Los preparativos del viaje apostólico del Papa Francisco a Eslovaquia estaban marcados por el tema de la seguridad sanitaria. En un primer momento, solo las personas con la doble pauta de la vacuna completada podrían asistir a los eventos. Estas indicaciones en un país donde se ha vacunado a solamente a algo más de un 40 % de la población provocó un gran desaliento. El 4 de septiembre, la Conferencia episcopal, después de haber negociado con el gobierno, anunció el cambio de las restricciones abriendo la posibilidad de inscribirse a los encuentros para las personas con un test PCR negativo o las personas que hayan superado el virus. A pesar de esta inicial dificultad, fueron muchos los que no se echaron atrás. Comenta Mária, una joven abogada de Bratislava: “He venido al encuentro con el Papa en Šaštín con la gente de mi parroquia. Quería venir, ya que se trata de una ocasión única para poder estar con el representante de Cristo en la tierra. Me dije: ‘Si el Papa quería estar con nosotros, yo también quiero seguramente encontrarme con él’”.
Un tesoro escondido en el corazón de Europa
Para muchos, Eslovaquia es otro país del Europa del este; sin embargo, los eslovacos se sienten totalmente centroeuropeos. En este sentido, el Papa se ganó a todo el mundo cuando habló de “un mensaje de paz en el corazón de Europa”. Es notable el hecho que el cambio del sistema comunista al democrático del año 1989 fue tan pacífico que se ganó el nombre de “revolución de terciopelo”. También la división de Checoslovaquia que dio lugar a República Checa y Eslovaquia el 1 de enero 1993 fue un ejemplo de un proceso político que atrajo la admiración de la comunidad internacional. Dice Vladimír, un joven ingeniero industrial de Bratislava: «Me llamó la atención que el Papa comentara lo pacífico que son los eslovacos y el hecho que los eslovacos pueden aportar mucho a la fraternidad entre los pueblos también gracias a su posición geográfica, estando en el centro del continente». El Papa jugó también un papel de mediador, celebrando la liturgia católica del rito griego. Eslovaquia no es solo el país cuya frontera del este marca los confines de la Unión Europea, sino que también señala de algún modo las fronteras del catolicismo. Las mayorías de los cristianos de los países que están al este de Eslovaquia confiesan la religión ortodoxa.
Amabilidad y contradicción
Sin embargo, a pesar de que el Papa aprecia la amabilidad y serenidad de los eslovacos, hace falta complementarla con algo de carácter. El Pontífice dijo en su homilía en Šaštín: «No olvidemos esto: la fe no puede reducirse al azúcar que endulza la vida. No se puede. Jesús es un signo de contradicción. […] Frente a Jesús no podemos permanecer tibios, no podemos permanecer indiferentes. […] No se trata de ser hostil al mundo, sino de ser «signos de contradicción» en el mundo. Cristianos que saben mostrar, con su vida, la belleza del Evangelio. Cristianos que son tejedores de diálogo allí donde las posiciones se vuelven rígidas; que hacen brillar la vida fraterna allí donde la sociedad está a menudo dividida y es hostil; que difunden la buena fragancia de la acogida y la solidaridad allí donde a menudo prevalecen el egoísmo personal y el egoísmo colectivo; que protegen y preservan la vida allí donde reina la lógica de la muerte».
El verdadero centro de la Iglesia
El Papa, usando la imagen del castillo de Bratislava que se alza sobre la capital de Eslovaquia, invitó en su encuentro con los sacerdotes y religiosos, a promover una Iglesia que no sea autorreferencial. Según el Pontífice, «la Iglesia no es una fortaleza, […] un castillo situado en lo alto que mira al mundo con distancia y suficiencia. […] Una Iglesia humilde que no se separa del mundo y no mira la vida con desapego, sino que habita en ella, es hermosa. Vivir en el interior, no lo olvidemos: compartir, caminar juntos, acoger las preguntas y las expectativas de la gente. […] Cuando la Iglesia se mira a sí misma, acaba como la mujer del Evangelio: encorvada, mirándose el ombligo (cf. Lc 13,10-13). El centro de la Iglesia no es ella misma. Alejémonos de la excesiva preocupación por nosotros mismos, por nuestras estructuras, por cómo nos mira la sociedad».
Formación en la libertad. Un riesgo. Un reto.
El Papa Francisco en el mismo encuentro planteó también el tema de la formación en la libertad. Según el Santo Padre, no se puede esperar que el pueblo que vivió décadas bajo el yugo comunista aprenda a usar la libertad de noche a mañana. Sin embargo, esto no es una excusa para pensar que «es mejor tener todo predefinido, leyes que cumplir, seguridad y uniformidad, que ser cristianos responsables y adultos, que piensen, cuestionen sus conciencias, se dejen cuestionar. Es el comienzo de la casuística, todo regulado… […] Queridos amigos, —dijo el Papa— no tengáis miedo de formar a las personas a una relación madura y libre con Dios. […] Tal vez esto nos dé la impresión de no poder controlar todo, de perder fuerza y autoridad; pero la Iglesia de Cristo no quiere dominar las conciencias y ocupar espacios, quiere ser una «fuente» de esperanza en la vida de las personas. Es un riesgo. Es un reto».
El mayor sueño de la vida
El Papa se encontró en Košice no sólo con la comunidad gitana de Luník IX, sino también con los jóvenes. El Papa no dudó en abordar un tema de mucha actualidad. Para invitar a la gente joven a vivir limpiamente la etapa del noviazgo, el Papa afirmó: «El amor es el mayor sueño de la vida, pero no es un sueño barato. Es hermoso, pero no es fácil, como todas las grandes cosas de la vida. […] se necesitan ojos nuevos, ojos que no se dejen engañar por las apariencias. Amigos, no trivialicemos el amor, porque el amor no es sólo emoción y sentimiento, si acaso esto es el principio. El amor no consiste en tenerlo todo a la vez, no responde a la lógica de lo desechable. El amor es fidelidad, don, responsabilidad. La verdadera originalidad hoy, la verdadera revolución, es rebelarse contra la cultura de lo temporal, es ir más allá del instinto, más allá del instante, es amar para toda la vida y con todo tu ser».
Todo lo que vale, cuesta
Ese mismo día, la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz el Papa amplió los horizontes de los jóvenes invitándoles a encenderse por unos ideales heroicos. «Todos tendréis en mente grandes historias, que habéis leído en novelas, visto en alguna película inolvidable, oído en algún cuento conmovedor. Si lo piensas, siempre hay dos ingredientes en las grandes historias: uno es el amor, el otro es la aventura, el heroísmo. Siempre van juntos. Para hacer grande la vida se necesitan ambas cosas: amor y heroísmo. Miremos a Jesús, miremos al Crucificado, ahí están las dos cosas: el amor sin límites y el valor de dar la vida hasta el final, sin mediocridad. […] Por favor, no hagamos que los días de la vida pasen como los episodios de una telenovela».
Las lenguas de la liturgia
San Cirilo y San Metodio, los apóstoles no solo de los eslovacos, pidieron con éxito al Papa Adriano II el permiso de celebrar la Santa Misa en el idioma eslavo. La visita del Papa Francisco a Eslovaquia tuvo como particularidad otro hecho semejante. Comenta Dominik, que estuvo en la Misa con el Papa en Šaštín: «Me llamó la atención que las plegarias de los fieles se leyeron en algún idioma desconocido para mí. Después de un rato me di cuenta de que era el romaní, la lengua de los gitanos». Se trata de la primera vez en la historia que una Papa introduce en la liturgia por él mismo celebrada este idioma.
A Vojtech, de Dolný Kubín, que también participó en la liturgia de Šaštín, destacó no sólo el romaní: «una cosa que me llamó especialmente la atención ha sido la liturgia, lo bien que estaba cuidada. La Misa ha sido en latín y las lecturas en eslovaco. Los cantos igual: algunos en latín, otros en eslovaco. Me ha parecido una mezcla perfecta. El coro y la orquesta sonaban de maravilla. Todo muy digno, muy elevado y muy bonito. Me encantó».
La historia se repite
El Papa cerró su visita apostólica a Eslovaquia rezando, como es costumbre, ante la imagen de la Virgen Salus Populi Romani en Santa Maria Maggiore, en la misma iglesia, donde los apóstoles de eslavos, San Cirilo y Metodio pidieron la aprobación de la lengua eslava para la liturgia.