La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores se ha convertido en uno de los eventos que lleva la inconfundible firma del papa argentino. Y es que fue el propio papa Francisco quien quiso, el año pasado, establecer un día dedicado exclusivamente a los abuelos y a las personas mayores. Está previsto que la Jornada se celebre cada año el cuarto domingo de julio, en torno a la fiesta de los Santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesús.
Este año tendrá lugar este domingo 24 de julio con la celebración de una eucaristía en San Pedro por el Card. De Donatis, Vicario General para la diócesis de Roma. Ese mismo día, el Papa inicia un viaje apostólico a Canadá, durante el cual tiene previsto visitar el Santuario de Santa Ana y reunirse con jóvenes y ancianos en una escuela primaria de Iqaluit.
“Por favor, no los dejen solos” es una de las frases que más ha repetido el Pontífice refiriéndose al cuidado y atención de las personas mayores y la institución de la Jornada es signo de que le preocupa este tema. No en vano ha querido dedicar buena parte de las audiencias de los miércoles a hablar de la etapa de la ancianidad y de la riqueza que suponen las personas mayores para las familias y para la sociedad.
“En la vejez seguirán dando fruto”, es el lema escogido para promover el diálogo entre los ancianos y los jóvenes: “Es importante que los abuelos se encuentren con sus nietos y que los nietos se encuentren con sus abuelos, porque –como dice el profeta Joel- los abuelos soñarán frente a sus nietos, tendrán ilusiones (grandes deseos), y los jóvenes, tomando fuerzas de sus abuelos, irán adelante, profetizarán”.
Además del evento del próximo domingo, este mes de julio los cristianos rezan también especialmente por los ancianos; la intención de oración que Francisco confía a toda la Iglesia en este mes, a través de la Red Mundial de Oración del Papa, es precisamente la de rezar por los ancianos.
En el vídeo mensaje, el Papa reflexiona sobre esa etapa de la vida: “La ancianidad, en efecto, no es una etapa fácil de comprender, tampoco para nosotros que ya la estamos viviendo. A pesar de que llega después de un largo camino, ninguno nos ha preparado para afrontarla, y casi parece que nos tomara por sorpresa.” El Papa hace un llamamiento a los ancianos a seguir aportando todo lo que pueden dar porque las personas mayores tienen “una sensibilidad especial para el cuidado, para la reflexión y el afecto” y les invita a ser Somos, o podemos llegar a ser protagonistas de una “revolución de la ternura”.
“La ancianidad a muchos les da miedo” -empieza diciendo el Papa en el mensaje elaborado para el evento- “La consideran una especie de enfermedad con la que es mejor no entrar en contacto. Los ancianos no nos conciernen —piensan— y es mejor que estén lo más lejos posible, quizá juntos entre ellos, en instalaciones donde los cuiden y que nos eviten tener que hacernos cargo de sus preocupaciones.” El papa Francisco quiere ser cercano a todos los ancianos y lo hace hablándoles de tú a tú, mostrándose anciano también él: “Y nosotros, los abuelos y los ancianos, tenemos una gran responsabilidad: enseñar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a ver a los demás con la misma comprensión y la misma mirada tierna que dirigimos a nuestros nietos. Hemos afinado nuestra humanidad al ocuparnos del prójimo y hoy podemos ser maestros de un modo de vivir pacífico y atento a los más débiles».
“Los ancianos -sigue diciendo el Papa- ayudan a percibir «la continuidad de las generaciones», con «el carisma de servir de puente». Muchas veces son los abuelos quienes aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos, y «muchas personas pueden reconocer que deben precisamente a sus abuelos la iniciación a la vida cristiana».
Con estas palabras, el Papa quiere hacernos entender que la construcción de un mundo mejor pasa -también- por revalorizar la figura de nuestros mayores, yendo a “contracorriente respecto a lo que el mundo piensa de esta edad de la vida”, animando al mismo tiempo a las personas mayores a no mantener una actitud resignada”, “con poca esperanza y sin aguardar ya nada del futuro.”
Una Iglesia cerca de los ancianos
El Papa también ha abordado este tema con mayor profundidad en otros mensajes y en documentos papales, como la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia: “La Iglesia no puede y no quiere conformarse con una mentalidad de intolerancia, y mucho menos de indiferencia y desprecio, respecto a la vejez. Debemos despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de hospitalidad, que hagan sentir al anciano parte viva de su comunidad.” En esta línea, la Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores, quiere ser una llamada a todas las familias, y a la sociedad en su conjunto, a devolver a los ancianos todo el valor que tienen y a tratarlos como se merecen al mismo tiempo que invita a éstos a “seguir dando fruto”.
Y es que, en una sociedad donde únicamente se valora lo que produce un beneficio instantáneo, los abuelos y las personas mayores se encuentran cada vez más solas y dejadas de lado, a veces incluso, por sus mismas familias. La tantas veces mencionada por el Papa “cultura del descarte” se refiere también a ésto; la atención y el cuidado de las personas mayores no tiene ese beneficio a corto plazo y atender sus necesidades cotidianas resulta cansado y repetitivo y supone incluso muchas veces una carga más en el día a día de las familias. Sin embargo, como dice el Papa en la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia: “Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada pero una familia que recuerda es una familia con porvenir.”
La Jornada
En este segundo año en que se celebra la Jornada dedicada a los abuelos y ancianos, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida sugiere dos maneras de participar: celebrar la eucaristía o visitar a mayores solos.
El mismo Dicasterio ha puesto a disposición de las distintas diócesis una serie de materiales y sugerencias pastorales y litúrgicas, disponibles en la página web del Dicasterio. Entre las recomendaciones que se hacen, destaca la de visitar o acompañar a las personas mayores que están solas.
De hecho, la Iglesia concede la facultad de obtener la indulgencia plenaria en las condiciones habituales: confesión sacramental, comunión eucarística y rezar por las intenciones del Sumo Pontífice. La podrán recibir los abuelos, los ancianos y los fieles que participen en la misa del 24 de julio en la Basílica de San Pedro o en las diversas celebraciones que tendrán lugar en todo el mundo. La indulgencia podrá aplicarse también como sufragio a las almas del purgatorio.
Además, se concederá la misma Indulgencia Plenaria a los ancianos enfermos y a todos aquellos que, «imposibilitados para salir de su casa por un motivo grave, se unan espiritualmente a las sagradas celebraciones de la Jornada Mundial, ofreciendo a Dios Misericordioso sus oraciones, dolores y sufrimientos de la propia vida, especialmente mientras se difunden por los medios de comunicación las palabras del Pontífice y las diversas celebraciones».
La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es también el punto de partida para elaborar una pastoral específica que llegue de manera efectiva a esta parte de la sociedad que, como dice el Papa, atraviesa la fase más solitaria de la vida y que muchas veces no saben bien cómo vivirla porque “existen muchos proyectos de asistencia” a los mayores pero “pocos proyectos de existencia”.
El Cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, a propósito de la organización del evento del domingo señaló que, con la Jornada, el Santo Padre nos “invita a tomar conciencia de la relevancia de los ancianos en la vida de las sociedades y de nuestras comunidades, y a hacerlo de forma no episódica, sino estructural, y la Jornada ayuda a poner las bases para una pastoral ordinaria de esta época de la vida.”