Hoy, primer domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta a Jesús tentado en el desierto, recoge san Marcos. El texto dice: “Permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás”, y sobre esta lectura ha meditado Francisco esta mañana en el Ángelus.
“También nosotros en Cuaresma estamos invitados a “entrar en el desierto”, o sea en el silencio, en el mundo interior, a la escucha del corazón, en contacto con la verdad”, ha comenzado el Papa. En el desierto –añade el Evangelio de hoy–, Cristo “vivía entre las bestias salvajes, y los ángeles lo servían”.
Fieras y ángeles eran su compañía, ha señalado el Pontífice, y son también nuestra compañía, en un sentido simbólico, cuando entramos en el desierto interior. Bestias salvajes, ¿en qué sentido?, se ha preguntado. Y su respuesta ha sido: “En la vida espiritual podemos pensar que son como las pasiones desordenadas que dividen el corazón, tratando de poseerlo”.
Ansias de riqueza, placer, fama…
“Podemos dar nombres a estas «fieras» del alma: los vicios, el ansia de riqueza, que aprisiona en el cálculo y la insatisfacción, la vanidad del placer, que condena a la intranquilidad, al desasosiego y a la soledad, y de nuevo la codicia de la fama, que genera inseguridad y una necesidad constante de confirmación y protagonismo”.
“No olvidemos estas cosas que podemos encontrar en nuestro interior: la codicia, la vanidad y la avaricia. Son como bestias “salvajes” y como tales hay que domarlas y combatirlas: de lo contrario, devorarán nuestra libertad. Y la Cuaresma nos ayuda a entrar en el desierto interior para corregir estas cosas”, ha proseguido el Papa.
Los ángeles: servicio
Y luego, “en el desierto estaban los ángeles. Son los mensajeros de Dios, que nos ayudan, nos hacen el bien; de hecho, su característica según el Evangelio es el servicio, exactamente lo contrario de la posesión, típica de las pasiones”.
Finalmente, Francisco ha sugerido que podemos preguntarnos cuáles son las pasiones desordenadas, las “fieras” que se agitan en mi corazón, y en segundo lugar, con el fin de permitir que la voz de Dios hable a mi corazón y lo mantenga en el bien, “¿pienso retirarme un poco al «desierto”, intentar dedicar algún espacio del día para esto? Que la Virgen Santa, que custodió la Palabra y no se dejó tocar por las tentaciones del maligno, nos ayude en el camino de la Cuaresma.
Por la paz en Sudán, Mozambique, en tantos lugares…
Tras el rezo del Ángelus, el Pontífice ha recordado que han pasado diez meses desde que comenzó el conflicto armado en Sudán, que ha creado una situación humanitaria muy grave.
Y ha realizado “un nuevo llamamiento a las partes beligerantes para que pongan fin a esta guerra que tanto daño está haciendo a la población y al futuro del país. Rezamos para que se encuentren pronto vías de paz para construir el futuro del querido Sudán”.
Por otra parte, “la violencia contra las poblaciones indefensas, la destrucción de las infraestructuras y la inseguridad azotan la provincia de Cabo Delgado, Mozambique, donde en los últimos días se incendió la misión católica de Nuestra Señora de África en Mazeze. Recemos por el retorno de la paz en esa atormentada región. Y no olvidemos tantos otros conflictos que manchan el continente africano y muchas partes del mundo: también Europa, Palestina, Ucrania…”.
“La oración es eficaz”
“No lo olvidemos”, ha remachado. “La guerra es una derrota, siempre. Allí donde se libra, las poblaciones están agotadas, están cansadas de la guerra que como siempre es inútil y sólo traerá muerte, destrucción, y nunca aportará una solución a los problemas. En cambio, oremos sin cansarnos, porque la oración es eficaz, y pidamos al Señor el don de mentes y corazones que se dediquen concretamente a la paz.
El Pontífice ha saludado finalmente a los fieles de Roma y de diversas partes de Italia y del mundo, especialmente a los peregrinos de los Estados Unidos de América, y las comunidades neocatecumenales de diversas parroquias de la República Checa, Eslovaquia y España, y a los agricultores y ganaderos presentes en la plaza de San Pedro.