Los testimonios de una mamá rumana, del afgano Abdul, del polaco Yurek, del español Sebastián, del italiano Marco, de una familia francesa, entre otros, conmovieron al Papa en Asís (Italia). Algunos son huéspedes de la Casa Papa Francesco, un antiguo edificio de Montedison, convertido después en hotel, a pocos kilómetros de la Basílica y separado de ella por un antiguo horno.
Desde 1998 es un centro de acogida gestionado por voluntarios, y desde 2014 los franciscanos se hacen cargo, siguiendo el mandato del Papa que, en su primera visita a Asís el 4 de octubre de 2013, les pidió que continuaran la misión de San Francisco de acoger y ayudar a las personas necesitadas.
El Santo Padre dio las gracias a las personas que ofrecieron su testimonio, por su “valor y sinceridad”, y aludió en su discurso, a “los que tienen el cuerpo acá, y el corazón allá”, en referencia a los refugiados afganos que tiene allí a su familia o a parte de ella. Agradeció “la gran sensación de esperanza” que han transmitido, y les animó a “resistir”.
“¿Qué significa resistir?”, se preguntó. “Tener la fuerza para seguir adelante a pesar de todo. La resistencia no es una acción pasiva. Por el contrario, requiere el valor de emprender un nuevo camino, sabiendo que dará sus frutos. Resistir significa encontrar razones para no rendirse ante las dificultades, sabiendo que no los experimentamos solos, sino juntos, y que sólo juntos podemos superarlos. Resistiendo cada tentación de abandonar y caer en la soledad o la tristeza. Pidamos al Señor que nos ayude a encontrar siempre la serenidad y la alegría”.
“Aquí, en la Porciúncula, san Francisco nos enseña la alegría que supone mirar a los que nos rodean como un compañero de viaje que nos comprende y nos apoya, como nosotros lo hacemos con él o ella”, les dijo el Santo Padre. “Que este encuentro abra el corazón de todos nosotros para ponernos a disposición de los demás, para hacer de nuestra debilidad una fuerza que nos ayude a seguir en el camino de la vida, para transformar nuestra pobreza en riqueza a compartir, y así mejorar el mundo”.
Sebastián, Abdul…
El español Sebastián ofreció uno de los testimonios. Había caído en la droga, estuvo en prisión, y se quedó solo y sin empleo. Le atendió un párroco de Mora de Toledo, Santiago Conde, según evocó el propio Sebastián, mendigó para vivir, y ahora “soy mendigo de la misericordia de Dios”, dijo emocionado, tras haber sido acompañado a un Centro para personas sin hogar.
Abdul, que está en Italia con su esposa Salima, agradeció al gobierno italiano “que nos haya salvado. Aquí, en Foligno, estamos bien y agradecemos a Cáritas que nos ayude con los documentos. Gracias por la acogida, por la casa y por todo lo que necesitamos. Gracias a los operadores y a todo el personal de Cáritas que está a nuestro lado. Se lo agradecemos especialmente porque nos tratan como sus padres y nosotros como sus hijos. Estamos muy preocupados por una parte de nuestra familia que permanece en Afganistán y un hijo refugiado en Turquía y nos gustaría que nos ayudaras a salvarlos también”, señaló.
Yurek, recogido por el obispo de Asís
Monseñor Domenico Sorrentino, obispo de Asís, recogió a Yurek de la calle, literalmente. Polaco de 60 años, el obispo se lo encontró una noche de Navidad, tirado en el suelo, borracho, en el frío. “Trabajador incansable”, le describen los frailes de la casa de acogida, que también le ayudan a rehabilitarse de su adicción al alcohol: “Una hoja no puede caer al suelo cuando él ya la ha recogido”, dicen.
Yurek había llegado a Italia para trabajar, dejando a su mujer y sus dos hijas en Polonia, pero debido a una serie de circunstancias se encontró viviendo en la calle y pronto cayó en la espiral de la adicción. Mons. Sorrentino lo confió a los franciscanos hacia 2014, siendo uno de los primeros huéspedes de esta caridad, informa la agencia oficial vaticana. Yurek aún no sabe italiano, pero entrecierra los ojos azules cuando consigue entender algunas palabras que describen su historia o cuando la gente habla del Papa, del que es “muy devoto”.
“Asís no es una ciudad como las demás”
Tras los testimonios, el Papa Francisco comenzó su discurso hablando de san Francisco de Asís. “Si estamos hoy aquí es precisamente para aprender de lo que hizo san Francisco. Le gustaba pasar mucho tiempo en esta pequeña iglesia rezando. Se reunía aquí en silencio y escuchaba al Señor, lo que Dios quería de él. También nosotros también hemos venido aquí para esto: queremos pedir al Señor que escuche nuestro clamor y venga en nuestra ayuda. No olvidemos que la primera marginación que sufren los pobres es la espiritual”, señaló en su discurso el Santo Padre, que tuvo lugar en la Basílica de Santa María de los Ángeles.
“Por ejemplo, muchas personas y jóvenes encuentran tiempo para ayudar a los pobres y llevarles comida y bebidas calientes. Esto es muy bueno y doy gracias a Dios por su generosidad. Pero sobre todo, me alegra saber que estos voluntarios se quedan un rato para hablar con la gente, y a veces rezar con ellos. Incluso estar aquí, en la Porciúncula, nos recuerda la compañía del Señor, que nunca nos deja solos, siempre nos acompaña en cada momento de nuestra vida”, añadió el Papa en el Encuentro, organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Francisco dio gracias por “aceptar mi invitación a celebrar aquí en Asís, la ciudad de San Francisco, la quinta Jornada Mundial de los Pobres, que se celebra pasado mañana. Asís no es una ciudad como las demás: Asís lleva el rostro de San Francisco. Pensar que entre estas calles vivió su inquieta juventud, recibió la llamada a vivir el Evangelio al pie de la letra, es una lección fundamental para nosotros”.
“Por supuesto, en cierto modo su santidad nos hace temblar, porque parece imposible imitarle. Pero luego, cuando recordamos ciertos momentos de su vida, esos «fioretti» que se recogieron para mostrar la belleza de su vocación, nos sentimos atraídos por esta sencillez de corazón y de vida: es el atractivo mismo de Cristo, del Evangelio. Son hechos de la vida que merecen la pena más que los sermones”, manifestó.
Hay otro hecho importante”, señaló el Papa, completando la idea que acababa de expresar con la expresión de la acogida. “Aquí, en la Porciúncula, San Francisco acogió a Santa Clara, a los primeros frailes y a muchos pobres que acudieron a él. Con sencillez los recibió como hermanos y hermanas, compartiendo todo con ellos. Esta es la expresión más evangélica que estamos llamados a hacer nuestra: bienvenido. Acoger significa abrir la puerta, la de la casa y la del corazón, y dejar entrar a los que llaman. Y que se sientan a gusto, no asombrados”.
“Donde hay un verdadero sentido de la fraternidad”, continuó, “hay también una experiencia sincera de acogida. Donde, por otro lado, hay miedo al otro, donde hay miedo a los demás, desprecio por sus vidas, entonces nace el rechazo. La acogida genera un sentimiento de comunidad; el rechazo, por el contrario, bloquea por el contrario, se cierra en el propio egoísmo”.
El Papa recordó entonces a la “Madre Teresa, que hizo de su vida un servicio a la hospitalidad, le gustaba decir: «¿Cuál es la mejor bienvenida? Una sonrisa. Compartir una sonrisa con alguien necesitado es bueno para ambos, para mí y para el otro. La sonrisa como expresión de simpatía, de ternura”.
“Sensación de esperanza”
Previamente, el Romano Pontífice dio las gracias por los testimonios, “porque habéis venido aquí desde tantos países diferentes para vivir esta experiencia de encuentro y de fe. El encuentro es lo primero, es decir, ir hacia el otro con el corazón abierto y la mano tendida. Sabemos que cada uno de nosotros necesita al otro, e incluso la debilidad, si la experimentamos juntos, puede convertirse en una fuerza que mejore el mundo”.
“A menudo la presencia de los pobres se ve se ve con fastidio y se tolera; a veces oímos que ¡son los pobres los responsables de la pobreza! Es hora de que los pobres vuelvan a tener voz, porque durante demasiado tiempo sus demandas no han sido escuchadas, han pasado desapercibidos”, denunció Francisco.
El Papa reconoció “algunas cosas que me han gustado especialmente, que me gustaría resumir de alguna manera, para hacerlos aún más míos y que se instalen en mi corazón. En primer lugar, he captado una gran sensación de esperanza. La vida no siempre ha sido amable con vosotros, es más, a menudo os ha mostrado una cara cruel. La marginación, el sufrimiento de la enfermedad y la soledad, la falta de muchos medios necesarios, no os han impedido mirar con ojos llenos de gratitud por las pequeñas cosas que os han permitido resistir”.
Puestos de trabajo, no a la violencia
“Es hora”, clamó el Papa finalmente, “de arremangarse para recuperar la dignidad creando puestos de trabajo. Es hora de volver a indignarse ante la realidad de los niños que pasan hambre, son esclavizados, arrojados a esclavizados, zarandeados en aguas naufragadas, víctimas inocentes de todo tipo de violencia. Es hora de que la violencia contra las mujeres se detenga y de que se las respete y no se las trate como mercancías. Es hora de romper el círculo de la indiferencia y descubrir la belleza del encuentro y del diálogo”.
En algunos momentos, el Santo Padre improvisó, como suele tener por costumbre. Por ejemplo, elogió al cardenal Barbarin, o cuando recordó que “ésta es la enseñanza que nos da San Francisco: saber contentarse con lo poco que tenemos y compartirlo con los demás”. Los pobres asistentes a la Jornada fueron acogidos en un almuerzo por Mons. Sorrentino, obispo de Asís.
La V Jornada Mundial de los Pobres tiene lugar este domingo día 14 de noviembre, para la que el Santo Padre ha escrito el siguiente Mensaje. El Papa exhorta a “salir al encuentro de los pobres, allí donde estén”, sintetizan los obispos españoles, como pueden ver aquí.