Estefanía Landeras, madre, artista, interiorista… Es conocida por su proyecto artístico ELA RUAJ. Después de rumiar la idea durante años, en 2023 lanza el primer libro de una colección para niños que pretende explicar los dones del Espíritu Santo a los más pequeños a través de ilustraciones y dos entrañables personajes: la niña Celeste y la libélula Ruaj.
El primer libro es Celeste y la fortaleza. El mismo día de la presentación, la artista habla con Omnes acerca del proceso creativo, la idea tras la colección y la evangelización con niños pequeños.
¿De dónde surge la idea de hacer una colección de libros para niños sobre los dones del Espíritu Santo?
–Ha sido un proceso muy natural. De donde nace la idea es de lo que yo hago, que es realizar obras de arte religioso, en el campo del arte sacro. Cuando empecé a hacer un poco más en serio el tema de la pintura -porque yo soy diseñadora de interiores, estoy especializada en eliminación de barreras arquitectónicas – nos trasladamos a vivir a Bogotá. Allí estuvimos tres años y empecé a pintar como hobby.
Al volver a España, yo ya había cerrado el estudio, digamos que había apartado la profesión. Al volver tenía que reinventarme pero no veía el camino por la rama del interiorismo. Entonces me decidí a apostar por el tema del arte, que siempre me ha encantado y nunca había sido capaz de tomar esa decisión.
Lo puse en manos del Señor y ahí empecé a pintar y a firmar con mis iniciales, que son ELA, y a continuación Ruaj, que denomina todo lo relacionado con el Espíritu Santo en hebreo.
Antes de tomar esta decisión, pensé qué es lo que quería contar, y decidí contar lo mejor que tengo, lo que más feliz me hace en esta vida, que es la fe que me han transmitido mis padres. Entonces empecé a pintar los dones del Espíritu Santo. Hice una serie de siete y, según me lo iban encargando, yo pintaba un don. Así fueron viendo la luz estas siete obras.
Mientras las realizaba, la primera impresionada por cada don era yo, porque me veía un instrumento divino para entregar estos dones a la gente que me los iba encargando. Al mismo tiempo, pensaba en los niños, porque yo transmitía a mis hijos todo esto y se lo contaba de una manera natural. De ahí nació la idea de la colección.
Ahí se encuentra la inspiración, pero no había ninguna pretensión. Era una idea sin más, el decir que sería bonito que los niños conocieran más a fondo el Espíritu Santo, porque nos hablan de Dios, de Jesús y de la Virgen María, ¿y del Espíritu Santo? Al menos esa era mi percepción, la de que le tenemos un poco en la sombra.
Pasaron dos años y en mi cabeza iba pensando en los personajes, en cómo quería que fuera la protagonista, Celeste. Me imaginaba las páginas. Lo tenía todo en mi cabeza pero no lo podía materializar, porque no tenía los medios.Yo hago arte pero no soy ilustradora.
Pero al final todo se puso “de cara”. Son cosas de Dios, que hace lo que quiere cuando Él quiere. Nosotros lo que tenemos que hacer es estar con la antena puesta. En 2022, cuando di a luz a mi quinta hija me puse con el proyecto, empezamos a trabajar Alex Rooney, Baganguda y yo, y en muy poquitos meses Celeste y la fortaleza ya ha visto la luz. El siguiente, que es el don del consejo, ya está escrito también.
¿Cómo compaginas ser madre, artista, diseñadora de interiores y escritora?
–Poniendo todo en manos de Dios. Suena un poco etéreo, pero es así. Hay que ir poco a poco, día a día, con mucha mirada puesta en el Cielo. Yo tengo las prioridades muy claras, lo primero es mi familia. Desde que tuve a mi primera hija, enfoqué mi profesión en función de ella. Yo, como mujer y como profesional, considero que lo primero son mis hijos. A partir de ahí van saliendo el resto de cosas.
No hay ningún secreto. El Espíritu Santo es así, es creativo. Te lleva, te da energía, te orienta, solo hay que dejarse hacer, que no es fácil tampoco.
En el fondo, lo compagino con muchas caídas y mirando mucho al Cielo. Él te vuelve a levantar y te vuelve a guiar.
¿Cómo podemos explicar a los más pequeños temas tan complejos de la religión como el Espíritu Santo?
–Esto es de lo que hablo en las obras que pinto. No todo lo que uno ve, es. No hace falta ver para creer. Hay muchas cosas que tenemos alrededor que no vemos y existen. Lo que nos separa de tener constancia del Espíritu Santo es un velo muy fino.
Pero yo creo que los niños, y con esta idea hicimos toda la colección, son espectacularmente creativos. Están abiertos a todo. Ellos reciben las cosas de las que les hablamos con juicio, es decir, se hacen preguntas, cuestionan. Están abiertos y no son tontos, entonces ellos reconocen la verdad.
En el fondo, explicar a los niños estas cosas no es tan complicado, porque es algo que todos llevamos dentro. Todos tenemos ese sello.
Creo que para los niños el arte es un medio muy asequible para despertar esta curiosidad. El Señor quiere que los niños le conozcan, pero que le conozcan de verdad, no que les cuenten milongas.
¿Qué tienen de especial los personajes del libro, Celeste y Ruaj?
–Celeste tiene algo muy especial. Es la típica persona que te encuentras en la vida y tiene una luz diferente, lo cual no implica necesariamente que conozcan a Dios. Celeste, de hecho, no conoce a Dios. Ella lo va descubriendo, poco a poco, desde el primer don que es la fortaleza, tras la muerte de un ser querido. Es una niña que se da cuenta de la grandeza que tenemos alrededor y reconoce en la creación que hay algo más. Hay ciertas maravillas que no tienen explicación. Precisamente se llama Celeste por eso, es una niña de algún modo celestial.
Ruaj es una libélula. Ese animal tiene una conexión muy fuerte con mi madre. Ella murió hace ochos años y la libélula es un animal que tiene para mí mucho significado. Quise honrar de alguna manera a mi madre, que me abrió los ojos y me hizo enamorarme de Jesús.
Además, Ruaj, al ser una libélula, tiene ese carácter volátil, eléctrico, de colores vivos, es rápido y etéreo. Es el único personaje que tiene simbolismo de verdad. Es el Espíritu Santo, pero no de una manera evidente.
¿Por qué ha sido precisamente la fortaleza el primer don?
–Cuando me planteé el inicio de la colección, me resultaba un poco abrumador elegir por dónde empezar. Con el don de la fortaleza tengo una historia personal, porque es la única obra con la que tengo una conexión realmente fuerte. La obra de fortaleza surgió a raíz de una pérdida. He pedido muchas veces este don al Espíritu Santo y tengo experiencia muy fuerte de la eficacia que tiene el don.
Basé la obra en una fotografía que saqué en Madrid en medio de un temporal muy fuerte. Había un arbolito pequeño que no se movía, parecía impasible frente a todo lo que estaba pasando a su alrededor.
Teniendo en cuenta mi experiencia con este don, me resulta fácil hablar de él. Tenía la historia, la experiencia, el recuerdo que mis hijos tienen de su abuela, pues tras la muerte de mi madre tuve que pedir mucha fortaleza. Era fácil para mí empezar por aquí.
¿Qué relación tienen los dones del Espíritu Santo con la felicidad que mencionas en el libro? ¿Cómo podemos explicárselo a los niños?
–En el momento en que Dios te concede saber que si le pones a Él en el centro es un puzzle que se ordena, se te abren los ojos. Hay una ilustración en el libro que habla precisamente de esto, se llama el splat. Si Dios no está presente en tu vida de una manera firme, a diario, en el centro, es muy difícil ser feliz.
Yo hablo desde mi experiencia, no tengo nada de teóloga ni de filósofa. Pero como persona de fe, como católica y cristiana, me doy cuenta de que los dones del Espíritu Santo son píldoras de felicidad, que uno tiene a mano y va pidiendo. Son un camino hacia la felicidad inmediata. No tienes que esperar a la muerte, el Señor nos quiere felices ya, aquí y ahora.
Todo esto yo lo conocí muy tarde. Me lo intentaron explicar muchas veces pero hasta que no caí no tuve la humildad para verlo. Creo que es más fácil entenderlo si lo vas conociendo de una manera natural desde la niñez. Entonces la vida se te presenta de otra manera.
¿Nos puedes hablar también un poco del proyecto Ela Ruaj?
–Yo empecé cuando volví a España, con mis hijos, y me di cuenta de que tenía que reinventarme. Quería cumplir tanto mi vocación familiar como madre como mi vocación evangelizadora, sin por ello dejar de estar presente en la vida de mis hijos. Con el tema del arte vi que tenía una posibilidad de emprender y conjugar todo. Lo puse en manos del Señor y le dije que con Él iba a por todas.
Pegada al Espíritu Santo como una lapa he ido haciendo todo. Casi tres años después sigo pintando cada vez más, cada vez recibo más encargos -yo solo trabajo por encargo,no hago fondo de colección- y, para sorpresa mía, voy vendiendo lo que pinto.
El arte es un altavoz en la tierra de las cosas del Cielo. Pinto los dones del Espíritu Santo, la Creación, las virtudes, las virtudes teologales, etc. Yo intento materializar, de alguna manera, esto que está presente en nuestras vidas, que tantas veces oímos, pero que no vemos.
Mis pinturas no representan nada, no es esa la idea. Son una ventanita que se abre al Cielo para que conozcamos el amor de Dios, que quiere encontrarse contigo.