Al final de la Misa del Jubileo de los enfermos y del mundo sanitario, el Papa Francisco ha dado la sorpresa, y ha salido a la Plaza de San Pedro en silla de ruedas, y para bendecir a los fieles. “¡Gracias a todos!”, ha dicho el Papa. “Buen domingo a todos, muchas gracias”.
Ante más de 20.000 peregrinos llegados a Roma para el Jubileo de los Enfermos y del mundo de la Sanidad, y convaleciente de su enfermedad en la casa Santa Marta, el Papa ha querido salir al altar mayor, compartir su testimonio y saludar a los enfermos y cuidadores que han acudido al jubileo.
El arzobispo Rino Fisichella, pro-prefecto de la Sección para las Cuestiones Fundamentales en el Dicasterio para la Evangelización, ha subrayado que el Papa Francisco “está particularmente cerca de nosotros”. Luego, antes de la lectura de la homilía del Papa, ha manifestado que el Pontífice comparte “la experiencia de la enfermedad, de sentirnos débiles, de depender de los demás para muchas cosas, de tener necesidad de apoyo”.
La escuela de la enfermedad
En su homilía, el Papa ha señalado que “no es siempre fácil, pero es una escuela en la que aprendemos cada día a amar y a dejarnos amar, sin pretender y sin rechazar, sin lamentar y sin desesperar, agradecidos a Dios y a los hermanos por el bien que recibimos, abandonados y confiados en lo que todavía está por venir”.
“Ciertamente”, ha añadido el Santo Padre,“la enfermedad es una de las pruebas más difíciles y duras de la vida, en la que percibimos nuestra fragilidad. Esta puede llegar a hacernos sentir como el pueblo en el exilio, o como la mujer del Evangelio, privados de esperanza en el futuro. Pero no es así”.
“Incluso en estos momentos, Dios no nos deja solos y, si nos abandonamos en Él, precisamente allí donde nuestras fuerzas decaen, podemos experimentar el consuelo de su presencia”. El Señor mismo, hecho hombre, «quiso compartir en todo nuestra debilidad», y por eso a Él “le podemos presentar y confiar nuestro dolor, seguros de encontrar compasión, cercanía y ternura”.
El testimonio de Benedicto XVI sobre el sufrimiento
Al concluir, el Papa ha recordado a su predecesor Benedicto XVI, “ que nos dio un hermoso testimonio de serenidad en el tiempo de su enfermedad”. Él escribió en su encíclica ‘Spe salvi’ que “la grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento” y que “una sociedad que no logra aceptar a los que sufren […] es una sociedad cruel e inhumana”. Porque “afrontar juntos el sufrimiento nos hace más humanos y compartir el dolor es una etapa importante de todo camino hacia la santidad”.
A los que sufren
En el texto preparado para el Ángelus, el Papa Francisco ha rogado que “en el día del Jubileo de los enfermos y del mundo de la sanidad, pido al Señor que este toque de su amor llegue a los que sufren y anime a los que cuidan de ellos. Y rezo por los médicos, las enfermeras y el personal sanitario, a quienes no siempre se ayuda a trabajar en condiciones adecuadas y a veces son incluso víctimas de agresiones”.
Por la paz
Al final, ha alentado a “rezar por la paz en la martirizada Ucrania, golpeada por ataques que causan muchas víctimas civiles, entre ellas muchos niños. Y lo mismo ocurre en Gaza, donde la gente se ve reducida a vivir en condiciones inimaginables, sin cobijo, sin comida, sin agua potable. Que callen las armas y se reanude el diálogo; que se libere a todos los rehenes y se rescate a la población”.
“Recemos por la paz en todo Oriente Medio; en Sudán y Sudán del Sur; en la República Democrática del Congo; en Myanmar, también duramente probada por el terremoto; y en Haití, donde hace estragos la violencia que hace unos días mató a dos religiosas. Que la Virgen María nos proteja e interceda por nosotros”, concluye el Papa.