Vaticano

«No nos extrañemos si Jesucristo nos pone en crisis»

El Papa Francisco ha comentado el Evangelio de hoy durante el rezo del Angelus en la plaza de San Pedro, animando a los fieles a dejarse provocar y convertir por las palabras de vida eterna de Jesucristo.

David Fernández Alonso·22 de agosto de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos
angelus Papa Francisco

Foto: ©2021 Catholic News Service / U.S. Conference of Catholic Bishops.

El Papa Francisco ha rezado el Angelus desde la plaza de San Pedro en el domingo de Santa María Reina. «El Evangelio de la liturgia de hoy», ha comenzado el Santo Padre, «nos muestra la reacción de la multitud y de los discípulos al discurso de Jesús después del milagro de los panes. Jesús nos ha invitado a interpretar ese signo y a creer en Él, que es el verdadero pan bajado del cielo, el pan de vida; y ha revelado que el pan que Él dará es su carne y su sangre».

El Papa se fija en la reacción de muchos discípulos, que le dejan a partir de ese momento. «Estas palabras suenan duras e incomprensibles a los oídos de la gente, tanto que, a partir de ese momento, muchos discípulos se vuelven atrás, es decir, dejan de seguir al Maestro (vv. 60.66). Jesús preguntó entonces a los Doce: «¿También vosotros queréis marcharos?». (v. 67), y Pedro, en nombre de todo el grupo, confirma la decisión de estar con Él: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (Jn 6,68-69)».

«Detengámonos brevemente en la actitud de quienes se retiran» animó Francisco, «se vuelven atrás y deciden no seguir más a Jesús ¿De dónde surge esta incredulidad? ¿Cuál es el motivo de este rechazo?»

«Las palabras de Jesús suscitan un gran escándalo. Nos está diciendo que Dios ha elegido manifestarse y realizar la salvación en la debilidad de la carne humana. La encarnación de Dios es lo que causa escándalo y lo que para esas personas, pero a menudo también para nosotros, representa un obstáculo. De hecho, Jesús afirma que el verdadero pan de salvación, el que transmite la vida eterna, es su propia carne; que para entrar en comunión con Dios, antes de observar las leyes o cumplir los preceptos religiosos, es necesario vivir una relación real y concreta con Él. Esto significa que no debemos buscar a Dios en sueños e imágenes de grandeza y poder, sino que debemos reconocerlo en la humanidad de Jesús y, en consecuencia, en la de los hermanos y hermanas que encontramos en el camino de la vida. Dios se hizo carne y sangre: se rebajó a ser hombre como nosotros, se humilló hasta cargar sobre sí nuestros sufrimientos y nuestro pecado, y, por tanto, nos pide que lo busquemos no fuera de la vida y de la historia, sino en la relación con Cristo y con los hermanos».

«Hoy», asegura el Papa «también la revelación de Dios en la humanidad de Jesús puede causar escándalo y no es fácil de aceptar. Esto es lo que san Pablo llama la «necedad» del Evangelio frente a quienes buscan los milagros o la sabiduría mundana (cf. 1 Co 1, 18-25). Y este «escándalo» está bien representado por el sacramento de la Eucaristía: ¿qué sentido puede tener, a los ojos del mundo, arrodillarse ante un pedazo de pan? ¿Por qué debemos comer este pan con asiduidad?»

«Ante el prodigioso gesto de Jesús que alimenta a miles de personas con cinco panes y dos peces, todos lo aclaman y quieren llevarlo en triunfo. Pero cuando Él mismo explica que ese gesto es signo de su sacrificio, es decir, del don de su vida, de su carne y de su sangre, y que quien quiera seguirlo debe asimilarlo a Él, debe asimilar su humanidad entregada por Dios y por los demás, entonces no, este Jesús ya no va bien. Queridos hermanos, no nos extrañemos si Jesucristo nos pone en crisis. Al contrario, preocupémonos si no nos pone en crisis, ¡porque quizás hayamos aguado su mensaje! Y pidamos la gracia de dejarnos provocar y convertir por sus «palabras de vida eterna». Que María Santísima, que llevó en su carne a su Hijo Jesús y se unió a su sacrificio, nos ayude a dar siempre testimonio de nuestra fe con la vida concreta».

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