San Millán nació en Berceo (actualmente, una localidad de La Rioja) en el año 473 d. C. En aquella época, en la Península Ibérica, ya cristianizada, convivían los hispanorromanos y los recién llegados visigodos. Reinaba por aquel entonces Eurico, aunque la larga vida de san Millán abarcó 10 reinados, ya que vivió 101 años, del 473 al 574.
Pastor en Berceo
De familia hispanorromana y campesina, fue pastor hasta los 20 años. A partir de entonces, decide abrazar la vida religiosa y deja Berceo para instruirse con el anacoreta san Felices de Bilibio. Posteriormente, se hace ermitaño y regresa a su región natal, retirándose a unas cuevas que se encuentran ahora situadas en el pueblo de San Millán de la Cogolla (población que entonces no existía y que se formó debido a que mucha gente fue a asentarse allí por el santo).
San Millán, ermitaño
Con fama de santidad debido a sus milagros, pronto tuvo seguidores que formaron una comunidad en las cuevas cercanas, tanto hombres como mujeres, por ejemplo san Citonato, san Sofronio, santa Oria (Gonzalo de Berceo escribió el poema “Vida de Santa Oria”) y santa Potamia, que actualmente da nombre a una de las calles del pueblo.
A causa del aumento de seguidores, se construyó junto a las cuevas una iglesia visigoda, en la que posteriormente se hizo una ampliación en época mozárabe. Esta iglesia estaba policromada, pero en el año 1002 Almanzor le prendió fuego y hoy en día solo se conserva algún pequeño resto de esa decoración. De la iglesia originaria, se puede ver aún un altar visigodo del siglo VI, el más antiguo que se conserva en la Península y en gran parte de Occidente.
Primeros vestigios del español
El actual Monasterio de Suso, en San Millán de la Cogolla, está construido en las cuevas en las que vivió san Millán. Habitado por monjes muy cultos, allí se escribieron las famosas Glosas Emilianenses, el primer testimonio escrito que se conserva de la lengua española, unas aclaraciones al texto latino que un anónimo monje copista anotó en romance en el margen derecho del códice. También aparecen en estas glosas algunas palabras en vascuence.
A su muerte en el año 574, san Millán fue enterrado en Suso, y sus restos permanecieron allí hasta el año 1053, cuando el rey don García decidió trasladarlo a la recién fundada Santa María La Real de Nájera. Sin embargo, según cuenta la tradición, los bueyes que transportaban el carro mortuorio se tumbaron cuando llegaron al valle, y no hubo forma de hacerles avanzar. Esto fue interpretado por el rey como una señal de que el cuerpo del santo no debía salir del valle, y se construyó el Monasterio de Yuso, donde hasta hoy se conservan los restos de san Millán. Ambos monasterios están declarados Patrimonio de la Humanidad.
Debido al traslado, en el Monasterio de Suso se hizo un cenotafio conmemorativo de alabastro negro en el siglo XII, en el que están representadas varias figuras, entre ellas san Braulio, obispo de Zaragoza y primer biógrafo de san Millán.
Gonzalo de Berceo
El Monasterio de Suso se convirtió en un importante centro cultural. En el siglo XII, un niño llamado Gonzalo, nacido, como san Millán, en Berceo, fue allí a instruirse. Este sería Gonzalo de Berceo, el primer poeta de nombre conocido que escribió sus obras en romance en vez de en latín. Por eso a este lugar se le conoce como la “cuna” de la lengua española.
En Suso descansan también los restos (exceptuando las cabezas) de los Siete Infantes de Lara, junto con las de su ayo, don Nuño.
También se conserva la llamada “Cueva de Cuaresma”, a la que san Millán se retiraba durante la cuaresma para ayunar y hacer penitencia. En ella actualmente se pueden ver también tumbas de nobles que querían estar enterrados cerca del santo. En otro espacio del pequeño monasterio se custodian huesos de peregrinos de antaño que se han ido encontrando en el valle.
Suso y Yuso
Hoy en día el Monasterio de Suso no alberga a monjes ni eremitas: el pequeño edificio ha quedado en lo alto del monte como una reliquia arquitectónica, histórica, cultural y religiosa. Sin embargo, en el monasterio de Yuso vive todavía una comunidad de monjes agustinos que conservan el culto religioso del lugar.