Monje cisterciense, monseñor Erik Varden es obispo de Trondheim (Noruega). Procedente de una familia de tradición protestante, su infancia y juventud estuvo marcada por una ausencia de la fe. Sin embargo, fue a través de la música, concretamente la Sinfonía Nº 2 de Mahler, Sinfonía de la Resurrección, el camino por el que su ansia de trascendencia se concretó en una búsqueda de respuestas: «Sentí una gran vulnerabilidad que llevaba dentro una especie de consuelo, y eso me puso en camino para buscar ese consuelo que poco a poco descubrí que no era algo abstracto sino una persona concreta, con un nombre y un rostro», ha comentado Varden en Encuentro Madrid.
Mons. Varden ha sido uno de los ponentes principales de este evento, nacido en 2003 de la experiencia cristiana de personas vinculadas al movimiento católico de Comunión y Liberación, y que en su vigésima edición ha contado también con la presencia de la neuropsiquiatra Mariolina Ceriotti, Rodrigo Guerra López, secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, o los poetas Pablo Luque y Juan Meseguer. Bajo el tema «Una amistad que teje la historia», participantes y ponentes han reflexionado, durante tres jornadas, sobre experiencias de amistad, la sorpresa de la humanidad, o la búsqueda del bien.
Mons. Varden ha conversado con Omnes sobre su historia de conversión y, especialmente, la actitud del católico en un mundo secularizado y frío con respecto a la fe.
¿Cómo fue su proceso de conversión y de aproximación a la Iglesia católica?
–Fui bautizado en la Iglesia luterana, pero mi familia no era muy practicante. Mi despertar a la fe comenzó con una experiencia íntima a través de la música, cuando tenía quince años. Conocí la Iglesia católica primero a través de la literatura (de adolescente me conmovieron profundamente Narciso y Goldmundo, los personajes de la novela homónima de Hermann Hesse) y la música litúrgica -las misas de Mozart y el canto gregoriano-, y luego a través del estudio y el testimonio de amigos católicos.
¿Considera que se está viviendo un crecimiento del catolicismo en Noruega?
–Hay un crecimiento discreto, principalmente a través de la inmigración, pero también de las conversiones. Los conversos no pasan necesariamente de otras confesiones; muchos vienen de un contexto de no haber tenido ninguna fe.
Su último libro trata el tema de la castidad. ¿Qué cree que puede aportar al mundo de hoy?
–En todo Occidente vivimos en un clima cultural que demuestra perplejidad ante los temas de la sexualidad. Hemos aprendido mucho sobre este importante tema, y hemos crecido gracias a lo que hemos aprendido. Pero el desprendimiento de algunos complejos ha llevado a la generación de otros. Hay una tendencia a aislar la sexualidad de otras dimensiones de nuestra personalidad. Muchos experimentan esta parte de sí mismos como conflictiva, fragmentada: podemos pensar, por ejemplo, en el enorme número de hombres y mujeres que sufren la adicción a la pornografía. Aquí es donde puede ser de ayuda la readquisición del vocabulario de la castidad. La castidad bien entendida no significa la negación del sexo, sino su orientación ordenada a través de la integración. Ser casto es ser íntegro. ¿Y quién no quiere ser y sentirse más integrado?
En el primer capítulo, menciona que el arte también sana y restaura, por efecto de la catarsis. ¿Cree que el arte puede acercar a Dios?
–Sé por experiencia que el arte puede desempeñar un papel crucial en la evangelización, es decir, en el despertar a la esperanza. Ser capaz de presentar la fe de manera analítica es necesario; pero el arte -ya sea la música, la pintura o la literatura- puede abrir una dimensión más, hablar misteriosamente de lo inefable. Por cierto, este es un aspecto importante de la obra de mi compatriota Jon Fosse, galardonado este año con el Premio Nobel de Literatura. Convertido al catolicismo, utiliza su arte para exponer el misterio de la fe, hasta el punto de que algunos comentaristas lo han calificado de escritor místico.
En el mundo de hoy, donde parece que la doctrina cristiana ofende en muchos ámbitos, ¿cómo pueden combinarse verdad y caridad de una manera efectiva?
–Diciendo siempre la verdad en la caridad, y ejerciendo la caridad en la verdad. Nuestro esfuerzo por presentar la fe debe estar marcado por la caridad, dando testimonio de la gracia que hemos recibido. De lo contrario, no tendrá credibilidad. Ninguna palabra verdaderamente edificante ha sido pronunciada con desprecio.