La sede de postgrado de la Universidad de Navarra servía de escenario para el punto final de la primera promoción del Máster en Cristianismo y cultura contemporánea. Un título propio que esta Universidad puso en marcha hace dos años y que resulta un completo e interesante recorrido por la Historia, la filosofía, la teología o el pensamiento.
La mujer fue el tema central de la última de las sesiones de este curso y corrió a cargo de la Inmaculada Alva, historiadora, que ha conversado con Omnes sobre mujer, feminismo, sociedad y cultura.
No podemos negar que, en los últimos años, ha habido avance en los derechos de las mujeres, pero también emerge un cierto desencanto por ese “equipararse en lo malo” ¿Qué hemos ganado y qué hemos perdido en este camino del avance de derechos?
-Estos avances políticos y sociales despegan en la segunda mitad del siglo XX. Pienso que hemos ganado mucho, no con la masculinización, sino con el feminismo. O mejor, con los feminismos. Me gusta hablar en plural porque me parece que hay tal variedad que ninguno de ellos puede arrogarse la hegemonía de decir ‘yo soy el verdadero feminismo’.
Realmente, cuando hablamos de la “situación de la mujer de antes” nos estamos refiriendo a una situación concreta: la de la mujer burguesa del siglo XIX. Burguesa porque en otros entornos, la mujer ha trabajado desde siempre, fuera de casa o en negocios familiares. La idea burguesa a la que nos referimos era la “madre entregada”, la “hija obediente”, que estaba supeditada al hombre y que no tenía otras aspiraciones que el matrimonio y poco más. En efecto, habría, seguro, muchas mujeres felices con la vida que tenían: cuidando de su casa, de su marido…, pero hay otra realidad de muchas otras mujeres que querían desarrollar sueños propios, vivir su vida de otra manera, incluso casarse con alguien distinto o hacer compatible el trabajo y la familia. Y era algo que no era posible, porque en esta concepción burguesa del siglo XIX, el papel de la mujer se desarrollaba en el hogar, con los hijos. Es real que hay una tendencia en la mujer mayor que en el hombre hacia la creación de hogar. Pero la mujer tiene muchas más capacidades.
Para muchas mujeres, el matrimonio, el modo de vida burgués que se desarrolla en el siglo XIX y que se vive en el XX, podía convertirse en una trampa, incluso en una sepultura. Eso es lo que denunciaba, por ejemplo, Simone De Beauvoir. Estoy muy en desacuerdo con muchas de las cosas de De Beauvoir, pero cuando se refiere a la trampa del matrimonio, en cierto sentido, creo que tiene cierta razón.
A partir de la segunda mitad del siglo XX, las mujeres empiezan a cambiar esa idea y nacen los feminismos. Igual que me gusta hablar de feminismos en plural, prefiero hablar de mujeres en plural. Las mujeres participan de una manera más activa en la sociedad, también en la política, en la profesión, porque también tienen mucho que decir. Considero que, en este sentido, se ha ganado.
¿Podríamos concretar, entonces, esos avances?
-Se ha avanzado en la concepción de la familia como una tarea que no es solo de la mujer. Ahora es común un un modelo de familia corresponsable, en el que tanto la madre como el padre son responsables de la educación, del cuidado y del amor. Hacer familia entre los dos. Y no hay una manera única, cada familia, cada matrimonio tendrá que ver cómo se hace familia, pero es cosa de los dos.
Otra idea nacida con los feminismos que me parece interesante es la de ser conscientes de cosas como quitarle la culpa a la mujer en los casos de acoso, de violencia, etc. O sea, esa frase de la culpabilización, ¿Por qué iría con esa falda? ¿Por qué se metería en ese piso? Y no es así. Es verdad que la mujer tiene que ser consciente de su responsabilidad, tiene que ser responsable de su sexualidad. Pero la culpa es de quien no se domina.
Como se apuntaba antes, no todo es positivo. ¿Cree que hemo perdido algo en este camino?
–La respuesta a esta pregunta depende del feminismo del que hablemos.Podríamos decir que hay un feminismo hegemónico. Es el que aparece en los medios de comunicación o en determinadas políticas y en el que hemos perdido la armonía. Se ha desvalorizado el papel de la mujer en el hogar. no en el sentido que hablábamos, burgués, sino el hecho de que el hogar es un espacio de realización personal. Con ese tipo de feminismo hegemónico se piensa que la dedicación a la familia degrada a la mujer, o que si no trabaja fuera de casa, es menos. Lo que se nos ha ofrecido es una masculinización de la mujer. En el fondo, ese tipo de feminismo hegemónico, a mi entender, no es un verdadero feminismo puesto que el modelo que toma es el modelo del hombre. Han masculinizado a la mujer.
Pienso que la mujer tiene una manera de trabajar más colaborativa que jerárquica pero, hoy, si quieres avanzar en el mundo de la empresa, o te comportas como un hombre, o no subes.Es tarea de los feminismos tener la ambición de cambiar la sociedad para que también se impongan otros modos de trabajar más colaborativos que hagan que también la mujer esté más equilibrada.
Estamos viendo ciertas “reescrituras” en clave feminista de la historia. ¿Tiene sentido?¿No es injusto con aquellas mujeres que fueron pioneras realmente?
–Mi trabajo consiste, justamente, en hacer historia de las mujeres. Lo que veo es que, en ocasiones, esa reescritura de la historia que se hace con las categorías actuales más que injusta es falsa. Hay que ir a los documentos.
Cuando el cine, por ejemplo, nos presenta a unas mujeres, por ejemplo, Isabel de Castilla, ejerciendo unos papeles que no son reales, no es tanto que no fueran posibles en esa época, sino que en ellas no se dieron.
Por eso, es injusto con esas otras mujeres que efectivamente fueron así. Son esas historias reales las que hay que buscar y dar visibilidad.
Es importante hacer una historia en la que hombres y mujeres ocupen el espacio que les corresponde.
Pienso en una María de Molina, reina de Castilla, tres veces regente teniendo que conservar el reino de Castilla para asegurar los derechos para su hijo y después para su nieto. Y lo consiguió. O pienso en una Margarita de Austria, gobernadora de los Países Bajos, que consiguió que su periodo de gobierno fuera un periodo de paz relativa. De estas mujeres hay que hablar porque sí son reales y ahí están los documentos.
Cuando bajamos a la realidad histórica nos encontramos miles de mujeres haciendo cosas. Hasta el siglo XIX, por ejemplo, el concepto del trabajo era familiar. El taller, el obrador o lo que fuera lo llevaban el marido y la mujer. Por eso luego había tanta “viuda de” que llevaba el negocio del marido. He tenido la suerte de tener en mis manos unos documentos de venta de una mujer, viuda, con un emporio comercial en Manila, que escribía a sus intermediarios comerciales en Europa, en México. Sin embargo, una vez vi una película en la que ponían en boca de Urraca unas maneras de decir completamente masculinas, hasta soeces. Urraca tendría mucho carácter seguro, pero no hablaría de ese modo y no lo necesitaba para hacerse valer.
¿Las mujeres han alcanzado todo o queda algún reto pendiente?
–Esas preguntas me resultan siempre muy difíciles de contestar. Es como cuando te preguntan cuál es tu libro favorito. Creo que los retos son varios, también dependiendo de los contextos de las mujeres de hoy, que son muy diferentes. Aunque parezca mentira, creo que, en el fondo, la sociedad sigue siendo una sociedad muy masculinizada, a veces por esos feminismos hegemónicos que no miran a la mujer real. El reto de la mujer hoy es desarrollar en esta sociedad todo lo que ella, por su naturaleza aporta: empatía, colaboración, diálogo y comunicación.