A las 18:00 horas de Roma, en la basílica de San Pedro y ante la imagen de la Virgen del Socorro, venerada desde el siglo VII, el Papa ha dado comienzo a la cadena de rezo del Rosario para pedir el fin de la pandemia, que durará hasta el 31 de mayo. Ese día, el último de mayo, el Santo Padre cerrará también la cadena de oración, que cada día del mes cederá el protagonismo a un santuario mariano diferente en todo el mundo.
Después de rezar los cinco misterios y de cantar la Salve y la letanía lauretana, Francisco ha dirigido una oración particular a la Santísima Virgen: “En la situación dramática actual, cargada de sufrimientos y de angustias que envuelven y acucian al mundo entero, recurrimos a ti,Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección”. Luego, el Papa ha bendecido los rosarios que se enviarán a los treinta santuarios que se encargarán de dirigir el rezo del Rosario en sus países, y a los que todos se podrán unir a través de los medios de comunicación.
El monasterio de Montserrat, en España, ha sido seleccionado para la oración del día 22 de mayo, y entre los demás santuarios se encuentran los de Nuestra Señora de Walsingham en Inglaterra, Częstochowa en Polonia, la Anunciación en Nazaret, Aparecida en Brasil, Luján en Argentina, Loreto en Italia o la Inmaculada Concepción en los Estados Unidos.
También en el Regina Coeli de hoy día 2 de mayo, en que se celebra el día de la madre en muchos lugares, el Papa ha vuelto a dirigir la mirada a Santa María para pedirle que “nos ayude a permanecer en Cristo, en su amor, en su palabra, para dar testimonio del Señorresucitado en el mundo”.
Desde los apartamentos pontificios que dan a la plaza de San Pedro, el Papa se dirigía a los presentes en número limitado por las causas sanitarias conocidas, y a todo el mundo. En las palabras pronunciadas tras la oración mariana del mediodía, se ha hecho eco de la petición de los católicos de Myanmar para que se dedique un avemaría del rosario de cada día a pedir la paz en su país.
En su comentario al Evangelio de este quinto domingo de Pascua, que contiene la parábola de la vid y los sarmientos, la que el Santo Padre ha destacado la insistencia de Jesús en el verbo “permanecer”:“Permanezcan en mí y yo en ustedes” (Juan, 15, 4) diceJesús; y lo repite otras seis veces en el pasaje propuesto por la liturgia. Francisco ha explicado que se trata de una permanencia “activa”, ha explicado, y también de una permanencia “recíproca”. En efecto, “sin la vid los sarmientos no pueden hacer nada, necesitan la savia para crecer y dar fruto; pero también la vid necesita los sarmientos, porque los frutos no brotan del tronco del árbol”.
Nosotros los cristianos necesitamos a Jesús, porque sin Él no podemos ser buenos cristianos. Pero asimismo,“Jesús, como la vid con los sarmientos, nos necesita”. ¿En qué sentido? Responde el Santo Padre: “Necesita de nuestro testimonio”.
Ese es precisamente el fruto que debemos dar, como sarmientos. Anunciar al mundo la buena nueva del Reino con palabras y con obras es tarea de todos los cristianos, desde que Jesús ascendió al cielo junto a su Padre. Y es la unión con Cristo, principalmente en la oración, la que nos asegura “los dones del Espíritu Santo, y así podemos hacer el bien al prójimo y a la sociedad, a la Iglesia. Por sus frutos se reconoce el árbol. Una vida verdaderamente cristiana da testimonio de Cristo”.
Otras menciones del Santo Padre después del Regina Coeli han sido para la reciente beatificación en Venezuela del médico Jorge Gregorio Hernández, y para los cristianos ortodoxos y de las Iglesias orientales que hoy celebran la Pascua, de acuerdo con su tradición litúrgica.