España

Clara Pardo: “Me siento muy orgullosa del trabajo de Manos Unidas en este difícil momento”

Entrevista con la presidenta de Manos Unidas, Clara Pardo. El domingo 13 de febrero las parroquias de toda España celebrarán la Jornada Nacional de Manos Unidas que este año se desarrolla bajo el lema "Nuestra indiferencia los condena al olvido".

Maria José Atienza·9 de febrero de 2022·Tiempo de lectura: 8 minutos
Clara Pardo _Manos Unidas

Foto: Clara Pardo ©Irene H. Sanjuán

Hace 20 años, Clara Pardo entraba como voluntaria en Manos Unidas. Desde entonces, desempeñó su tarea en el área de Proyectos de Manos Unidas trabajando en diferentes países. En mayo de 2016 fue elegida presidenta por la Asamblea de delegadas y el próximo mayo, tras dos periodos al frente de esta ONG de desarrollo, dirá adiós a su cargo como presidenta.

Desde marzo de 2020, con el estallido de la pandemia, Clara Pardo ha vivido la época quizás más difícil de los últimos decenios. Sin embargo, en Manos Unidas, señala su presidenta “hemos vivido un aumento en el número de voluntarios y en el apoyo a nuestras campañas de emergencia”.

Este 2022, la campaña de Manos Unidas recuerda que los problemas de los países en vías de desarrollo no sólo continúan, sino que se han agudizado a causa de la pandemia, y que de esta crisis global hemos de salir todos juntos, dando oportunidades a todos.

¿Qué balance hace de estos años de presidencia en Manos Unidas?

– Entré en Manos Unidas hace 20 años y como presidenta llevo 6 años (fue reelegida en 2019). Han sido 20 años extraordinarios. Tengo la suerte de realizar un trabajo que es lo que me gusta. No cobro, soy voluntaria, pero la obligación y el compromiso son iguales a un trabajo remunerado. No se trata de ir sólo “unas horas”. En esta tarea sacas el tiempo de dónde puedes. Por el hecho de ser voluntario no significa que sea una tarea “light” a la que se le dedica “un ratito”.

Mis seis años como presidenta han sido absolutamente extraordinarios. Para mí ha sido una suerte. También una carga, es cierto, sobre todo la última temporada, con el problema del coronavirus. Pero me siento muy orgullosa del trabajo que todo Manos Unidas ha hecho en este difícil momento de la pandemia. Hemos sido capaces de enfrentarnos a ello.

¿Cómo vivió Manos Unidas la irrupción de la pandemia? 

–Ante la llegada de la Covid teníamos dos opciones: encerrarnos en casa y dejar que todo se hundiese o cambiar para seguir luchando. Manos Unidas es una ONG que se caracteriza por su austeridad y en la que contamos con mucha gente mayor por lo que hubo que cambiar para aprender a trabajar desde casa. Los resultados han sido muy buenos. Las delegadas de nuestras 72 delegaciones trabajan, sobre todo, en la sensibilización: concienciar sobre el hambre y las causas que lo provocan y recaudar fondos para proyectos de desarrollo. Actos como las cenas del hambre no podían realizarse y las delegadas se reinventaron. Conseguimos llegar a las personas a través de redes sociales, de los medios de comunicación, de la televisión…

A base de esa reinvención, de luchar todos juntos, hemos sido capaces de seguir llegando a nuestros socios, seguir apoyando los proyectos y estar en contacto con los socios locales en Mozambique, Perú o la India, aunque al principio hubiera que parar algunos proyectos, por ejemplo, de construcción.

Ha sido un momento muy duro pero muy bonito. Me voy contenta. Hemos sabido luchar juntos como hace 63 años.

¿Cree que nos hemos vuelto más o menos egoístas tras dos años de coronavirus como tema principal de nuestras vidas?

–Al principio de la pandemia la solidaridad estaba a la orden del día: veíamos que esto era un problema mundial del que teníamos que salir unidos. Poco a poco esto, desgraciadamente, ha ido dando la vuelta y se está convirtiendo en un proyecto “unitario”: tengo que salvarme yo, vacunarme yo… Nos estamos olvidando de la situación de fuera. Una situación de extrema pobreza que, además, se ha agudizado muchísimo.

En los países en los que trabajamos la gente vive de lo que recauda cada día, es un trabajo precario, de economía de subsistencia. Las cifras del hambre, de pobreza multidimensional se han agudizado con la pandemia y los confinamientos.

Llevábamos unos años en los que, muy lentamente, iban mejorando las cifras de desarrollo en el mundo y, en estos últimos dos años, hemos dado la vuelta y ha crecido la desigualdad, también en España.

¿Cómo han sido las campañas de Manos Unidas en estos dos años?

–Para mi ha sido impresionante. Cuando comenzó el confinamiento, en 2020 acabábamos de cerrar la campaña, que tiene lugar el segundo domingo de febrero, por lo que la colecta de las celebraciones de misa no se vio perjudicada. De repente, hubo que pararlo todo y tenemos muchos socios que aún llevan su sobre a las delegaciones, y actividades como las cenas del hambre, son presenciales.

A mediados del 2020 las cifras económicas eran muy preocupantes. Llegamos a pensar que no salíamos adelante. En medio de esa situación nuestros socios volvieron a responder. Yo siempre digo que los socios de Manos Unidas son las personas más valientes y comprometidas que conozco. Personas que entienden el valor de un euro, que puede suponer un café o la posibilidad de dar vacunas o alimentos.

Las cifras de socios de Manos Unidas en estos meses han subido. Evidentemente hemos bajado en el número de actividades pero se han buscado medios alternativos para apoyar las campañas: se hicieron cenas del hambre virtuales, etc. Lo importante es que la gente sigue comprometida. Siempre hablo de la enorme generosidad de la población española y nuestros socios son un ejemplo. Gracias a Dios, la financiación pública de los proyectos también se ha recuperado.

Al final, curiosamente, en 2020 hemos crecido sobre 2019 y en 2021 tenemos incremento de cifras de socios. Una partida importante son las herencias: esas personas que dejan un legado para el futuro más digno a tantas otras. Durante estos meses, además, hemos llevado a cabo varias campañas de emergencia, porque la Covid ha azotado de manera terrible en países como la India en el que, por ejemplo, no había leña para incinerar a las personas fallecidas.

Manos Unidas es una ONGD de la Iglesia. ¿Son vuestros voluntarios siempre parte de la Iglesia católica?

–Al igual que con nuestros beneficiarios, que la mayoría no son cristianos, a nuestros voluntarios y a las personas que trabajan en Manos Unidas no le pedimos que profesen una religión, tengan una edad concreta o una afiliación política… Dicho esto, somos una organización católica, por lo que, si se quiere llegar a un compromiso mayor, que implica poder votar a los órganos directivo o formar parte de esos órganos hay que ser lo que se llama miembro de Manos Unidas. Para ser miembro tienes que declarar que estás de acuerdo con los principios de la Iglesia católica y que tu vida es acorde a esos principios.

Las presidentas delegadas tienen que ser miembros de Manos Unidas, con ello declaran ser parte activa de la Iglesia, católicas practicantes. Además, las presidentas delegadas han de recibir la aprobación del obispo del lugar y las presidentas nacionales tienen que ser aprobadas por la Conferencia Episcopal. En resumen, seguimos los principios de la Iglesia aunque aceptemos a cualquier persona como voluntario y por supuesto, los beneficiarios no tienen que ser católicos, de hecho, en países como la India apenas hay beneficiarios cristianos.

Es cierto que una gran parte de los socios locales con los que trabajamos son congregaciones religiosas, diócesis o misioneros. No es exclusivo, pero siempre lo hemos hecho y, además, ellos están donde no llega nadie. Cuando estalla una epidemia de ébola o hay un tifón quienes se quedan son las monjas y los misioneros. Nos apoyamos mucho en toda esa red de la Iglesia que además nos da ciertas garantías.

Los proyectos de Manos Unidas

¿Cómo se decide financiar un proyecto desde Manos Unidas? ¿Qué papel tienen los socios locales a los que dais tanta importancia?

–Nosotros viajamos muchos. Los proyectos que se van a financiar se visitan antes y se constata la necesidad… Ciertamente, no en todos los países trabajamos en las mismas zonas.

Lo que nunca hacemos es llegar a un lugar y decir: “Aquí hace falta una escuela o aquí hace falta un pozo”. Ésa es la mejor manera de que el proyecto sea un fracaso. Si, desde los ojos del norte, se decide lo que necesitan en una zona en vías de desarrollo nos equivocaremos siempre.

Cuando llegué a Manos Unidas me pusieron un ejemplo que siempre recuerdo: Hace un tiempo, las petroleras para limpiar su imagen hicieron una serie de escuelas en Nigeria a las que no iba nadie, porque las construyeron en lugares en los que no se necesitaban escuelas. Hacía falta escuelas en Nigeria, sí, pero en otros sitios.

No puedes decidir lo que necesita una comunidad. Son ellos los que tienen que pedirlo. No por una caridad mal entendida sino para que se involucren.

Cuando llevamos a cabo un proyecto, los beneficiarios contribuyen con una parte económica o su propio trabajo, aunque sea muy pequeño. Por ejemplo, si hablamos de una escuela, los padres han de pedirla a través de una carta y aportar algo, que quizás se materialice en trasladar los sacos de arena o ayudar en la construcción. Así hacen suyo ese proyecto.

Posteriormente se hace un seguimiento durante un tiempo, porque es importante ver la evolución del proyecto y que responde a lo que se esperaba. Si se ha construido un pozo, por ejemplo, constatar que tiene su comité de agua, cuántos litros se sacan, si con esa agua se han empezado a regar los huertos, etc.

En la India hacemos muchos proyectos de animación femenina. Proyectos de capacitación en los que se les enseña un oficio que ellas piden, ya sea costura o hacer jabones. Las mujeres a las que se les ha enseñado a trabajar, a salir de casa, a que tienen una voz y que pueden acceder a créditos estatales les cambia la vida y lo vemos. Vemos el impacto que tienen y cómo van transformando la sociedad

¿Hay proyectos «tipo» según las zonas?

–Si. En Latinoamérica no hay tantos proyectos relativos a educación pero tenemos muchos proyectos de soberanía alimentaria o de apoyo a las poblaciones indígenas, de reconocimiento de derechos.

África es el continente con más necesidades. Desde temas sanitarios: dispensarios, clínicas móviles, así como en el acceso al agua o soberanía alimentaria y educación. En la India, sin embargo, encontramos una mezcla de todo. También trabajamos mucho en la concienciación de las ayudas estatales a las que tienen derecho, porque hay mucha corrupción que hace que estas ayudas no lleguen a quienes lo necesitan o proyectos de alfabetización.

También depende si los países están en zonas costeras, que tienen proyectos de pesca. En los países con riqueza minera trabajamos los derechos a los trabajadores porque hay muchos problemas de apropiación o abusos.

Aunque no hay unos proyectos tipificados por países en los estatutos, al final si hay algunos que se dan en unas zonas más que otras.

La mirada femenina en Manos Unidas

Manos Unidas nació de las mujeres de Acción Católica y siempre ha tenido un foco especial para el mundo femenino. ¿Qué papel tiene la mujer en estas zonas en vías de desarrollo?

–Si la mujer es capaz de saber que tiene unos derechos, que tiene una capacidad de acceso a economía o educación, ellas son las primeras que luego luchan para que sus hijas vayan a la escuela y que no sean las que se quedan en casa cuidando a los hermanos pequeños o vayan al campo mientras los varones acuden a la escuela. Estas madres son las que les enseñan que tienen la misma dignidad. Educar a una mujer es educar a una familia, es educar a un pueblo, no es sólo una frase.

Un porcentaje notable de los proyectos que realizamos se dirigen directamente a mujeres y otros muchos tienen un fuerte componente femenino. Por ejemplo, en proyectos de agricultura sostenible, huertos, etc. Cuando se construye un pozo es para toda la comunidad, pero se facilita que las mujeres no tengan que andar una hora para coger el agua, por ejemplo.

Manos unidas_2022

En la campaña de Manos Unidas para este 2022 se pone el acento en la importancia de no acostumbrarnos a estas situaciones de pobreza o desigualdad. ¿Por qué han elegido esta idea?

Este año queremos llamar la atención sobre cuantas veces te ponen unas imágenes duras en televisión y cambias de canal… porque no quieres saber más o piensas que «bastante tengo ya con lo mío».

La única forma de trasformar el mundo es que todos participemos como nos ha dicho el Papa. Podemos pensar que «no voy a matar a nadie» pero, realmente, si miro a otro lado, no evito que esa persona muera. Es muy elocuente el cartel de Manos Unidas de este año en el que la mujer va desapareciendo poco a poco: porque no reconocemos que esa realidad existe.

Tenemos que concienciar a las personas de que es imposible que habiendo alimentos suficientes en el mundo haya 811 millones de personas que se mueren de hambre o que no tienen acceso a la sanidad, o a la educación.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica
Banner publicidad
Banner publicidad