El Papa ha dedicado sus últimas horas en Ulán Bator, la capital de Mongolia, a la inauguración y bendición de la Casa de la Misericordia, que “se propone como punto de referencia para un gran número de acciones caritativas; manos tendidas hacia los hermanos y hermanas que tienen dificultad para navegar en medio de los problemas de la vida”.
“Es una especie de puerto donde atracar, donde poder encontrar escucha y comprensión.”, ha manifestado el Papa Francisco en su visita al centro, que ha inaugurado y bendecido esta mañana.
A continuación, el Papa se ha trasladado en automóvil al aeropuerto internacional Chinggis Khaan de Ulán Bator para la ceremonia de despedida de Mongolia, y ha tomado el avión rumbo a Roma.
En la Casa de Misericordia, el Papa mantuvo un encuentro con los operarios de la caridad, presididos por el prefecto apostólico de Ulán Bator, cardenal Giorgio Marengo, misionero de la Consolata, al que el Santo Padre dedicó numerosas muestras de afecto durante el viaje.
La bienvenida en el nuevo centro correspondió al director de la Casa de Misericordia, P. Andrew Tran Le Phuong, S.D.B. Tras referirse a la atención a las personas necesitadas, el director añadió: “En la Casa de Misericordia buscamos interconexión con todos aquellos que comparten los valores de la compasión amorosa y la responsabilidad social compartida, en un espíritu de sinodalidad. Haciéndonos eco de lo que Su Santidad ha manifestado en varias ocasiones, nos gustaría estar del lado de los que no tienen derecho a hablar o no son escuchados”.
Expusieron también sus testimonios la hermana Veronica Kim, de las Hermanas de San Pablo de Chartres, que actualmente lleva a cabo su servicio en la Clínica Santa María de Mongolia, y otra mujer, Naidansuren Otgongerel, séptima de una familia de ocho hermanos. que habló en nombre de las personas con discapacidad, y que comenzó su camino de fe con la ayuda de los misioneros de la Consolata.
Al final del encuentro, tras el rezo del Ave María, la bendición y el canto final, el Santo Padre ha bendecido la placa que dará nombre al centro benéfico.
Casa de la Misericordia: esto define la Iglesia
En su discurso en la Casa de Misericordia, el Papa comenzó diciendo que desde sus orígenes, la Iglesia “demostró con obras que la dimensión caritativa fundamenta su identidad. Pienso en los relatos de los Hechos de los Apóstoles, en las numerosas iniciativas adoptadas por la primera comunidad cristiana para realizar las palabras de Jesús, dando vida a una Iglesia construida sobre cuatro columnas: la comunión, la liturgia, el servicio y el testimonio. Es maravilloso ver que, después de tantos siglos, el mismo espíritu impregna la Iglesia en Mongolia”.
Más adelante, recordó que “desde que los primeros misioneros llegaron a Ulán Bator en los años noventa, sintieron inmediatamente la llamada a la caridad, que los llevó a hacerse cargo de la infancia desamparada, de los hermanos y hermanas sin hogar, de los enfermos, de las personas con discapacidades, de los presos y de quienes, en su situación de sufrimiento, pedían ser acogidos”.
Después, añadió que “me gusta mucho el nombre que han querido darle: Casa de la Misericordia. En estas dos palabras está la definición de la Iglesia, que está llamada a ser hogar acogedor donde todos pueden experimentar un amor superior, que mueve y conmueve el corazón; el amor tierno y providente del Padre, que nos quiere en su casa como hermanos y hermanas”.
El verdadero progreso de las naciones
Tras manifestar la importancia del voluntariado para que esta tarea se lleve a cabo, el Papa Francisco reiteró una idea de fondo: “El verdadero progreso de las naciones, en efecto, no se mide en base a la riqueza económica ni mucho menos a los que invierten en la ilusoria potencia de los armamentos, sino a la capacidad de hacerse cargo de la salud, la educación y el crecimiento integral de la gente. Quisiera, por tanto, animar a todos los ciudadanos mongoles, conocidos por su magnanimidad y capacidad de abnegación, a comprometerse en el voluntariado, poniéndose a disposición de los demás”.
Sale al paso de tres mitos
Por último, dijo el Papa, “quisiera refutar algunos ‘mitos’. En primer lugar, aquel por el cual sólo las personas pudientes pueden comprometerse en el voluntariado. La realidad dice lo contrario: no es necesario ser ricos para hacer el bien, es más, casi siempre son las personas comunes las que dedican tiempo, conocimientos y corazón para ocuparse de los demás”.
“Un segundo mito que se debe desmontar es aquel por el cual la Iglesia católica, que se distingue en el mundo por su gran compromiso en obras de promoción social, hace todo esto por proselitismo, como si ocuparse de los otros fuera una forma de convencerlos y ponerlos ‘de su lado’. No, los cristianos reconocen a quienes pasan necesidad y hacen lo posible para aliviar sus sufrimientos porque allí ven a Jesús, el Hijo de Dios, y en Él la dignidad de toda persona, llamada a ser hijo o hija de Dios”.
“Me gusta imaginar esta Casa de la Misericordia”, añadió el Papa, “como el lugar donde personas de ‘credos’ diferentes, y también no creyentes, unen los propios esfuerzos a los de los católicos locales para socorrer con compasión a tantos hermanos y hermanas en humanidad”.
Iniciativas benéficas, no empresas
Por último, “un tercer mito a desenmascarar es aquel según el cual lo que cuenta serían sólo los medios económicos, como si el único modo para hacerse cargo de los demás fuera la contratación de personal asalariado y el equipamiento de grandes estructuras”, agregó Francisco,
“Ciertamente, la caridad requiere profesionalidad, pero las iniciativas benéficas no deben convertirse en empresas, sino conservar la frescura de las obras de caridad, donde quien pasa necesidad encuentre personas capaces de escucha y de compasión, más allá de cualquier tipo de retribución”.
Terminó el Papa relatando un episodio de santa Teresa de Calcuta. “Parece ser que una vez un periodista, mirándola inclinarse sobre la herida maloliente de un enfermo, le dijo: ‘Lo que ustedes hacen es hermosísimo, pero personalmente no lo haría ni por un millón de dólares’. La Madre Teresa sonrió y le respondió: “Tampoco yo lo haría por un millón de dólares; ¡lo hago por amor a Dios!”.
Pido que este estilo de gratuidad sea el valor agregado de la Casa de la Misericordia”, y agradeció “el bien que han hecho y que harán”. Y como hace siempre, pidió oraciones por el Papa.
Días de oración y fraternidad
Quedan atrás cuatro días intensos de reflexión, oración y fraternidad sentida, en los que el Papa se reunió en primer lugar con las autoridades en la sala “Ikh Mongol” del Palacio de Gobierno, y les señaló que venía como «peregrino de la amistad», llegando de puntillas y con el corazón alegre, deseoso de enriquecerme humanamente con vuestra presencia”.
Por la tarde, tras ese primer día de descanso, el Santo Padre se reunió con los obispos, sacerdotes y religiosos de esta pequeña comunidad católica con apenas mil quinientos bautizados, en los que puso el acento en la relación personal con el Señor, necesaria para llevar adelante la misión y la entrega a los hermanos.
El domingo, Francisco mantuvo un Encuentro ecuménico e interreligioso con líderes de diversas confesiones, en el que subrayó la primacía del amor sobre la riqueza o el poder, y por la tarde celebró la Eucaristia para los católicos mongoles, a la que pudieron acudir algunas decenas de católicos chinos.
La sorpresa de los prelados chinos
Al concluir la santa Misa en el pabellón ‘Steppe Arena’ surgió la sorpresa, cuando aparecieron de la mano del Papa Francisco el cardenal Jhon Tong. obispo emérito de Hong-Kong, y el actual obispo, Stephen Chow Sau-yan, jesuita, que recibirá el capelo cardenalicio a final de mes, y que explicó que había llegado con unas decenas de personas. En las últimas horas se había divulgado que el régimen chino habría prohibido el desplazamiento de cualquier obispo continental y el veto, por tanto, sería extensible a cualquier fiel católico que quisiera cruzar la frontera.
El Papa aprovechó para enviar “un caluroso saludo al noble pueblo chino”. “A los católicos chinos les pido que sean buenos cristianos y buenos ciudadanos”, añadió Francisco, como señaló en el telegrama de saludo al presidente Xi Jinping al sobrevolar el cielo chino camino a Mongolia.