Al cumplirse 700 años de la muerte del gran poeta Dante Alighieri, autor de la famosa Divina Comedia, en el día en que la Iglesia celebra la solemnidad de la Anunciación del Señor, el Papa Francisco ha firmado una nueva Carta Apostólica en la que reflexiona sobre la vigencia y relevancia para la humanidad actual del legado cultural y espiritual que dejó el escritor florentino.
Se titula Candor Lucis aeternae (Resplandor de la Luz eterna) precisamente en referencia a la encarnación del Verbo eterno de Dios en el seno de la Virgen María y en homenaje al poeta italiano que con su obra supo expresar «mejor que tantos otros», «la profundidad del misterio de Dios y del amor».
En una decena de páginas, el Papa Francisco repasa el mensaje de esperanza, el papel de la misericordia, el camino de la libertad, el misterio de la Trinidad, la autoridad de la mujer y la unicidad de cada criatura que se desprenden de la obra del poeta, tal y como se han transmitido hasta nuestros días, incluyendo la necesidad de ser redescubiertos y potenciados.
Se entiende muy bien, recorriendo la Carta Apostólica, que se trata de un autor muy apreciado y no es secundario que el Papa Francisco lo califique desde las primeras palabras como «profeta de la esperanza», de hecho, con mayor razón por los dramáticos acontecimientos que le tocó vivir y respecto a los cuales nunca se resignó ni cedió ante la injusticia, la hipocresía, la soberbia o el egoísmo.
Tesoro cultural y moral
Sin embargo, más allá del aspecto biográfico, lo importante para el Papa Francisco es que el acceso a toda la obra de Dante sirva de estímulo para que nosotros, la humanidad de hoy, realicemos el «itinerario de la vida y de la fe de manera consciente», acogiendo todo ese tesoro cultural, religioso y moral que él transmitió.
Un patrimonio que antes que nada -leído, comentado, estudiado, analizado- debe ser «escuchado» e «imitado», escribe el Papa Francisco, para poder satisfacer plenamente «nuestra humanidad, dejando atrás las selvas oscuras donde perdemos la orientación y la dignidad.»
¿Y cuál sería la herencia que el autor de La Divina Comedia dejó a la humanidad, ahora con siete siglos de antigüedad?
En las raíces de Europa
Según el Papa Francisco, la obra de Dante es ante todo «parte integrante de nuestra cultura, nos remite a las raíces cristianas de Europa y de Occidente». Se trata, por tanto, de una riqueza de ideales y valores que aún hoy la propia Iglesia y las sociedades civiles «proponen como base de la convivencia humana, en la que todos podemos y debemos reconocernos como hermanos».
Dante -escribe el Santo Padre- «sabe leer en profundidad el corazón humano y en todos, incluso en las figuras más abyectas e inquietantes, sabe descubrir el deseo de alcanzar una cierta felicidad, una plenitud de vida». Es un proceso que surge en primer lugar de forma autobiográfica, que luego se extiende a cualquier otra persona que tenga el deseo de encontrar «la verdad, la respuesta a los porqués de la existencia».
Libertad y misericordia
Otro aspecto a destacar en la obra del poeta florentino es el de la libertad, fundamentalmente ligada también a la misericordia divina, como condición «tanto de las opciones de vida como de la misma fe». El hombre es en esencia su libertad, e incluso esos gestos aparentemente insignificantes de la vida cotidiana «tienen un alcance que va más allá del tiempo», proyectado en la dimensión eterna.
El Papa Francisco destaca entonces el contenido de «divinización» presente en la Divina Comedia, la centralidad del misterio de la Encarnación que resulta estar en el centro y núcleo esencial de todo el poema. En el relato de Dante, en definitiva, «la humanidad, en su realidad concreta, con los gestos y las palabras cotidianas, con su inteligencia y sus afectos, con el cuerpo y las emociones, es elevada a Dios», donde encuentra su plena y última realización, «meta de todo su camino».
Las mujeres como guías
En Candor Lucis Aeternae el Papa Francisco también destaca la centralidad del papel de las mujeres en la Comedia: María, Beatriz y Lucía. Una presencia femenina significativa, que realiza una labor de intercesión y guía: «María, la Madre de Dios, figura de la caridad; Beatriz, símbolo de la esperanza y santa Lucía, imagen de la fe». Confirmando que es el amor el que sostiene en el camino de la vida y conduce a la salvación, a la renovación de la vida y por tanto a la felicidad.
Por último, hay una referencia al Santo de Asís cuyo nombre lleva el Papa, elegido como figura entre los muchos santos que en la trayectoria de Dante alcanzaron la plenitud de su vida y vocación. Con San Francisco -escribe el Pontífice- Dante hace gala de una «profunda sintonía», de salir del propio espacio y de las propias «costumbres» para llegar al pueblo, el primero yendo entre la gente y predicando en las aldeas, el segundo utilizando el lenguaje del pueblo -el vulgar-. Sin contar con «la apertura a la belleza y el valor del mundo de las criaturas» que ambos han favorecido siempre.
Dar contenido a los mensajes de libertad
A propósito de la belleza, la Carta Apostólica concluye con una invitación explícita a los artistas «para que den voz, rostro y corazón, que otorguen forma, color y sonido a la poesía de Dante» para que logren comunicar, como él, las verdades más profundas del hombre, difundiendo «mensajes de paz, libertad y fraternidad».
Una llamada que se hace aún más urgente en el particular momento histórico que vive la humanidad, marcado por muchas sombras y situaciones que la degradan, carente de confianza y perspectivas de futuro. A través de Dante, por tanto, «profeta de esperanza y testigo del deseo humano de felicidad», podemos obtener una ayuda real para seguir avanzando «con serenidad y valentía en la peregrinación de la vida y de la fe», alegres y en paz.