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Giulio Mencuccini, el obispo que evangelizaba «sobre dos ruedas»

Giulio Mencuccini ha sido el último obispo extranjero en abandonar Indonesia tras dejar, por edad, el gobierno de la diócesis de Sanggau. Ahora en Italia, su sueño sigue siendo evangelizar "sobre dos ruedas". 

Federico Piana·21 de marzo de 2023·Tiempo de lectura: 3 minutos
Mencuccini

Un sacerdote surcando senderos polvorientos en una potente moto de cross no es algo que se vea todos los días. Quién sabe qué cara habrán puesto en Kalimantan cuando lo vieron por primera vez avanzar a toda velocidad con su ondeante sotana sentado en un tosco sillín de cuero y agarrado a un reluciente manillar.

Era casi mediados de los años setenta y el religioso pasionista Giulio Mencuccini acababa de pisar la región insular indonesia de Borneo procedente directamente de Italia. «Hay que saber una cosa: cuando llegué sólo había una carretera asfaltada y para llegar hasta mis hermanos recorrí 500 kilómetros en autobús. Fue realmente una aventura», cuenta a Omnes, con un punto de orgullo.

La primera moto

Allí, el hombre que más tarde sería nombrado obispo de la diócesis de Sanggau en los años 90, pronto tuvo que acostumbrarse a la inconsistencia de las carreteras y si quería visitar un pueblo tenía que ir andando. «¡Y qué caminatas hacíamos! Mochila al hombro, yo y los demás misioneros recorríamos los llamados ‘caminos de ratones’ para llevar a la gente el Evangelio y consuelo».

Fue en 1975 cuando Mencuccini, cansado de emplear horas y esfuerzo para llegar a aglomeraciones urbanas distantes kilómetros entre sí, decidió, junto con dos de sus hermanos, comprar tres motos de trial, consideradas capaces de superar todo tipo de obstáculos.

Apostolado sobre dos ruedas

Fue el impetuoso comienzo de una evangelización arrolladora. «Sí, porque con las motos podíamos visitar todos los pueblos. Por la tarde celebrábamos misa en uno y por la mañana del día siguiente lo hacíamos en otro».

La moto también dio otra oportunidad al joven misionero pasionista: «Al poder desplazarme con mucha más facilidad, podía permitirme quedarme en los pueblos por las tardes. Y la noche era la ocasión propicia para enseñar el rosario, hacer catequesis y confesar».  La pernoctación de los misioneros en los pueblos era una ventaja añadida, porque después de la oración, antes de acostarse, había largas charlas en las que a menudo participaban los ancianos. «En esencia, pernoctar en los pueblos ayudaba mucho a la expansión de la fe…».

Crecimiento exponencial

Las cifras dan la razón a Mencuccini. En 32 años de gobierno pastoral, su diócesis ha pasado de 11 a 1.608 iglesias, 966 de las cuales fueron bendecidas por el propio obispo motociclista. «Todas son iglesias reconocidas por el Ministerio de Religión indonesio y se construyeron también gracias a la ayuda del Gobierno», afirma el clérigo, que explica por qué, incluso hoy, hay una atención especial de las autoridades hacia la Iglesia: «Las escuelas católicas, presentes no sólo en la diócesis sino en todo el país, son muy apreciadas porque acogen a todos, no sólo a los católicos. Y en nuestras escuelas han estudiado muchos de los que, con el tiempo, han asumido funciones de responsabilidad».

Mons. Mencuccini
Mons. Mencuccini con un grupo de moteros

Último obispo extranjero

A la edad de setenta y siete años, en 2022, el obispo motociclista regresó a Italia el 30 de noviembre, entregando el gobierno de la diócesis de Sanggau a monseñor Valentinus Saeng, religioso indonesio.

De hecho, Mencuccini ha sido el último obispo extranjero en abandonar Indonesia, lo que le llena de alegría porque es una clara señal de que la Iglesia local goza de buena salud.

También gracias a su apostolado realizado en moto. «Hoy los bautizados en mi diócesis son más de 370.000, casi el 50% de la población. Y ahora en Sanggau, además de los sacerdotes, las monjas también tienen moto, en total son 140».

El sueño: 10.000 moteros al Papa

Pensar que Mencuccini, ahora que ha vuelto a Italia, abandonará su pasión por las motos es una piadosa ilusión.

Su nuevo gran sueño es llevar a diez mil amantes de las motos ante el Papa Francisco en la Plaza de San Pedro: al fin y al cabo, ellos también necesitan catequesis. «Todavía me emociono cuando pienso en las misas celebradas al aire libre ante una extensión de motociclistas junto a sus llameantes vehículos de dos ruedas. Oírles tocar el claxon después de mi bendición casi me hace llorar».

El encuentro con Valentino Rossi

En el relato de Mencuccini también hay espacio para un recuerdo muy personal que a un amante de las motos como él le costará borrar: el encuentro, en 2008, con el campeón de motociclismo Valentino Rossi. Fue una fiesta en su honor y en aquella ocasión me firmó muchas camisetas para que me las llevara a Indonesia.

Solía pasar muy a menudo sus vacaciones en el país del sudeste asiático. Una vez vino a verme y me dijo: «Monseñor, tenga cuidado porque su moto lleva neumáticos normales, no son como los de carreras, si no tiene cuidado puede resbalar». ¿Su consejo? Todavía hoy lo sigo cuando me subo a una moto.

El autorFederico Piana

 Periodista. Trabaja en Radio Vaticana y colabora con L'Osservatore Romano.

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