Ha sido necesario casi medio siglo para que el Tribunal Supremo de los Estados Unidos revocara su sentencia Roe v. Wade, que declaró la existencia de un derecho constitucional al aborto.
Casi 50 años hasta alcanzar esta nueva sentencia, Dobbs v. Jackson Women’s Health Organization, una importante victoria en favor de los seres humanos no nacidos, que deja tras de sí algo más de sesenta millones de abortos.
Como se recordará, la nueva sentencia Dobbs tuvo ya su polémico preanuncio con la filtración a la prensa, hace unos meses (aún no ha podido determinarse quién filtró el borrador), y con la posterior reacción en contra y a favor de la opinión pública.
Dobbs es un hito jurídico de primer orden, con un valor simbólico innegable. Sin embargo, en realidad no significa que el aborto haya sido abolido en los Estados Unidos de América.
De hecho, la ley del estado de Mississippi de la que trae causa la sentencia no abolía el aborto, lo limitaba en los plazos y en las indicaciones: «Excepto en una emergencia médica o en el caso de una anormalidad fetal severa, una persona no realizará o inducirá intencionalmente un aborto de un ser humano nonato si se ha determinado que la edad gestacional probable del ser humano nonato es mayor de 15 semanas». Entonces, ¿dónde radica la importancia de esta nueva decisión? En muchas cosas, de las cuales selecciono ahora tres.
En primer lugar, en desenmascarar en mito (y la imprecisión jurídica) de que la Constitución de los Estados Unidos alberga un derecho al aborto. No existe tal. Ese pretendido derecho se construyó desde el activismo judicial, que convierte a los jueces en legisladores.
En segundo lugar, en remitir la cuestión a las cámaras legislativas de los cincuenta estados que componen los Estados Unidos. Aquí los esfuerzos pro-vida se multiplicarán en muy distintas versiones en cuanto a la limitación del aborto (ecografía previa, prohibición de aborto si late ya el corazón del bebé, sistemas de indicaciones, obligación de anestesiar al bebé antes de matarlo…) pero, sobre todo, permitirá impulsar normas de protección positiva (ayudas a las madres, centros de acompañamiento al embarazo…).
En tercer lugar, estos cincuenta años han significado la consagración paciente, constante, del movimiento pro-vida. Es movimiento ha supuesto, entre otras cosas, una corriente inter-religiosa transversal y ecuménica que ha reunido a gente de buena voluntad bajo la bandera de la causa común de la vida humana.
En fin, asistimos desde hoy al principio del fin del aborto en los Estados Unidos.