un escenario del cual procedemos. La Monarquía española fue global, multiétnica, policéntrica, lo contábamos en TRECE uno de estos días, al hablar de un libro, ‘Conversación con un mestizo de la nueva España’, del historiador francés Serge Gruzinski.
Concluimos hablando con el académico Manuel Lucena de la expresión ‘Leyenda Negra’, que surgió en 1910 de un personaje del Ministerio de Asuntos Exteriores, Julián Juderías, que ganó un concurso de la Real Academia de la Historia. Sobre la Leyenda Negra, “ni acomplejados ni excesivos. Lo que hay que hacer es estudiar historia de España, leerla, amarla. Las culturas en lengua española tienen muchísimo que decir”.