Vaticano

Mons. Angelo Vincenzo Zani: “Hay que recuperar una antropología integral”

Se está difundiendo una visión de la diferencia hombre-mujer que tiende a “eliminar” las raíces biológicas y personales de la distinción entre los sexos. La Congregación para la Educación Católica ha publicado un documento sobre sus repercusiones en la educación. Palabra hizo una presentación general en el número de julio-agosto, y ahora entrevistamos al Secretario de la Congregación.

Giovanni Tridente·6 de septiembre de 2019·Tiempo de lectura: 5 minutos

Tras varios meses de trabajo con participación de expertos de diversas disciplinas, desde la pedagogía a la filosofía, desde el derecho a la didáctica, la Congregación para la Educación Católica ha preparado un documento para ofrecer algunas orientaciones sobre la “cuestión del género” en el ámbito educativo, titulado Varón y mujer los creó.

El texto muestra toda la actualidad de la temática, y no solo se dirige a las instituciones educativas católicas, sino que quiere entrar “en diálogo” también con todas las realidades que se ocupan de la formación de los jóvenes. Sin embargo, reitera la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer como base antropológica de la familia.

En entrevista a Palabra, el Secretario de la Congregación para la Educación Católica, el arzobispo Angelo Vincenzo Zani, ofrece algunas pistas de comprensión de las orientaciones, encuadrando también las razones del diálogo con la cultura moderna.

—Excelencia, ¿qué espera la Congregación de este documento?

El documento está en la línea de toda una serie de orientaciones que han sido publicadas por la Congregación para la Educación Católica desde el Concilio Vaticano II hasta hoy, con el objetivo de ofrecer profundizaciones y líneas guías para la educación. La reflexión de este documento se coloca en el horizonte más amplio de una “emergencia educativa” general, que brota de una sociedad que cada vez más carece de valores compartidos y se ve sometida a nuevos retos. Este aspecto cultural parece ya acomunar tanto a jóvenes en formación como a los adultos que tienen la responsabilidad educativa. Esta emergencia denota –por decirlo con las palabras de Benedicto XVI– una auténtica “carencia antropológica”, que tiende a hacernos olvidar que la persona humana “es un ser integral y no una suma de elementos que se pueden aislar y manipular al propio gusto”. La Congregación espera que este documento pueda ayudar a afrontar la compleja cuestión del género en la educación. 

—¿Por qué sale en este preciso momento?

En la última década los obispos han mostrado cada vez más atención a la llamada “cuestión de género”, enviando peticiones a la Congregación para la Educación Católica en lo concerniente a las numerosas escuelas y universidades católicas. Durante los trabajos de la asamblea plenaria de la Congregación, desarrollados en febrero de 2017, afloró la irrupción de la ideología de género en el ámbito educativo, como un fenómeno difundido en todas partes, y se tomó la decisión común de intervenir con un escrito sobre ese delicado tema para ayudar a quienes aprecian la educación católica. 

Al respecto se ha determinado una agenda de trabajo con la colaboración de expertos en las diversas disciplinas (pedagogía, ciencias de la educación, filosofía, derecho, didáctica) con el fin de redactar un proyecto del texto, en el que se pudieran compartir algunas reflexiones y orientaciones que, aun partiendo de la sustancia del debate sobre la sexualidad humana, indicasen principalmente el método de intervención de los que participan en la educación de las nuevas generaciones. De esta manera se pretende superar toda inconcluyente contraposición polémica.

—En el texto se señalan algunos puntos críticos sobre la cuestión del género. ¿Por qué considera importante hacerlo?

Ante una profunda crisis de la afectividad que determina la “desorientación antropológica que caracteriza ampliamente el clima cultural de nuestro tiempo” (n. 1), el documento invita a asumir una actitud de escucha, de reflexión y de propuesta. En este contexto, era necesario presentar un breve itinerario histórico para reconstruir el recorrido de las tendencias dirigidas a cancelar las diferencias entre hombre y mujer, que son consideradas como simples efectos de un condicionamiento histórico-cultural. La “ideología de género”, en efecto “niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia”, como explica también el Papa Francisco en Amoris laetitia. Esta ideología, en efecto, “lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer”, prosigue el Papa. De este modo, “la identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo”. La puntualización de los puntos críticos, entonces, aunque sea trazada de manera esencial, es importante para la recuperación de una antropología integral que sirva de fundamento de una educación completa. 

—Una de las palabras clave es el diálogo con la cultura moderna. ¿Cómo se concilia con la identidad de la educación católica?

No podemos negar algunos elementos que razonablemente pueden compartirse, conectados con el tema tratado: desde la lucha con toda injusta discriminación a la igual dignidad de hombre y mujer, desde el respeto de toda condición peculiar de las personas a la defensa contra formas de violencia y de marginación por razón de la propia orientación sexual, desde el papel y valor de la femineidad al reconocimiento cordial de formas de maternidad afectiva, cultural y espiritual. 

La Iglesia mira a la “cuestión del género en la educación” en la más amplia perspectiva del común empeño en construir una convivencia social que, como ya deseaba el Concilio, cada vez más “respete la dignidad, a libertad, el derecho de las personas”. Y precisamente en esa perspectiva de este común compromiso la Iglesia desea no sólo abrir una vía de dialogo, sino abrirse espacio ella misma de diálogo con las instituciones culturales, sociales, políticas, y con todos los hombres, también con aquellos que no comparten la fe cristiana, pero “cultivan los bienes esclarecidos del espíritu humano”, como indica Gaudium et Spes.

—¿No se corren riesgos asumiendo esta actitud “dialógica”?

La Iglesia participa en este diálogo con la convicción de que cada interlocutor tiene algo bueno que decir y que, por tanto, es necesario hacer espacio a su punto de vista, a su opinión, a sus propuestas, sin caer, obviamente, en el relativismo. Pero el diálogo no significa perder la identidad propia. El dialogo es escucha, pero también es propuesta. Por eso el documento no se sustrae a la presentación de la antropología cristiana. Por eso conecta con el precedente texto Orientaciones educativas sobre el amor humano, publicado por la Congregación en 1983. En él se vuelve a proponer la visión antropológica cristiana que ve en la sexualidad un componente sustancial de la personalidad, un modo suyo de ser, de manifestarse, de comunicar con los demás, de sentir, de expresar y de vivir el amor humano. Por tanto, ella es parte integrante del desarrollo de la personalidad y de su proceso educativo. En otro documento de la Congregación, Persona humana de 1975, leemos también que “A la verdad en el sexo radican las notas características que constituyen a las personas como hombres y mujeres en el plano biológico, psicológico y espiritual, teniendo así mucha parte en su evolución individual y en su inserción en la sociedad”. 

—¿Está prevista una verificación de la recepción de estas indicaciones en la comunidad eclesial a corto y a largo plazo? 

Por supuesto. Como se lee en el punto 7, el texto está confiado a los que aprecian la educación, en particular a las comunidades educativas de las escuelas católicas y a los que, animados por la visión cristiana de la vida, operan en las demás escuelas, a los padres, a los alumnos, a los dirigentes y al personal, así como a los obispos, a los institutos religiosos, a los movimientos, a las asociaciones de fieles y a los demás organismos en el sector. 

Una común exigencia en el actual reto formativo es reconstruir una nueva “alianza educativa entre la familia, la escuela y sociedad” (n. 44) que –como ha repetido varias veces el Papa Francisco y ya se reconoce ampliamente– ha entrado en crisis: “Una alianza sustancial y no burocrática, que armonice, en el proyecto compartido de una positiva y prudente educación sexual, la responsabilidad primordial de los padres con la tarea de los maestros” (n. 45). 

La Congregación para la Educación Católica, en el ámbito de sus competencias, se relaciona continuamente con los obispos y las órdenes religiosas con carisma educativo, así como con los organismos internacionales del sector. Por lo demás, promueve también encuentros específicos, como congresos mundiales y otras conferencias temáticas a nivel continental. Indudablemente, en el ámbito de estas relaciones habrá verificaciones sobre la recepción del documento.

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