Experiencias

Carlota Valenzuela: “En nuestra vida normal no dejamos hueco a la Providencia”

De Finisterre a Jerusalén, esa fue la peregrinación de Carlota y ahora, recién llegada a España, nos cuenta su experiencia en Omnes.

María José Atienza / Paloma López·19 de diciembre de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos
Carlota con el Papa Francisco en Roma

Carlota con el Papa Francisco en su camino a Jerusalén (Foto: Rome Reports)

«De Finisterre a Jerusalén», quizás así es como se la conoce ahora. Carlota Valenzuela comenzó hace un año a caminar hacia Jerusalén, en una peregrinación que ha sido, según ella, más bien un viaje espiritual.

Nacida en Granada, con tan solo 30 años y un doble grado en Derecho y Ciencias Políticas, lo dejó todo atrás para responder a una llamada. Ha concedido una entrevista a Omnes hablando de su experiencia.

¿Cómo nace la idea del viaje y cómo ha ido cambiando a lo largo de la peregrinación?

–La idea del viaje nace como una llamada. Yo siento de una forma muy clara y muy fuerte que Dios me está proponiendo la peregrinación. No es tanto que me lleve de la mano, sino que me lo pone delante. Solamente pensar en la voluntad de estar haciendo la voluntad de Dios me dio tanta alegría y tanta paz que no dudé.

Cuando nace la idea, yo no tenía ni idea de cómo iba a ser. Ahora, con perspectiva, entiendo que yo dije que sí y me lancé al vacío. No intenté tenerlo todo controlado. Hice una línea aproximada de la ruta y, grosso modo, cuánto tiempo me iba a llevar. Luego, pasito a pasito, fui haciendo la peregrinación.

¿Cuál fue la reacción de tu familia y de tus amigos?

–Fue un momento dramático, especialmente con mis padres. Tuve todo tipo de reacciones. En un extremo estaba la gente que estaba muy preocupada y que pensaba que era una locura. Luego estaba la gente a la que la idea le parecía absurdo. Hubo a quienes les parecía algo curioso y también aquellos que pensaban que era la mejor idea del universo.

¿Qué te ha sorprendido más del camino?

–Lo que más me ha sorprendido es la Providencia. En nuestra vida normal no dejamos hueco a la Providencia, lo tenemos todo bastante estructurado. Al empezar a caminar por la mañana sin saber lo que va a ocurrir, sin poder suplir las necesidades de forma autónoma, empiezas a ver a Dios de una forma muy clara. Hay que dejar hueco a la Providencia.

Por ejemplo, uno de los primeros días llegué a un pueblo muy pequeño en el que no había nada. Empecé a preocuparme por el sitio para dormir y por la comida. Me paré a beber agua para intentar relajarme un poco. En eso, una pareja de señores mayores llegó caminando. Me preguntaron qué estaba haciendo con la mochila y respondí que iba de camino a Jerusalén. De inmediato quisieron saber si tenía sitio para dormir y, cuando les dije que no, me acogieron en su casa.

Cosas como esta pasaron todos los días durante la peregrinación. No es un cuento, yo lo he experimentado en mi propia vida.

¿Cómo fue la peregrinación espiritual?

–El camino físico acompaña al espiritual. Ha sido sobre todo un camino de confianza. Jesús mismo dice en el Evangelio “Pedid y se os dará”, “llamad y se os abrirá”. Yo fui soltando todo, dejando que Él haga.

Una vez llegas a Jerusalén, ¿qué piensas?

–Yo tenía un plan de entrada a Jerusalén que no pude hacer al final porque mi abuela se puso enferma y tuve que adelantar todo. Llevaba un año pensando en Jerusalén. No me hice grandes ilusiones pero tenía mi plan de llegada, con una semana de silencio en el Huerto de los Olivos.

Un día, estando en Ain Karem, me doy cuenta de que estoy al lado de Jerusalén y de que mi abuela se está muriendo. Me planteo si tengo que adelantar la entrada a la ciudad pero no me sentía preparada. Me sentía como una alumna que se presenta a un examen sin haber estudiado.

Para tomarme un tiempo, fui a Belén y allí vi muy claro que tenía que volver a casa y entrar ya en Jerusalén.

Pasé a saludar al monje que me iba a acoger en una iglesia en el Huerto de los Olivos. Le comenté mi preocupación de no estar preparada y me dijo: “Cambia el foco, el foco no está en ti. Tú, evidentemente, no estás preparada, pero es que esto no va de ti, va de Él, de Cristo”. Le respondí que llevaba un año caminando, esperando el momento de entrar en Jerusalén pero el monje me respondió: “Él te lleva esperando toda la eternidad”. Allí me cambió completamente la perspectiva. No soy yo la que consigue las cosas con mis fuerzas, es Cristo quien lo hace.

Al final entré en Jerusalén. Sinceramente, tenía la cabeza puesta en mi abuela. Pasé tres horas dentro de la ciudad. Mi verdadera Jerusalén fue al volver a Granada y pasar con mi abuela su pasión.

¿Cómo se reza después de todo esto?

–Con mucha alegría. Me he dado cuenta de que la oración se ha fortalecido como un músculo. Me sorprendo a mí misma alabando a Dios o repitiendo jaculatorias. Es algo que, de alguna forma, se ha hecho natural.

¿Y ahora qué?

–No tengo ni idea. La voluntad de Dios. Entiendo el fondo de que mi vida tanto personal como profesional está orientada a Dios, solo quiero trabajar para Él. Pero todavía no conozco la forma, no es una idea materializada.

Mi verdadera Jerusalén fue al volver a Granada y pasar con mi abuela su pasión.

Carlota Valenzuela

¿Se te hace extraña la normalidad ahora que has vuelto a España?

–Se me hace muy raro estar aquí. Necesito andar, la naturaleza, evitar el ruido y las luces. Ahora me estoy empezando a ubicar pero la vuelta ha sido muy dura.

No me cuesta ver a Dios, pero me cuesta verme a mí misma. Tengo que hacerme a la idea de que ya no soy una peregrina. Estoy intentando encontrar una nueva rutina, estoy haciendo la transición. Es una fase muy rara.

¿Recomiendas la experiencia?

–Creo que si yo he sido capaz de hacer esta peregrinación, cualquiera puede hacerlo. Ni soy deportista, ni tengo capacidad de esfuerzo. Lo que más ha sorprendido en mi círculo cercano es que haya persistido.

Lo que yo he hecho se puede hacer en seis meses o dos años. No es una maratón, una cuestión de kilómetros. Es un proyecto tranquilo que puedes hacer como tú quieras, pero hay que llevar la motivación adecuada.

Seguro que te han preguntado mil veces. ¿Tienes pensado hacerte monja?

–No creo que Dios me llame a una vida en clausura. Que si me llama, ¡aquí estoy!, pero creo que me llama a una vida de familia.

El autorMaría José Atienza / Paloma López

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