Vaticano

Flaminia Giovanelli: Más que «la cuestión de la mujer» hay que tratar la «la relación entre la mujer y el hombre» 

Entrevista a Flaminia Giovanelli, la primera mujer laica en ocupar un puesto de responsabilidad en el Vaticano.

Marta Isabel González Álvarez·8 de marzo de 2023·Tiempo de lectura: 9 minutos
Flaminia mujer

“(…) Ha llegado la hora (…) en que la mujer adquiere en el mundo una influencia,
 un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora.
(…)
Mujeres del universo todo, cristianas o no creyentes,
a quienes os está confiada la vida en este momento tan grave de la historia,
a vosotras toca salvar la paz del mundo.”

Pablo VI. Mensaje a las mujeres

Aunque quizá lo parezca, lo que acaba de leer no es el extracto de ningún manifiesto feminista, sino parte del mensaje dirigido por el Papa San Pablo VI “A las mujeres” el 8 de diciembre de 1965 en la clausura del Concilio Vaticano II. Y es uno de los mensajes favoritos de Flaminia Giovanelli, nuestra protagonista de hoy. Para ella, estas breves líneas, aportaron la gran novedad de tener en cuenta a las mujeres solteras y no religiosas ni consagradas de nuestro mundo, de las que ella forma parte.

Comprometida con la Iglesia desde su más tierna juventud, Flaminia nació en Roma, el 24 de mayo de 1948, y ha sido la primera mujer laica en ocupar un puesto de responsabilidad en la Iglesia, cuando Benedicto XVI la nombró en 2010 Subsecretaria del Consejo Pontificio Justicia y Paz, cargo que ejerció también después en el actual Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

Habla fluidamente castellano, francés, e inglés, su italiano natal y tiene nociones de portugués. Licenciada en Ciencias Políticas y Diplomada en Biblioteconomía, estudió Ciencias Religiosas en la Pontificia Universidad Gregoriana y, desde adolescente participaba en grupos de reflexión católicos. Pero asegura que fue el ejemplo de sus padres, quienes ponían en práctica de modo natural las más fundamentales bases de la doctrina social de la iglesia, lo que la marcó.

Flaminia es elegante, discreta y prudente, especialmente acogedora y alegre, inteligente y buena. Pequeñita y delgada, es capaz de comentar las últimas noticias de la agenda internacional mientras cocina unas riquísimas “alcachofas a la romana” con la receta de su madre. Tiene debilidad por los felinos, especialmente su gato “Cesare” de color gris plata, el mismo de su cabello, que junto a los signos de expresión de su rostro son lo único que te hace intuir su edad oficial. Porque la verdadera edad de Flaminia te la dice el brillo de sus ojos, su risa contagiosa, su sentido de humor limpio, su energía tan desbordante como para seguir moviéndose en su bicicleta blanca con cesta por la “Ciudad Eterna” y su presencia en mil y una actividades que la mantienen al día investigando, escribiendo y dando su testimonio donde se la requiere, pero sobre todo, ayudando con todas sus fuerzas al desarrollo de las niñas, jóvenes y mujeres de Mozambique a través de la educación y la capacitación profesional.

¿Cómo era la joven Flaminia que llegó al Vaticano hace casi 50 año?

–Entré en el Vaticano en 1974 con 26 años. Pertenecía a una familia con recorrido internacional. Había estudiado en Bruselas y hablaba francés, inglés y español, porque tengo familia en Colombia y había pasado allí algún tiempo. Tuve la suerte de vivir en una sociedad cristiana. Mis padres eran creyentes, iban a misa y no pertenecían a ningún grupo católico concreto. La familia es importantísima. En mi casa ayudar a los más desfavorecidos era lo normal. Mi madre era voluntaria vicenciana y en Bruselas también participamos en una asociación para ayudar a las familias de los mineros italianos. Ese compromiso social en mi familia era lo normal.

Esa joven Flaminia tenía ese «espíritu religioso» del que hablaba el Papa Benedicto XVI. Tenía muchos defectos, como los que tengo ahora (ríe), pero también valores como el sentido del deber y la responsabilidad con los compromisos. Era alegre y buena niña. Soy la segunda de dos hermanos. Mis padres se casaron el 14 de abril de 40 y mi padre se alistó el 2 de junio cuando Italia entró en la II Guerra Mundial. Se fue y volvió después de seis años, incluso estuvo de prisionero en India. Yo estaba muy unida a mis padres, sobre todo a mi padre que era muy particular, alegre, culto y con un sentido del humor extraordinario. Era funcionario internacional en el Ministerio de Industria y Comercio. Era el inicio de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero) y le invitaron a trabajar en Bruselas y viajaba mucho entre Luxemburgo, París, y Ginebra. Falleció muy joven cuando yo tenía 19 años así que él no me vio en el Vaticano. MI madre sí, no decía nada, pero le gustaban mucho las ceremonias de San Pedro.

Pero nunca busqué un trabajo de Iglesia, se me ofreció. Había terminado mis estudios y estaba enseñando francés en algunas escuelas y también formaba parte de un grupo de jóvenes amigos, que hablábamos de religión y nuestro asistente era Monseñor Lanza di Montezemolo, en ese momento el Secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz, que necesitaba de un documentalista. Y así comencé en la biblioteca.

Y muchos años después, llegó mi nombramiento como Subsecretaria. ¿Pero sabes una cosa? Que me sorprendió la sorpresa de mi nombramiento, porque las circunstancias eran las naturales, aunque no fuera lo normal. Yo era la única que trabajaba en esa oficina desde hacía tantos años y había un cambio de presidente y secretario, así que bueno era lo normal tomar a alguien de la curia en ese momento. ¡No sabes la cantidad de mensajes que recibí! Los tengo guardados. Así que así fue como yo percibí que había algo inusual, algo extraño. O sea, se veía que la voluntad estaba allí, pero no era fácil, y eso que era más fácil de aceptar a una persona que ya estaba dentro y ya mayor como era yo, que en ese momento ya tenía más de 60 años…

Durante mis años de servicio en Justicia y Paz antes y después en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral he puesto en práctica algo que creo que es muy de mujer y es la capacidad de acogida, recibiendo a las personas con verdadero cariño y haciendo que las personas se sientan cómodas.

Liderazgo femenino en la Iglesia

¿Crees que el tema de la mujer en la iglesia dejará de interesar cuando haya más mujeres y en especial laicas, en cargos directivos?

–Yo nunca he sido de forzar las cosas. Pero sí me gusta mirar para atrás, para contemplar y comprender mejor. De joven pensaba que mi vida iba a ser como la de mi madre o las mujeres de ese tiempo. Pero no fue así. Y después mirando hacia atrás sí que entendí que había como un plan de Dios, que era distinto. Y así con todo: creo que hay que ir hacia adelante y después mirar hacia atrás para ver lo que pasó y cómo han ido las cosas en la Iglesia para las mujeres. Después de tantos años de servicio en la iglesia puedo decir que he visto muchos cambios y que van a ir cambiando más cosas en un marco que cada vez se va dibujando más.

Pero ¿no ocurre un poco en la Iglesia como en la sociedad, que las mujeres llegan a «sub-secretarias» o «Vice-presidentas» pero no llegan casi nunca a ser directivas?

–¡En el Vaticano las mujeres ya hemos llegado a directivas! En cuanto a lo administrativo, la hermana franciscana Raffaela Petrini (15/1/1969) fue nombrada en 2021 Secretaria General del Governatorato, el cargo de responsabilidad más alto que se otorga a una mujer en el Vaticano. Y es un órgano muy grande, con más de 2.000 personas, mayoría hombres y laicos y ella se maneja muy bien. Y en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral la Secretaria es la hermana Alessandra Smerilli (14/11/1974).

“En la Iglesia hay dos tipos de mujeres, las institucionales y las reivindicativas. Yo me considero más bien reformista y alguien que confía en el caminar de la historia”

¿Y por qué se nombran a más mujeres religiosas que laicas?

–Muchas veces cuando se ofrecen estos puestos, las personas no lo aceptan. Y si tienen que venir del extranjero la cosa se complica más. Quizá por eso hay muchos italianos en la curia. Incluso ahora que el salario es mejor que cuando yo empecé a trabajar, la realidad es que lo que se pide es mucho, mucha entrega, se piden idiomas, teología…

Pero también tiene que ver con los estudios. En mi tiempo era muy difícil estudiar teología. Ahora hay más teólogas, pero bueno, yo creo que tiene que pasar algún tiempo porque algunas de las que estudian hoy teología son «un poco peligrosas», son las que quieren cambios más radicales, más reivindicativas. Y claro esto para el Vaticano y para muchos hombres, no es aceptado. Tendrá que pasar algún tiempo para esos cambios.

¿Qué hay en lo que reivindican estas mujeres que es justo reivindicar y qué se sale de lo razonablemente reivindicable?

–No me atrevo a juzgarlas, supongo que yo no soy tan de tipo reivindicativo, incluso si admito que a veces doy las gracias a las que sí son reivindicativas. No juzgo lo que es justo y no justo. Pero lo que sí está claro es que vivimos en una institución y trabajar en una institución con este espíritu es un poco difícil. Parece que en la Iglesia hay dos tipos de mujeres, las institucionales y las reivindicativas. Yo me considero más bien reformista y alguien que confía en el caminar de la historia y en que ciertas tensiones se ajustan con el paso del tiempo.

“La gente se escandaliza por lo que está pasando en Irán, o en Afganistán, pero no se escandaliza suficiente, no se indignan suficientemente.”

Flaminia Giovanelli

Los últimos Papas y «la cuestión de la mujer»

Flaminia, tú has conocido y trabajado con varios de los últimos Papas, desde Pablo VI hasta Francisco. Háblanos de cada uno y destaca lo más significativo que cada uno ha aportado a la cuestión de la mujer

–Yo creo que más que «la cuestión de la mujer” hoy deberíamos de tratar la cuestión de «la relación entre la mujer y el hombre» pues tratando sólo la cuestión de la mujer no se encontrará la solución y es urgente pues entre los jóvenes y con tanta tecnología se corre el riesgo de que se olviden la básica relación entre hombre y mujer. Y en esto la Iglesia tiene mucho que aportar, con ejemplos de colaboración en perfecta cooperación, como entre San Francisco y Santa Clara. En la Edad Media había muchos monasterios donde había mujeres y hombres juntos, y la mayoría de las veces la abadesa era la mujer. Algo parecido pasa hoy con los misioneros, hombres y mujeres que trabajan juntos.

En cuanto a los Papas y aunque no trabajé con Juan XXIII déjame que de él te diga solo que su encíclica Pacem in terris es esencial en lo referente a los Derechos Humanos y la visión de la justicia y de la paz. Pero, además, él consideraba el “cuarto signo de los tiempos” la aparición de la mujer en la escena pública, algo que ocurre cuando la mujer comienza a estudiar de manera habitual y no excepcional.

De Pablo VI, resaltaría que era un gran intelectual. El Papa del Concilio Vaticano II y el de la Populorum proressio, que para el Consejo Pontificio Justicia y Paz fue esencial pero que además supuso que la Iglesia empezase a estar “al día” pues todo lo que trabaja esa encíclica es 100% actual. El comenzó los Mensajes para la Jornada Mundial de la Paz que se presentaban al final del año y que expresaban el deseo de poner sobre la mesa los temas esenciales que se trabajarían al año siguiente. Yo ya le conocí anciano y aunque no era muy dado a las multitudes en las distancias cortas era afectuoso, muy caluroso. Escribió su mensaje “A las mujeres” donde habla de las mujeres laicas no casadas, que es mi caso. esencial pues parece a veces que sólo se concibe a la mujer o religiosa o esposa.

Juan Pablo I supuso «cambio» en el estilo, pues fue quien empezó a hablar en «primera persona» abandonando el plural mayestático y eso supuso mucha diferencia.

Juan Palo II era la vitalidad, la vida, el entusiasmo, con una fe explosiva. Generaciones de jóvenes fueron atraídos por su carisma. Trabajamos mucho con él en encíclicas sociales tan importantes como: Solicitudo res socialis o Centesimus annus y con él se realizó el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. En la cuestión de la mujer por supuesto destaca su Mulieris dignitatem, y es él quien plantea «la cuestión de la mujer»; y también su carta a Gertrude Mongella, secretaria general de la IV Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre la mujer de Beijing.

Benedicto XVI fue el Papa de la Caritas in veritate, que en nuestro Consejo Pontificio y luego en el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral hemos trabajado mucho. En la curia lo queríamos mucho, nos conocía y reconocía el trabajo que realizábamos y era muy afectuoso.

Papa Francisco, es quien más nombramientos de mujeres ha realizado. En una interesante entrevista que concedió al magazine «América» habla de la mujer y la Iglesia como algo que tiene que ser más desarrollado, pero centrado en tres ministerios: el petrino, el ordenado y el ministerio administrativo. Pero resaltando con fuerza que la Iglesia es mujer y que es el «Principio Mariano» el que inspira todo.

Flaminia con el Papa Francisco

El debate del género

¿Crees que en la Iglesia tenemos formación suficiente para diferenciar entre igualdad de género, ideología de género e identidad sexual?

–Los Derechos Humanos nacen del cristianismo ya que es en el Evangelio y con Jesús con quien se trata a las mujeres y a todas las personas como hijos de un mismo padre, con la misma dignidad. La gente se escandaliza por lo que está pasando en Irán, o en Afganistán, pero no se escandaliza suficiente, no se indignan suficientemente. Es urgente.

Es muy desconcertante que no todas las religiones respeten los derechos humanos.

Sobre el género, son los cristianos que trabajan en organismos internacionales quienes más tienen que enfrentarse a esta cuestión. Cuando la Santa Sede toma la palabra en estas cosas lo explica de manera muy larga y complicada. Y es que antes se hablaba de sexo, pero en un momento determinado se habla de «gender» y parece una broma, pero la única que habla de sexo hoy día es la Iglesia. La solución es usar la palabra género y especificar cada vez que nos referimos a la diferencia de los dos sexos y decir que trabajamos para la igualdad entre el hombre y la mujer y no decir igualdad de género. Ni nosotros y nuestras agencias de cooperación van a discriminar nunca a nadie por estas cuestiones. Y la cuestión esencial es que en los países en desarrollo todo pasa por la mujer y por eso la educación de la mujer es el elemento principal para el desarrollo. Tanto la vida social, el comercio como por supuesto la familia está en manos de la mujer y eso es lo que a la Iglesia le debe importar, formar a la mujer y protegerla.

Estoy muy involucrada en una organización que ayuda en Mozambique y recibí el otro día un mensaje de una niña que había sido huésped en nuestro Centro O Viveiro hasta el final de la secundaria y que era un caso de éxito. Decía «soy una mujer con formación de enfermera, tengo una hija y tengo un marido, es un buen marido y nos respetamos el uno al otro» Y eso me gustó mucho. Pienso que ese es el futuro, lograr que cada vez haya más relaciones conyugales respetuosas y que la mujer no tenga que cargar con todo ella sola. Ese es el camino.

“Parece una broma, pero la única que habla de sexo hoy en día es la Iglesia”

Flaminia Giovanelli
El autorMarta Isabel González Álvarez

Doctora en periodismo, experta en comunicación institucional y Comunicación para la Solidaridad. En Bruselas ha coordinado la comunicación de la red internacional CIDSE y en Roma la comunicación del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral con quien sigue colaborando. Hoy aporta su experiencia al departamento de campañas de incidencia sociopolítica y trabajo en red de Manos Unidas y coordina la comunicación de la red Enlázate por la Justicia. Twitter: @migasocial

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