En el Encuentro mundial de 2018 celebrado en tierras de Irlanda, el Santo Padre alentó a los esposos a realizar “apuestas fuertes, para toda la vida”, y pidió a las familias que sean “un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo”, a través de “pequeños gestos cotidianos de bondad”. El próximo encuentro será en Roma en 2021.
Texto – Giovanni Tridente, Roma
Un congreso, un festival, varias citas con la participación del Papa Francisco, decenas de miles de parejas de esposos de varios países, con sus hijos: la familia y su alegría para la Iglesia y para el mundo han vuelto a ser actualidad en las últimas semanas, gracias al Encuentro mundial de las familias 2018 que ha tenido lugar en Dublín. Ha servido como hilo conductor del evento la entera exhortación Amoris laetitia, estudiada en todos sus aspectos en las reflexiones comunes, con relatores de varias proveniencias, laboratorios, seminarios, testimonios y debates.
Había gran expectación, obviamente, por las palabras del Papa Francisco, habida cuenta de la especificidad del país que acogía la iniciativa, que un Pontífice ha visitado por primera vez después de casi cuarenta años (san Juan Pablo II había visitado Galway en 1979) y todavía sacudido por el gran drama de los abusos, que en los últimos años ha debilitado con fuerza la credibilidad de la Iglesia irlandesa y de sus ministros. Por eso precisamente estos temas han acompañado muchas de las intervenciones del Santo Padre y han catalizado, como era obvio, la atención de los medios mundiales de comunicación.
Pero en el centro del Encuentro debían estar, y efectivamente han estado, las familias. Y las palabras del Papa han sido inequívocas, resaltando sin medios términos la importancia de la primera célula de la sociedad y la belleza de testimoniar al mundo compromiso duraderos, que pueden incluso ayudar a superar conflictos y contradicciones de nuestro mundo desilusionado. Ha hecho también referencias a la indisolubilidad del matrimonio y contra el aborto.
Testimonio profético
La primera cita pública del Papa Francisco, una vez aterrizado en tierra de Irlanda, ha sido con las autoridades y la sociedad civil. En esa ocasión ha destacado la iniciativa del Encuentro mundial de Dublín como “testimonio profético” y a la familia como “aglutinante de la sociedad”, cuyo bien ha de ser “promovido y custodiado con todos los medios oportunos”.
Ante las sacudidas sociales y políticas el Papa ha recordado la necesidad de recuperar “el sentido de ser una verdadera familia de pueblos”, sin perder jamás la esperanza; al contrario, perseverando con valentía “en el imperativo moral de ser constructores de paz, reconciliadores y protectores los unos de los otros”. Un planteamiento que requiere constante conversión y atención a los últimos, y entre ellos a los pobres, pero también a los “los miembros más indefensos de la familia humana, incluso de los no nacidos, privados del derecho a la vida”.
Matrimonio único e indisoluble
De fecundidad, unicidad e indisolubilidad del matrimonio ha hablado el Papa en el diálogo que ha mantenido en la pro-catedral de Santa María, en Dublín, con parejas de esposos jóvenes y de novios, donde ha resaltado la importancia del signo sacramental, que protege a los contrayentes y los sostiene en el curso de la vida “en el recíproco don de sí, en la fidelidad y en la unidad indisoluble”. Y aquí la exhortación: “Haced apuestas fuertes, para toda la vida. ¡Arriesgad!”, porque el matrimonio “es un riesgo que vale la pena. Para toda la vida, porque el amor es así”.
El Papa acababa de escuchar los testimonios de unos esposos que celebraban 50 años de matrimonio y los de otras dos parejas más jóvenes, invitando a superar la cultura de lo provisional que no favorece decisiones “para toda la vida”, y ha recordado que “Dios tiene un sueño para nosotros y nos pide que lo hagamos nuestro”: “¡Soñad a lo grande! ¡Atesoradlo y soñadlo juntos de nuevo cada día!”.
Francisco ha señalado también la importancia de transmitir la fe a los hijos, y que “el primer y más importante lugar para transmitir la fe es la casa”, donde por medio de un típico “dialecto”, se aprende el “significado de la fidelidad, de la honradez y del sacrificio”. Luego ha regresado a la importancia de la oración en familia y a la necesidad de una “revolución de la ternura” para dar vida a “una generación más premurosa, amable, rica en fe, para la renovación de la Iglesia y de toda la sociedad irlandesa”.
Cada uno de vosotros es Jesucristo
“Cada uno de vosotros es Jesucristo. Gracias por la confianza que nos dais”: con estas palabras el Papa Francisco se ha dirigido a las familias de los sintecho que se hospedan en el Centro de acogida dirigido por los Padres Capuchinos en la capital irlandesa, que ha visitado el primer día. “Vosotros sois la Iglesia, sois el pueblo de Dios. Jesús está con vosotros”, ha añadido después, tras haber remarcado la importancia de la obra de apostolado que sacan adelante los religiosos franciscanos.
Un faro que irradia alegría en el mondo
“Qué bien se está aquí. Es hermoso celebrar, porque nos hace más humanos y más cristianos”. Así comenzó el Santo Padre en la colorida fiesta de las familias celebrada la tarde del 25 de agosto en el Croke Park Stadium, donde varios matrimonios han expuesto sus experiencias en los momentos más intensos y exigentes de su vida familiar.
¿Qué espera la Iglesia de las familias? Lo que Dios desea, ha dicho Francisco, a saber, que sea “un faro que irradie la alegría de su amor en el mundo”, a través de los pequeños gestos cotidianos de bondad, característica de aquella santidad “de la puerta de al lado” que ya había planteado en su última exhortación Gaudete et exsultate.
Refiriéndose después a los testimonios escuchados, Francisco ha recordado que el perdón es “un regalo especial de Dios que cura nuestras heridas y nos acerca a los demás y a él”, mientras el amor y la fe en familia pueden ser “fuentes de fortaleza y paz incluso en medio de la violencia y la destrucción causada por la guerra y la persecución”. “Es hermoso tener diez hijos. Gracias”, ha añadido el Papa, conmovido por el testimonio de Mary y Damian, lleno “de amor y de fe”, capaz de trasformar “completamente vuestra vida”. En el centro del discurso del Papa estuvieron también los ancianos -los abuelos- y la necesidad de valorarlos siempre, porque “de ellos recibimos la identidad, los valores y la fe”. Entre otras cosas, si eso falta “la alianza entre generaciones terminará careciendo de lo que realmente importa, el amor”.
Baluartes de fe y de esperanza
En la explanada del santuario de Knock, muy querido por el pueblo irlandés, Francisco ha hablado de la importancia del Rosario, invitando a continuar con esta tradición y rezando a la Santísima Virgen –que es Madre– para que las familias sean “baluartes de fe y de bondad” ante un mundo que querría disminuir la dignidad del hombre. En la Misa de clausura en el Phoenix Park, en cambio, el Papa ha vuelto sobre la necesidad y sobre la llamada de la Iglesia en su conjunto “a ‘salir’ para llevar las palabras de vida eterna a las periferias del mundo”.
Antes de despedirse de Irlanda, el Papa se ha reunido finalmente con los obispos del país en el convento de las Hermanas Dominicas, animándolos “en estos momentos de desafío” a perseverar en su ministerio como “heraldos del Evangelio y pastores del rebaño de Cristo” y subrayando que el Encuentro mundial apenas celebrado ha mostrado mayor conciencia por parte de las familias “de su papel irremplazable en la transmisión de la fe”. Un proceso que los obispos están llamados a acompañar, impulsando hacia “una cultura de la fe y de un sentido de discipulado misionero”.