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Eduardo Calvo: “Personas de otros credos se alegran de que venga el Papa”

Eduardo Calvo Sedano, originario de Palencia, es párroco de la parroquia de San José, en Almaty (Kazajstán), y Director de Cáritas diocesana. Conversamos con él sobre la próxima visita del Papa Francisco al país.

Aurora Díaz Soloaga·9 de septiembre de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos
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El Papa Francisco ha aceptado la invitación del presidente del país, Kasym-Jomart Tokaev a asistir al VII Congreso de Religiones Mundiales y Tradicionales, en la ciudad de Nur-Sultan. Entrevistamos a Eduardo Calvo, sacerdote español que desarrolla su trabajo en el país asiático.

Kazajstán espera la segunda visita de un Papa: después de la experiencia de la visita de Juan Pablo II en 2001, ¿cómo se está ahora preparando la joven Iglesia?

—Con alegría y con ilusión. Es para todos un estímulo en nuestra fe. Vivimos rodeados de un ambiente de mucha indiferencia religiosa, donde además, la religión cristiana es minoritaria. La mayoría de los cristianos son de tradición ortodoxa y mucha gente apenas tiene conocimiento de qué significa ser católico. La visita del Papa nos ayuda a que todos vean que nuestra fe está viva, que es “católica” (internacional). Además, nos recuerda que la fe católica forma parte de las raíces religiosas de esta tierra, en la que hay católicos desde los primeros siglos de la historia de la Iglesia, antes de la aparición del Islam. 

¿Es bien aceptada la visita de un líder religioso como el Papa, en una sociedad multicultural?

—Totalmente. Es más, me atrevo a decir que, en líneas generales, no sólo es aceptada, sino también querida y deseada. Son muchas las personas de otros credos que se alegran de que una persona de la trascendencia mundial que tiene el Papa venga al país. 

Kazajstán es un país muy tolerante y con mucha diversidad. La gente está acostumbrada, ya desde la niñez, a convivir y relacionarse con gran naturalidad con personas de otras nacionalidades y de otros credos. Aquí lo normal es que personas procedentes de culturas diferentes sean amigas y no sean ni quiera conscientes de que esa diversidad podría haber sido un obstáculo en sus vidas para estar unidos y relacionarse con cordialidad. Al fin y al cabo somos seres humanos… en lo sustancial somos iguales: buscamos amar y ser ser amados, nos gusta pasear y reírnos, tenemos problemas semejantes, vivimos en un mismo entorno… 

¿Cómo se está recuperando el país, después de los desórdenes que sufrió en su principal ciudad, Almaty, en enero de este año? ¿Puede afectar el clima de inseguridad que se vivió en ese momento a la visita del Papa?

—La sensación de los que estamos aquí es de que “se ha pasado página”. Aquellos incidentes hicieron peligrar nuestra convivencia y me atrevería a decir que también nuestra democracia. Son parte del pasado y se ha vuelto a la vida ordinaria, con sus luces y sus sombras. Todo país tiene sus más y sus menos. Me duele escuchar a veces en España comentarios hechos como con aire de superioridad, mirando a países de Asia central (como Kazajstán), como si fueran países “de segunda”, inferiores no sólo en lo económico o político; sino también en lo moral o social… Creo que es profundamente injusto y alejado de la verdad. 

La situación actual es pacífica. La visita del Papa es también un regalo para los no católicos, un aliciente. Su visita nos recuerda que nos quiere y nos tiene en consideración. 

El Papa ha cancelado otros viajes recientes por motivos de salud y, sin embargo, ha querido mantener este viaje, al que ha calificado de “tranquilo” en su viaje de vuelta desde Canadá. ¿Ve otros motivos por los que al Papa haya podido mantener este viaje en su agenda? 

—El motivo –creo- es su deseo que dialogar con otras confesiones cristianas y con personas de otros credos, para ahondar en lo mucho que tenemos en común y en la necesidad de vivir todos juntos como hermanos, pertenecientes a una misma familia. En este sentido, se comprende su intención de participar en este encuentro mundial de líderes religiosos. A día de hoy, me parece que es de vital importancia sumar fuerzas para combatir los radicalismos religiosos y promover la paz. 

¿Qué visión de la Iglesia en Asia puede aportar al Papa la comunidad de Kazajstán?

—Creo que el Papa es bastante consciente de la situación que vivimos. Sabe de nuestras dificultades y de nuestros sueños. Podemos aportarle nuestro cariño, con una mayor cercanía física. Podemos compartir con él la oración y las ganas de que esta Iglesia en minoría crezca, anuncie el Evangelio, se desviva por los demás, prospere no sólo en lo económico sino también en lo espiritual… La Iglesia católica aquí está viva y creciendo. Gracias a Dios, muchos cristianos de aquí no son extranjeros, sino gente local y muchos de ellos se han acercado a la fe por el testimonio de otros católicos y no por la tradición familiar. 

Se ha hablado de la importancia estratégica de esta visita del Papa a Kazajstán en este momento, considerando los vínculos del país con el mundo eslavo y la importante presencia de población rusa y ucraniana que allí convive. ¿Le parece que este viaje podría aportar algo al proceso de pacificación del cercano conflicto en Ucrania?

—El Santo Padre quiere estar muy cerca de los que sufren. El conflicto de Ucrania es de orden mundial. No me cabe duda de que está haciendo lo que está en su mano para apaciguar la situación. Kazajstán, por estar situado en territorio neutral, por su caracter abierto y por su presencia en el país de personas de todas las naciones, creo que es un buen lugar para que la Iglesia católica, con el Papa a la cabeza, pidan al mundo entero que reinen la paz y el amor.

El autorAurora Díaz Soloaga

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