Puente entre oriente y occidente, entre islam y cristianismo, el Líbano es un país que reconoce 18 comunidades religiosas en su pequeño territorio, entre la montaña y el Mediterráneo.
En este mosaico de credos, la Iglesia maronita ha jugado un rol protagonista. Desde siempre unida al Papa, obispo de Roma, los cristianos maronitas son católicos de rito oriental y representan a la comunidad católica más numerosa e influente en el Medio Oriente. A su cabeza está el Patriarca maronita de Antioquía y de todo Oriente. Se trata de la figura cristiana más importante del país y su rol es central en la vida pública de la sociedad
Desde el 2011, el Patriarca maronita es Su Beatitud Bechara Boutros Rai. Nacido en 1940, monseñor Rai es religioso de la orden mariamita, y fue ordenado sacerdote en 1967, consagrado obispo en 1986 y elegido Patriarca en 2011. En 2012, el Papa Benedicto XVI lo nombró cardenal de la Iglesia.
Su liderazgo a la cabeza de los maronitas se ha caracterizado por posiciones muy firmes respecto a la identidad y la unidad del Líbano y su neutralidad en el ámbito de las relaciones internacionales.
Por su lugar tan especial en la historia de la humanidad y de la religión cristiana en particular, los Papas ha sentido al Líbano como a un país muy presente en su oración y en su preocupación. Joaquín Navarro-Valls, el histórico portavoz, consejero diplomático y amigo del Papa san Juan Pablo II, cuenta en sus memorias cómo el Papa polaco seguía con la cabeza y en el corazón en el país del Cedro durante los terribles años de la guerra civil, que incluso vio enfrentamientos entre grupos cristianos.
San Juan Pablo II fue quien dio al Líbano el nombre de “país mensaje”. El Papa Benedicto XVI realizo una histórica visita en 2012, y el Papa Francisco ha manifestado su voluntad de visitar al pueblo libanés y menciona muy frecuentemente al Líbano en sus discursos y oraciones.
Durante décadas, el Líbano conoció un periodo de gran desarrollo cultural y económico que le mereció el apodo de “la Suiza del Medio Oriente”, pero ya hace varios años está enfrascado en una crisis política, social y económica sin precedentes.
A esta delicada situación, se ha sumado la guerra en la parte sur del territorio: desde el 7 de octubre de 2023, con el comienzo del conflicto en Palestina, las hostilidades recomenzaron en el sur del Líbano entre las milicias de Hezbollah e Israel.
En este contexto, los cristianos del Líbano juegan un rol muy particular y el Patriarca Rai no ha dejado de alzar la voz recordando con fuerza la identidad libanesa.
Situado a 25 kilómetros al norte de Beirut en la montaña libanesa, Bkerke es la sede Patriarcado Maronita desde 1823. En este histórico lugar con una increíble vista al Mediterráneo nos recibe Su Beatitud Bechara Boutros Rai. No es la primera vez que recibe a Omnes, ya que, en 2017, la entonces revista Palabra publicaba una entrevista con Su Beatitud.
El Líbano atraviesa una crisis gravísima: hace más de un año que no se ha nombrado un Presidente de la República, la inflación ha alcanzado niveles nunca antes vistos, hay falta de servicios básicos y, desde el 7 de octubre 2023, la guerra amenaza en el sur del país. ¿Cuál es su diagnóstico sobre la situación?
–Lamentablemente, nuestro país está enfermo porque ha perdido el sentido de su misión en el mundo. Juan Pablo II decía que el Líbano más que ser un país, es un “mensaje”, y esta es su misión: la de mostrar al mundo que cristianos y musulmanes pueden y deben vivir juntos, como hermanos. La identidad de nuestro país es tan particular que un dirigente de un país árabe dijo “si el Líbano no existiese, habría que crearlo”.
Hay dos principios importantes de la identidad libanesa: el principio de separación de la Iglesia y del Estado, y el de la multiplicidad cultural.
Del primer principio se deduce el principio de ciudadanía: se es libanés no por religión o por etnia, sino a través de este principio: si se es ciudadano, entonces se es libanés. Esto implica que no se es cristiano, musulmán o druso y, en consecuencia, se accede a la ciudadanía. Este principio quedó consagrado desde la creación del Estado del Gran Líbano en 1920, y es esencial porque permite que cristianos y musulmanes vivan tranquilos, sin tener miedo a que los otros impongan su religión en la vida política.
Este principio concretó en 1943 cuando se firmó el llamado Pacto Nacional en el que los poderes del Estado se dividieron según las distintas confesiones. La idea era dar garantías concretas a cada grupo.
Así, el Presidente de la República debe ser cristiano maronita, el jefe del gobierno (primer ministro) es un musulmán sunita, y el Presidente de la Cámara de Diputados, un musulmán chiita. Este sistema fue confirmado con los acuerdos de Taëf, que pusieron fin a la guerra civil en los años 1990.
El segundo principio es el de la multiplicidad cultural: el Líbano es un país democrático y abierto al mundo, donde conviven distintas sensibilidades culturales, y donde se privilegia el dialogo y la neutralidad en materia de relaciones internacionales.
Actualmente, nuestro país está enfermo porque en su interior hay grupos que han deformado su fisionomía y no respetan estos principios fundamentales. No son leales con el Líbano. No respetan su neutralidad. Hoy tenemos una guerra en el sur de nuestro país, una guerra que los libaneses no quieren, pero que algunos grupos están empeñados en provocar. Esto ha hecho que nuestro país está aislado del resto del mundo.
¿Qué hace la Iglesia para intentar remediar esta situación?
–La Iglesia sufre junto al pueblo libanés, que pierde con esta crisis sus fuerzas y elementos dinámicos: no solamente son muchos los jóvenes se están yendo de un país que no ven con optimismo, sino que también muchos profesionales, ya formados e integrados en la vida económica y social, también han encontrado o están buscando un futuro mejor en el extranjero. La pérdida es inmensa.
Nuestra población se ha empobrecido muchísimo. La inflación es una de las más altas del mundo. Frente a este drama, la Iglesia abre sus puertas a todos: nuestros colegios, universidades, centros sociales (que ayudan a la búsqueda de empleo) siguen abiertos y activos, aunque muchas veces la gente no pueda pagarlos.
Los bienes de la Iglesia están a disposición de nuestra gente, y son miles de personas las que se benefician con las diversas ayudas. Intentamos generar oportunidades para que todos encuentren trabajo. Sin embargo, la situación está empeorando y es por eso que yo no dejo de gritar a nuestros dirigentes a través de los medios: “¡Ustedes son unos criminales, están destruyendo en Estado, están empobreciendo a nuestra gente!”.
Los libaneses aman su tierra, su cultura y su patria. Actualmente, los libaneses que viven fuera, que son la mayoría, sostienen económicamente el país. Y si la situación les permite volver, volverán, porque aman al Líbano.
¿Tiene esperanza en el futuro del país?
–Somos cristianos y tenemos esperanza. Si no, no lo seríamos y tampoco estaríamos acá, donde llevamos muchos siglos.
El sistema político libanés es único en el mundo en el sentido en que la representación política y los altos cargos están distribuidos por credos religiosos. Hay quienes dicen que este sistema ha llegado a su fin y es hora de cambiarlo, de reformar la Constitución. ¿Qué piensa Usted?
–Nuestro sistema político, plasmado en nuestra Constitución es magnífico y único en el mundo. El problema no es el sistema, sino que algunos no lo respetan. Me gusta compararlo a un matrimonio: una colaboración única entre cristianos y musulmanes.
El Líbano no puede ser únicamente cristiano o solamente musulmán, eso no sería el Líbano. Un divorcio, como algunos quieren imponerlo, sería fatal. Esto, como es lógico, genera tensiones y efervescencias.
En Occidente los obispos tienen un rol quizás diferente al suyo. ¿Cómo definiría su tarea como Patriarca Maronita en la sociedad libanesa?
–Los Patriarcas maronitas han tenido un papel fundamental en la historia del Líbano: fueron ellos los que guiaron el camino hacia la creación del Estado del Líbano en 1920, proceso durante el cual el Patriarca Elías Hoyek tuvo un rol preponderante.
El Patriarca maronita es una referencia en nuestro país, una autoridad escuchada y apreciada, por este significado histórico que ha tenido. El artículo 9 de la Constitución libanesa establece el principio de estatuto personal, en el que se respeta, no solamente la llamada ley natural, sino además, las creencias de cada individuo de este país.
Nuestra voz no es la de la política técnica, es la de recordar los principios morales que deben guiarnos. En Occidente, tristemente, se gobierna sin tener cuenta a Dios, y así es como hay leyes de aborto, eutanasia y de uniones de personas del mismo sexo.
La Iglesia es independiente de los partidos políticos y le habla a la consciencia de las personas. Por estas razones no he cesado de denunciar el crimen que supone no elegir un Presidente para nuestro país y mantener la situación actual que genera el empobrecimiento de nuestro pueblo.
¿Existen prioridades o sensibilidades diferentes en comparación con la Iglesia latina? Recientemente los obispos de África manifestaron que no aplicarían el documento Fiducia Supplicans que permite a los sacerdotes bendecir, fuera de toda forma litúrgica, a parejas en situación irregular.
–Primero que nada, hay que recordar que en la Iglesia católica existe la libertad de expresión, es un derecho que la Iglesia defiende y promueve.
Respecto al documento Fiducia Supplicans, me parece que en Europa existen situaciones que a nosotros no se nos presentan de la misma manera.
Los obispos del Líbano trabajamos de manera colegial, nos reunimos los primeros miércoles de cada mes. Así, hemos decidido crear un comité de obispos para que estudie el documento, y en función de lo que este grupo de trabajo aconseje, decidiremos si es necesario que se emita un documento oficial de parte nuestra.
San Charbel, el principal santo libanés, es mundialmente conocido y reconocido por sus muchos milagros. El 19 de enero se instaló una imagen suya en el Vaticano ¿Por qué cree que la devoción a san Charbel se ha expandido tanto?
–Efectivamente, san Charbel es muy activo y muy conocido, y la respuesta a su pregunta no tiene explicación: es un misterio. Quizás, como buen libanés, Charbel sabe negociar muy bien con Dios para obtener innumerables favores para quienes le rezan con fe.